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Haciendo ruido sin prejuicios en la urbe inmovilista

En la última década se han prodigado bandas que rompen con el arquetipo y lanzan propuestas originales, de suma calidad y riesgo

03 nov 2016 / 18:22 h - Actualizado: 03 nov 2016 / 18:26 h.
"Música","Conciertos","Superando tópicos"
  • Emilio R. Cascajosa (centro) y sus colegas de Miraflores, combo de rock psicodélico y enfermizo. / Concha Laveran
    Emilio R. Cascajosa (centro) y sus colegas de Miraflores, combo de rock psicodélico y enfermizo. / Concha Laveran
  • Xavi Castroviejo y Juan G. Acosta forman el dúo Naja Naja. / José Wela
    Xavi Castroviejo y Juan G. Acosta forman el dúo Naja Naja. / José Wela
  • Marco Serrato, uno de los personajes más inquietos del panorama, ya sea en solitario, con Orthodox, Jacob o Hidden Forces Trio. / Pedro Roque
    Marco Serrato, uno de los personajes más inquietos del panorama, ya sea en solitario, con Orthodox, Jacob o Hidden Forces Trio. / Pedro Roque

Doom metal jazz, dark new wave, kraut rock, post-punk, garage rock, ambient drone, heavy atlante... son no sólo anglicismos que pueden sonar a chino al sevillano profano en materia musical; son también géneros que llevan a las tablas y a los estudios de grabación con inusitadas dosis de originalidad y calidad un puñado de bandas surgidas en Sevilla en la última década. Tomen nota: Miraflores, Orthodox, Naja Naja, Fiera, Blooming Látigo, Kaufer, Hidden Forces Trio, Beautiful Señoritas, Pylar, Malheur, Tres Efigies de Bikini, Los News... un elenco que no para de crecer y que ha situado a la capital hispalense en el mapa de la música nacional de vanguardia.

Esta proliferación de grupos de contrastada valía que facturan música sin calcular riesgos ni mendigar audiencias, ¿responde a algún caldo de cultivo previo o es totalmente casual? Hablan los protagonistas: «Razones no encuentro, creo que es un poco el azar lo que explica que hayan surgido bandas que no obedecen a un patrón determinado», apunta Xavi Castroviejo, vocalista en proyectos como Blooming Látigo, Pylar y Naja Naja.

Emilio Rodríguez Cascajosa, cantante de Miraflores y periodista musical, considera que «probablemente se deba a una confluencia de personas, lugares, intereses y oportunidades vertebradas sobre una creciente pérdida de miedo a hacer lo que te apetece sin andar rindiendo pleitesía al noble pasado del rock andaluz más rancio y anacrónico, ese que viene acompañándonos desde hace décadas imponiendo compartimentos estancos donde los rockeros no pueden utilizar electrónica o el indie tiene que seguir sonando a una permutación fofa de Los Planetas».

Marco Serrato, en proyectos varios (Jacob, Orthodox, Hidden Forces Trio...), abunda en esa reflexión: «Parece que hay movimiento, pero a mí lo que me llama la atención es el letargo que hemos sufrido a pesar de tener una densidad de población notable. En los 70 y los 80 hubo cierto movimiento y no sé si por ombliguismo o porque el rollo de la Expo’92 sumió la ciudad en una especie de desierto, lo cierto es que ahora estamos recuperando la vida cultural que debía haber sido la normal para una ciudad como Sevilla», agrega.

Los responsables de los sellos que han escupido algunos de estos discos también tienen su opinión. Pedro Román, socio fundador –junto a David Cordero y Fran López– de Knockturne Records, razona: «La sensación que a mí me da es que ha sido más una casualidad y que responde a la coincidencia en el tiempo de gente que viene con proyectos atrás, con un bagaje y con las cosas claras, gente inquieta, con algo diferente que les ronda la cabeza y con una amplitud de miras muy grande porque escucha mucha música».

En parecidos términos se expresa Joaquín Aneri, uno de los responsables de Happy Place Records: «El artista sevillano siempre ha tenido calidad», empieza apuntando antes de añadir que «no hay tanto amateurismo ni banda indie como en los noventa, cuando parecía que no importaba si sabías tocar o no».

Olga Beca, «la parte invisible» como ella misma dice de El Rancho (plataforma desde la que surgieron Fiera y Pony Bravo, esa anomalía en cuanto a acceso a un público amplio), manifiesta que «Sevilla siempre ha tenido una tradición musical apabullante, era una cuestión de lógica que aparecieran tantos grupos antes o después».

«Cuando empezamos [en 2007] había muy poca gente que hiciera cosas arriesgadas. Nos liamos la manta a la cabeza y apostamos por la autoedición», añade Beca, que observa que esta proliferación de talento ha ocurrido «no sólo en Sevilla, en toda Andalucía ha habido un desarrollo cultural importante en los últimos diez años. La gente se ha empezado a dar cuenta de que se pueden hacer cosas interesantes aquí, sin necesidad de trasladarte a Madrid», concluye.

¿CABE HABLAR DE ESCENA?

Si todas esas bandas citadas conforman lo que suele denominarse una escena, con algunos rasgos distintivos, es ya más cuestionable. «Aquí no creo que exista una escena como tal, aunque desde luego sí que hay cada vez más proyectos interesantes donde los vasos comunicantes que todo este plantel de músicos forman al interaccionar entre sí aportan una diversidad que paradójicamente también ejemplifica la imposibilidad que arrastra la mayoría de los artistas para sobrevivir por sí mismos con un único proyecto», arguye Emilio Rodríguez, que añade: «Siempre ha existido en Sevilla gente haciendo cosas interesantes, aunque por cuestiones logísticas y promocionales apenas se ha amplificado el eco más allá de Despeñaperros».

Por su parte, Xavi Castroviejo anota que «desde dentro no sé si se puede llamar escena. Hay elementos que se dan: las bandas, el principal; plataformas para lanzar material, como Knockturne o El Rancho; o sitios donde tocar, y en este sentido Holländer ha sido clave porque da muchas facilidades, no como otras salas en las que el músico tiene que pagar por tocar, lo que sólo pasa aquí».

Pedro Román tampoco se decanta: «No sé si llamarlo escena, me resulta algo raro. Es verdad que hay sellos, productores... gente que entiende lo que las bandas quieren hacer y eso siempre ayuda», reconoce.

Joaquín Aneri añade una idea a tener en cuenta: «Creo que un poco se debe también a que hay más profesionalismo en todo, desde gente que hace vídeo hasta estudios de sonido. Los locales de ensayo, por ejemplo, no tienen nada que ver con los de hace diez años, y el sonido que imprimen a los discos productores como Jordi Gil o Raúl Pérez es un sonidazo».

¿QUÉ PASA CON EL PÚBLICO?

Hay bandas, sellos, salas y locales de ensayo, productores... ¿y público? Xavi Castroviejo lo tiene claro: «El público siempre ha fallado. Hay bandas como Orthodox que han publicado en sellos de EEUU, girado por todo el mundo con Israel Galván y vendido miles de discos... y aquí van a verlos 20 personas. Aquí sólo funcionan los grupos que alguien dicta que hay que escuchar», dice.

Marco Serrato añade que «todavía hay que superar la hegemonía de lo indie, todo está enfocado para un público universitario y tiene un tufillo a fiesta de primavera ampliada». Y eso sucede, a su manera de ver, porque «el público que va a la Feria no es tan diferente del que iba a Territorios. Todo tiene que ir unido a la cervecita, a alternar... cuando se trata de algo cultural ya la cosa flaquea. Lo del público es una asignatura pendiente y creo que seguirá siéndolo», afirma en un tono poco halagüeño.

Pedro Román es de similar opinión: «Hay cosas que uno piensa que pueden funcionar y luego la realidad te dice que no es fácil. Jugar en casa siempre es difícil para cualquier banda», señala.

Joaquín Aneri matiza: «El público no siempre falla, pero hay que educarlo y por ejemplo la gente tiene que saber que para ver un buen concierto hay que pagar. En esta ciudad cualquier concierto gratis está petao, pero si vale diez euros la cosa cambia. No se valora el trabajo que hay detrás de un disco o un concierto, pero eso pasa con todas las artes escénicas, también con el teatro o el cine. Es la pata que falta para que se pueda hablar de escena», añade.

Y Emilio Rodríguez, tan reflexivo y cáustico siempre, remata con otra reflexión en forma de dardo: «Me parece genial la oferta musical actual, pero la manera en la que se están sobreexplotando determinados espacios públicos y en que se están programando conciertos por doquier sin seguir una línea editorial concreta, aireando la bandera de la gratuidad y el 2x1, me parece peligroso. Confío más en la evolución lenta e imparable que en esta erección instantánea que lleva sufriendo la ciudad desde hace unos años. Porque lo de la pastillita de viagra ya sabemos cómo acaba: con un ataque cardíaco».

¿SE HA VUELTO MODERNA SEVILLA DE LA NOCHE A LA MAÑANA ACASO?

¿Es reflejo esta explosión de talento musical de un cambio profundo en la ciudad? ¿Acaso se ha modernizado Sevilla y ha dejado de estar anclada en sus tradiciones? «Las tradiciones no creo que sean el problema; de hecho algunos hemos tirado de ellas, aunque sea para ir a la contra», opina Marco Serrato. Por su parte, Pedro Román añade que «la gente se ha quejado por el Monkey Week, Sevilla tiene esa doble cara. Hay algunos cambios, pero siempre se puede pedir más». Y en la misma línea, Emilio Rodríguez sentencia: «Sevilla nunca será signo distintivo de modernidad, porque dejaría de ser Sevilla y eso no interesa, ni política ni económicamente. La polémica que ha suscitado la entrada de un festival como Monkey Week es un reflejo de los cimientos que sostienen a esta ciudad y de lo difícil que resulta poner el huevo en un gallinero donde los gallos duermen con un ojo abierto por si se les cuela el zorro».

«ME PREGUNTAN QUÉ LES DOY DE COMER A LAS BANDAS DE SEVILLA»

Por las manos de Raúl Pérez, por su prestigioso estudio en Torrequinto (La Mina), han pasado todas estas bandas y otras muchas. «Es verdad que hay muchas bandas con un rollo alejado de la escena más popera, que no tienen prejuicios a la hora de componer», admite este productor que llegó a Sevilla hace diez años procedente de Córdoba. Tal es su fama que hasta vienen grupos del resto de España a grabar con él. «Mucha gente de fuera me pregunta qué les doy de comer a las bandas de Sevilla que hay tantas tan buenas, originales y diferentes», bromea Raúl, que no termina de tener claro el origen de esta ebullición: «Creo que obedece más a la coincidencia de una serie de gente con ganas de hacer cosas distintas. No sé si llamarlo escena, hay más bien cuatro o cinco estilos diferentes», opina Pérez. «Siempre se valoran más las propuestas de fuera que las de aquí. Es una ciudad tan especial y extrema...», reflexiona sobre el público.