Obra: Crowd
Lugar: Teatro Central, 8 de marzoi
Concepto, coreografía y escenografía: Gisèle Vienne
Dramaturgia: Gisèle Vienne and Denis Cooper
Música: Selections from Underground Resistance, KTL, Vapour Space, DJ Rolando, Drexciya, The Martian, Choice, Jeff Mills, Peter Rehberg, Manuel Göttsching, Sun Electric and Global Communication.
Intérpretes: Philip Berlin, Marine Chesnais, Kerstin Daley-Baradel, Sylvain Decloitre, Sophie Demeyer, Vincent Dupuy, Massimo Fusco, Nuria Guiu Sagarra, Rémi Hollant, Oskar Landström, Theo Livesey, Louise Perming, Katia Petrowick, Jonathan Schatz, Henrietta Wallberg
Calificación: ***
En un escenario que emula a un descampado cualquiera aparecen a cámara lenta unos cuantos chicos jóvenes. La luz está en penumbras y la música electrónica irrumpe con fuerza en el espacio. Es el principio de esta obra, con la que Gisèle Vienne reflexiona sobre las emociones individuales y su relación con el grupo mediante la representación de una rave.
El concepto rave define una fiesta que giraba en torno a la música tecno de los años noventa. Por lo general las raves eran ilegales, solían hacerse al aire libre, en medio del campo y duraban hasta el amanecer. Ni que decir tiene que se trataba de un entorno desenfadado donde primaba la euforia y la búsqueda de emociones fuertes. Es justo lo que Vienne pretende destacar y para ello, curiosamente, ha optado por una coreografía grupal en la que priman los movimientos lentos y las imágenes fijas aunque, eso sí, en un momento dado se rompen con movimientos bruscos y agresivos bajo la potencia de la música electrónica que las envuelve. No en vano una de las cuestiones centrales de la obra de esta coreógrafa, directora y artista plástica franco-austríaca es la dominación y la violencia que se pueden encontrar en las relaciones interpersonales.
Fiel a su estilo, Gisèle Vienne imprime a esta pieza de danza una fuerte impronta teatral que define la individualidad de cada uno de los quince intérpretes que componen el elenco, a pesar de estar en todo momento interactuando con el grupo. Aunque se trata de una interacción que, más que unirlos los desune. Y es que, la danza se centra en reproducir, con cierto corte ritual, un encuentro agresivo donde prima la falta de conexión y el rechazo. Cabe destacar el trabajo corporal de los bailarines, quienes bordan la contención y los movimientos a cámara lenta, hasta el punto de que en algunos momentos raya con lo desesperante. Lástima que, por abusar de la duración y la reiteración de los movimientos, la pieza acabe cayendo en un discurso un tanto previsible y plano.