La propuesta con la que Axelrod y la Sinfónica han retomado el curso este nuevo año ofreció demasiadas licencias para merecer incluirse en una temporada de abono. El público sevillano afortunadamente es muy tolerante y condescendiente, de forma que aquí todo acaba siendo un triunfo. Girando en torno a la inmortal página de Manuel de Falla, el afamado y virtuoso guitarrista sevillano José Mª Gallardo del Rey ha urdido un espectáculo que combina música sinfónica, flamenco y danza con resultados muy discutibles. La inclusión de su Concierto de Sevilla, la amplificación del sonido y la participación de un cuadro flamenco y un grupo de baile hubieran servido para un evento al margen de los conciertos de abono; dentro de ellos el experimento sobrepasa lo insólito.
Las cuatro danzas de Granados que debieron abrir el programa, arregladas para guitarra y orquesta por Peter Breiner, se cayeron del cartel por problemas técnicos; casi media hora menos que Gallardo intentó paliar tocando como propina, de forma sui generis pero elegante, la más popular, Andaluza. El resto de la breve primera parte lo ocupó un concierto que el guitarrista compuso a principios de los noventa por encargo de la Bienal de Flamenco y que no es sino una sucesión de tópicos y lugares comunes del tipismo andaluz de clara vocación melódica, potenciado por el cajón del percusionista Roberto Vozmediano y las luminosas cadencias de Gallardo, pero sin fuerza expresiva ni capacidad para conmover.
En la segunda parte, con una Esperanza Fernández más afectada y temperamental de lo conveniente, los números de El amor brujo, también amplificados, se alternaron con palos flamencos y gitanería de tablao para turistas, pretendiendo quizás encontrar con poca fortuna las raíces de la inspiración de Falla. No cabe duda de que el esfuerzo colectivo merece respeto y consideración, pero a pesar de que cada ingrediente por separado, incluida la coreografía de Rubén Olmo, reviste su dignidad, en conjunto la propuesta fue estridente, sin justificación en una temporada de abono seria. No obstante se pudo apreciar el dominio de Alxelrod en la partitura con generosos vuelos líricos y dinámicas acentuadas, y desde luego él disfrutó de lo lindo con tan exótica oferta.