{El Irra es tan diferente a todo lo conocido que no sería muy aventurado afirmar que no hay nadie como él. Quizá un torbellino de inteligencia, corazón y tripas se le podría parecer. Con una diferencia a favor del primero: hace unos cómics –esos sí– capaces de levantar polvaredas. En Francia le publican ahora sus Palos de ciego, ambientados en su pueblo. Se lo llegan a decir hace un par de años...

—¿Qué ha tenido que pasar para que el cómic de un autor de San Juan de Aznalfarache se publique en Francia?

—La verdad es que todo este tiempo transcurrido hasta culminar el tebeo ha sido un largo y extraño viaje. Tras años y años de batalla en un mundo laboral totalmente ajeno al creativo, al fin se dieron un cúmulo de casualidades que me empujaron a ponerme manos a la obra y poder dibujar aquella historia que ideé hace ahora 16 años.

Me hizo gracia ya que poco antes de recibir la noticia de la venta de los derechos al extranjero, cierto sector del medio decía que mi material era ultralocalista y que no iba a interesar más allá de Despeñaperros y ¡pum!, mira por donde, la obra se abre ahora al mercado francés. Estoy muy agradecido al gran trabajo de Astiberri por el hecho de vender la obra en Angoulème. Ya de por sí el texto de la edición española fue una fase que nos dio bastante guerra. La corrección de Soraya Pollo fue ejemplar e hizo un gran trabajo para conservar en todo lo posible el lenguaje hablado con la jerga de calle. No quería que los personajes hablaran de manera literaria. Buscaba que los personajes golpearan con las palabras. Quería conservar la sonoridad y la viveza del lenguaje hablado. Es una de las cosas de las que me siento más orgulloso.

En cuanto a la edición francesa, quiero resaltar la titánica labor de Vanessa Capieu, la traductora al francés; se metió tan a fondo que incluso me pilló una contradicción interna en un tebeo plagado de incógnitas y elipsis intencionadas. Estuvimos todo el verano pasado en un mano a mano intenso. Por suerte ella vivió una temporada en Sevilla y estaba familiarizada con el lenguaje de aquí. Trabajamos el lenguaje oral y sus variantes. Desde el título empezaron las complicaciones, pues no existe la expresión dar palos de ciego, ni siquiera un equivalente. Lo más parecido es dar sablazos en el agua. Finalmente se optó por Aller au ciel pour voir, es decir, Ir al cielo para ver, como dice la canción de Triana, Abre la puerta, que podemos leer al comienzo del relato. Un título que resulta extraño y simbólico y plantea la paradoja de volver al lugar de origen creyendo que vuelves al paraíso para encontrarte de bruces en el infierno.

—¿Cómo está gestionando la presión de tener que aprovechar ahora esa puerta que supuestamente se le abre en otro mercado? ¿Ha cambiado algún plan, alguna estrategia?

—Ahora mismo me siento como un galgo tras la liebre de goma. En realidad te lanzas de la misma manera al siguiente trabajo. Con la misma incertidumbre que cuando empiezas a dar los primeros pasos. No tengo ninguna hoja de ruta, soy un inconsciente. Me enfrento al presente tal y como va llegando. A tumba abierta.

—El artista David Rubín comentaba hace unas semanas que el cómic español nunca ha gozado de una etapa tan buena como esta. ¿Coincide con su opinión?

—A nivel creativo, sí. España es una potencia mundial en cuanto a dibujantes de tebeos se refiere. El problema es la precariedad reinante del mercado nacional. Algunos dicen que es insostenible soportar un panorama con tanto autor. Yo pienso que esa afirmación es cierta mientras se siga pagando tan poco por realizar un libro. El riesgo siempre corre a cuenta del autor, que siempre es el último mono. Con este escenario, a menos que tengas otro trabajo o un buen colchón económico, no queda más remedio que probar fortuna fuera. Hace un par de años tuve la ocasión de realizar una historia corta para el mercado americano y la verdad que fue una gran experiencia y remuneran bastante bien el curro, por lo que no descarto dar algún día el salto. Pero mientras pueda y las condiciones sean favorables, prefiero crear material desde aquí.

—Más allá de lo vocacional y de lo profesional, ¿de qué le sirve hacer cómics? ¿Cómo sería el Irra si hubiese tirado la toalla y no estuviera canalizando a través de esa tarea los impulsos y las emociones profundas a las que el cómic da salida?

—Digamos que todo lo que no gano con los tebeos me lo ahorro en psicoanalistas.

Desde pequeño, hacer y leer cómics siempre ha sido una necesidad física natural, como cagar y mear, y posteriormente una vía de escape que me ha permitido mantener a raya mis demonios. Siempre digo que de no ser por el arte hubiera acabado matando a alguien o algo mucho peor.

Soy autodidacta y me llevo formando desde que hice la primera historieta con nueve años. Siempre he sido muy mal estudiante. Tras salir de la EGB y ser expulsado de una FP de enfermería, acabé en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios. Lo único bueno que saqué de allí es que tuve claro que no quería ser diseñador gráfico ni cualquier otra disciplina artística. Quería ser dibujante de cómics.

A comienzos de siglo comencé a presentarme a concursos a nivel local y, tras ganar alguno y perder otros muchos, lo dejé un tanto desanimado pues antes de la existencia de las redes sociales tenías que irte a vivir a Barcelona o Madrid a probar suerte. Sin perspectivas y tras pasar por varios trabajos basura, decido irme a la Costa del Sol con el objetivo de aprender el oficio de cerrajero. Al año siguiente, regreso a Sevilla y en los seis años posteriores llego a montar hasta cuatro tiendas. Gracias a una indemnización por un accidente de moto, tuve la ocasión de cambiar de piel y apostar al fin por lo que siempre me ha tirado. Lo que quiero decir es que todo ese bagaje vital me ha beneficiado y siempre pienso que si por azar hubiera tenido la ocasión de comenzar a publicar antes, mi trabajo no sería el que es ahora. Ni mejor ni peor. Sería distinto.

—¿Cómo se siente siendo ajeno a toda etiqueta y a todo sanedrín?

—Tengo la suerte o la desgracia de no moverme en los mismos círculos que el resto de autores. Soy un lobo solitario por naturaleza y no me gusta hacer trinchera con nada ni con nadie. En todo caso tan solo soy fiel al medio.

Las ventajas de esta situación son muchas y es con lo que me quedo. He conseguido publicar con una editorial de prestigio a mi aire, sin ningún tipo de cortapisa o censura. Esto me da esperanzas para intentar sembrar algo aquí sin la necesidad de migrar a Barcelona, Madrid o Singapur, perdiendo la identidad por el camino y teniendo que ir a ningún despacho o institución pública a pedir trabajo.

—¿Qué le diría a toda esa gente que se mata a hacer viñetas y que jamás verá una página suya dignamente publicada en toda su vida?

—Lo jodido de quererse dedicar a cualquier disciplina artística es que para poder seguir adelante siempre hace falta dinero para sostenerte. Esto es una carrera de fondo y sobrevive quién, por circunstancias, puede permitirse seguir en la lucha y rendir al cien por cien a plena jornada.

Con esto quiero decir que quien tenga posibilidades, apueste por uno mismo y gaste hasta el último cartucho con la esperanza de llegar finalmente a buen puerto. Eso sí, siempre lejos de quejíos y lamentos, con mucha cabeza. Si realmente tiene talento y tienta a la suerte, de una manera u otra, encontrará el camino.

—¿Cómo se ve dentro de veinte años?

—Espero que reventao, pero funcional, al menos. Ahora mismo me encuentro en un punto de no retorno. Ya no me queda otra que seguir la marcha. Espero seguir dedicándome de por vida al cómic pues es un medio que amo y me apasiona por encima de cualquier otro.

—¿Cómo ve ahora, con la perspectiva del tiempo, sus Palos de ciego?

—Tengo un balance bastante positivo. Mi debut ha sido muy bien recibido por parte de la crítica y ha tenido bastante repercusión mediática. Hasta cayeron reseñas en medios no especializados. En un mercado tan saturado por novedades y teniendo en cuenta que es mi primera obra larga, creo que he salido bien parado.

A raíz de la presentación del libro en una tienda especializada de Sevilla, que se llenó hasta la bola, han comenzado a rodar las presentaciones, cosa que hasta entonces era algo inaudito en la ciudad.

En cuanto a lo personal, he quedado satisfecho con el hecho de mantenerme fiel al concepto inicial del proyecto que no era otra más que una vuelta de tuerca sobre lo que creemos ser y lo que realmente somos. El protagonista es un tipo que se cree que es de los buenos y finalmente cae en la consciencia que es de los malos. No estoy muy seguro de si la gente pilló que en realidad cuento la historia de los malos como si fueran los buenos y la de los buenos como si fueran los malos. Todos los pecados pasados y presentes de los personajes involucrados en la trama empujan al protagonista hacia un viacrucis particular que desemboca en una catarsis definitiva.

En ningún momento pretendía crear un material academicista, preciosista, pulcro y agradable. Quería un tebeo visceral, emocional, físico y actual. En realidad buscaba que el receptor se llevará una buena sacudida y llegara hasta la última página exhausto, como si hubiera recibido una paliza. De alguna manera, quería que el lector fuera partícipe y viviera lo que acontece poniéndose en los zapatos de los personajes. Y que sea él quién juzgue lo acontecido. Más que leída, pretendía que fuera vivida. En ese sentido no me considero un moralista, tan solo me limité a exponer los hechos.

—¿En qué está trabajando y para cuándo un nuevo título?

—Me preparo los proyectos cómo el que va a una batalla. Ya llevo dos años de preproducción y lo más seguro es que lo lance Spaceman Project a través de una campaña de micromecenazgo con idea de publicarlo en 2019.

Se titula No te serviré y, al igual que el anterior, es imposible que el material sea más coherente con mi circunstancia y el contexto actual. En esencia es un proyecto muy anclado en el inconsciente, donde la gravedad es un personaje más. Tocará varios temas tabúes, entre ellos el incesto y el mal cotidiano. El hilo conductor es el descenso a los infiernos del protagonista, muy deudor de esa ambigüedad moral propia del cine de los setenta. Lo que comienza siendo un relato de corte realista acabará reducido al enfrentamiento de dos rivales en medio de una ciudad dormida por causas desconocidas. A ver que sale.