Aunque pese a su juventud ya no se le puede considerar nueva, el último recital de la malagueña Berna Perles en el marco de la Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza supuso casi como un descubrimiento del talento y la fuerza arrolladora, incluso atronadora, de su voz, bendecida además por un hermosísimo timbre. Se le ha visto recientemente en la Carmen de la Bienal que montó Axelrod en el Alcázar y en la ópera de cámara Un avvertimento ai gelosi de García, de cuya L’isola desabitata fue una de sus protagonistas en los Teatros del Canal de Madrid hace apenas un par de años. De todo eso dio buena muestra en este recital que convirtió en algo así como un sincero agradecimiento a todas esas oportunidades que han jalonado su aún breve trayectoria.
Pero lo que le trajo a la sala íntima y recogida del Maestranza fue su triunfo en el último certamen de Nuevas Voces Ciudad de Sevilla, cuyo recuerdo también estuvo presente en el recital en forma de propina. Con dos partes bien diferenciadas, en la primera abordó canciones españolas que fueron del estilo tonal y el encanto melódico de García Abril y dos de sus Canciones de Valldemosa, Agua me daban a mí y No por amor, no por tristeza, ambas según poemas de Antonio Gala inspirados como el resto del ciclo en la estancia de Chopin en la cartuja mallorquina, al casticismo madrileño de las zarzuelas El niño judío y La Marchenera. En las primeras asomó su estilo primoroso y contenido, en comunión con una perfecta modulación de la voz. En las últimas tal contención le fue en contra, pero destacó su capacidad en contraste y color. El Poema en forma de canciones de Turina según textos de Ramón de Campoamor, que descubrí en la versión del recientemente fallecido Nicolai Gedda junto al gran Gerald Moore en una grabación de 1965, lo entonó con excelente dicción, poniendo el acento en sus hermosas letras, sin exageraciones melodramáticas ni siquiera en los desgarradores Cantares. Sólo en ese ciclo tuvo pausa para la recuperación, gracias a la introducción en forma de Dedicatoria reservada al solo de piano de Francisco Soriano, uno de los agentes más activos de la música sevillana gracias a sus proyectos con Zahir Ensemble o la Orquesta Conjunta, por citar un par de ejemplos. Su pianismo quizás no fuera impecable técnicamente pero sí muy expresivo y evocador, y desde luego sumamente respetuoso como acompañante.
Debido a la tesitura de su voz, creemos que Perles podrá en un futuro abordar papeles de mezzo, pero de momento su repertorio canoro se reserva al de soprano, como la Fiordiligi de Cosí fan tutte o la Micaela de Carmen que cantó con sentimiento y muy buen gusto. El mismo que emergió en la muy melancólica Ah che in van per me pietosa de la versión de García de La isla deshabitada, y en el complejo Regnava nel silenzio de Lucia di Lammermoor, que le dio oportunidad de lucir agilidades, si bien a lo largo del recital acusó dificultad para cambiar de registro y echó mano de inconvenientes cambios de tono para llegar a las notas más graves. Sus poderosos agudos por el contrario entusiasmaron al público, destacando ese popular jaleo americano de unas estudiantes que participaron en la abultada presencia de espectadores extranjeros, un potencial que la gerencia del teatro debería trabajar más en profundidad con hoteles y touroperadores. En la propina, Perles mostró su agradecimiento por el premio obtenido el año pasado entonando con dulzura y contención el Canto a la Luna de Rusalka, que Soriano acompañó con inusitada delicadeza.
BERNA PERLES ***
Berna Perles, soprano. Francisco Soriano, piano. Programa: Obras de García Abril, Turina, Luna, Moreno Torroba, Mozart, García, Bizet y Donizetti. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, sábado 11 de febrero de 2017