Obra: Future Lovers
Lugar: Teatro Central, 5 de abril
Compañía: La Tristura
Producción: Teatros del Canal, Comunidad de Madrid y La Tristura
Creación: Celso Giménez, con asesoría escénica y dramatúrgica de Itsaso Arana y Violeta Gil
Asesoría artística: Marcos Morau
Interpretación: Pablo Díaz, Manuel Egozkue, Gonzalo Herrero, Itziar Manero, Siro Ouro y Sara Toledo.
Calificación: ***
Seis adolescentes, cuatro chicos y cuatro chicas se reúnen a las afueras de una gran ciudad para disfrutar de una de fiesta al aire libre. Es el punto de partida Future Lovers, una obra con la que la compañía madrileña La Tristura nos propone viajar a nuestra adolescencia.
La primera semana comienza con una chica adolescente que, micrófono en mano, se sitúa frente a los espectadores. Pero su discurso no es un monólogo, sino una serie de respuestas a unas preguntas que no escuchamos y que parecen salir de alguien situado en el patio de butacas. Poco a poco nos enteramos de que se trata de un juego mediante el que la chica va a volver a su adolescencia. A partir de ahí la obra sitúa al espectador en el plano del observador con claro objetivo de hacerle comparar las aptitudes, deseos, emociones y sentimientos de su adolescencia con los que se desprenden de las conversaciones y la expresión corporal de los chicos que tiene enfrente. Curiosamente podemos comprobar que a pesar de la sobre-excitación tecnológica que sufren los adolescentes actuales y sus diferentes canales de comunicación, lo cierto es que sus dudas y anhelos no distan demasiado de los que teníamos a su edad. Aunque, eso sí, ellos parecen mucho más inocentes, miedosos y dependientes. Claro que no sabemos si esto responde del todo a la realidad, al fin y al cabo no se trata de un estudio sociológico sino de una propuesta teatral en la que el contenido se diluye un tanto en la forma.
Y es que, en su empeño por compensar el corte cotidiano del discurso, la puesta en escena envuelve las acciones con una escenografía grandilocuente y una iluminación rica en matices y radical en cuanto a los oscuros. Todo ello recrea una atmósfera artificiosa que no acaba de casar del todo corte naturalista de la dramaturgia y la interpretación. Cabe destacar el espacio sonoro de Eduardo Castro, las piezas de baile con las que Marcos Morau consigue elevar la tensión dramática de algunas escenas y el magnífico trabajo actoral de los seis intérpretes. Cada uno de ellos perfila a su personaje con un alto grado de verosimilitud y frescura, demostrando una soltura escénica sorprendente, dada su edad.