«Hay músicos de la ROSS que lo que buscan es dividir»

«Quiero la paz y no la guerra», dijo hace unos días el director artístico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, John Axelrod, cuando decidió dejar la gerencia y asumir solo la dirección musical. Vender entradas es la principal obsesión de un músico que defiende sus ideas con rotunda vehemencia

06 jul 2018 / 19:57 h - Actualizado: 06 jul 2018 / 22:54 h.
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  • El director de orquesta John Axelrod, fotografiado hace unos días en la sala de prensa del Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    El director de orquesta John Axelrod, fotografiado hace unos días en la sala de prensa del Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera

Cuando todavía resuena el eco del último concierto de la temporada, que se clausuró ayer mismo en el Teatro de la Maestranza, el director artístico y musical de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) aborda en este encuentro aspectos del próximo curso, pero también algunos de los escollos y dificultades que se está encontrando durante el ejercicio de su cargo. Recientemente, John Axelrod ha presentado su dimisión como Consejero Delegado de la orquesta, aceptada pocos días después de asumir inesperadamente la dirección de un concierto en Múnich que coincidía con un concierto que debía dar con la ROSS.

—No existe una orquesta en España que tenga un libro de presentación más lujoso que el de la Sinfónica de Sevilla sobre la próxima temporada. ¿Es una manera de visibilizar que es la más importante de cuantas lleva programadas?

—Sí. Este que viene es el curso más consistente y con una temática más definida de toda la historia de la ROSS. Hemos unido la música y la literatura de una forma única para lograr conectar con todo tipo de públicos. Además, la gira que haremos por Alemania será fundamental para remarcar el perfil internacional de la orquesta. Y las innovadoras actuaciones programadas en el Teatro Lope de Vega y en el Cartuja Center ampliarán considerablemente todo nuestro público potencial.

—En octubre continuará defendiendo el legado musical de Leonard Bernstein. ¿Está satisfecho con la repercusión que ha tenido su apuesta por el centenario en Sevilla?

—Todas las obras de Bernstein son importantes para mí; y estoy muy satisfecho de haber contagiado ese entusiasmo al público sevillano. Como alumno suyo que fui soy uno de los directores que más ha defendido su legado. Sin embargo, creo que su Sinfonía nº3 Kaddish, que haremos en septiembre es la obra que más impacto ha tenido en mi vida artística y personal. Las palabras de Sam Pisar que emplea reflejan el poder de la música de Bernstein, y su contenido es tan importante hoy como cuando se estrenó en 2003.

—Albrecht, Volodin, Kopatchinskaya y Emelyanychev son algunos de los invitados más importantes que vendrán el curso próximo. ¿Depende únicamente del presupuesto tener a un número mayor o menor de estrellas?

—En dos palabras: presupuesto y amistad. Si nuestra economía sube lo hará también nuestra promoción, vendrá más gente a los conciertos y venderemos más entradas. Entonces sucederá que más artistas de primera clase mundial acudirán a Sevilla. Por supuesto el hecho de que la ROSS sea una gran orquesta ayuda. Como lo hace también la belleza de Sevilla. Del mismo modo juegan un papel clave mis estrechas amistades y colaboraciones con artistas de renombre internacional; esto hace que muchos decidan venir aquí aceptando los honorarios que podemos permitirnos pagar.

—¿Por qué no ha funcionado el ciclo musical que emprendió en el Espacio Turina?

—Hemos visto que esta sala no ofrece una buena acústica a una orquesta de cámara. Además su capacidad es demasiado pequeña y... bueno, la ciudad no proporcionó ni la promoción ni la eficiencia suficiente para vender entradas y compensar los gastos. Vender entradas es nuestra prioridad. Ni siquiera Haydn, Beethoven y Brahms son capaces por sí solos de llenar auditorios. Esto es debido a los hábitos de consumo, a la competencia de la programación cultural y a la falta de presupuesto para atraer más público. Beethoven no es el problema. El problema está en cómo venderlo.

—También ha eliminado la figura del compositor residente que ocuparon Fazil Say y Gabriel Prokofiev...

—Say y Prokofiev son dos de las principales voces de la composición actual. Puede que ninguno de ellos sea vanguardista, pero tienen éxito y merecen ser dados a conocer. A pesar de que hemos constatado de que el público mayoritario de la ROSS no está interesado en conocer la música contemporánea seguimos presentando estrenos, como haremos la próxima temporada con las obras de Samuel Zyman y Gabriela Montero. Sin embargo no he encontrado razón alguna para seguir justificando la figura de un compositor residente porque, encima, tampoco la crítica ayudó cuando consideró los estrenos de Say y Prokofiev como «no suficientemente contemporáneos». Soy un gran defensor de la música de creación y he estrenado más de 60 obras, incluidas algunas de total vanguardia. Propuse aquí un foro de música contemporánea al que quise llamar Power of now (El poder de ahora) pero no hubo acuerdo para desarrollarlo. Así que si personas como usted quieren oír música contemporánea en Sevilla pienso que quizá lo primero que deberían hacer es convencer al público de que merece la pena apostar por ello. De otra forma, la suya continuará siendo una opinión minoritaria.

—En cambio usted sí decide apostar por las obras, de dudoso interés, de Montero y Zyman que escucharemos próximamente. ¿Qué relevancia les otorga?

—La obra de Samuel Zyman, Sefarad, fue compuesta para José María Gallardo del Rey, uno de los guitarristas españoles más importantes; residente en Sevilla y gran amigo tanto mío como de la ROSS. La obra está, por si fuera poco, relacionada con la Sinfonía Kaddish de Bernstein, que escucharemos en el mismo concierto. Por otro lado, Gabriela Montero es una de las mejores pianistas del mundo y probablemente una de las pocas intérpretes que pueden improvisar en la forma en que ella lo hace. Su Concierto latino es un gran éxito y su estreno en España es el resultado de nuestra amistad y larga colaboración.

—Recientemente ha abandonado el puesto de Consejero Delegado al que usted mismo optó hace un año. Y condiciona su continuidad como director artístico en junio de 2019 a la «apuesta» que entonces haga la administración pública. ¿Está satisfecho al menos con el sonido actual de la orquesta y con la implicación de los profesores de la ROSS?

—La mayoría de los músicos que la forman están demostrando un alto grado de compromiso. Pero no le negaré que también me he encontrado con miembros que parecen empeñados en dividir a la orquesta, buscando más su propio beneficio. Pero este problema existe desde mucho antes de que yo asumiera la dirección artística. Eso sí, estoy muy satisfecho con la calidad musical que estamos dando, porque la ROSS nunca ha sonado mejor que ahora. Lo dicen también las críticas que venimos recibiendo. Incluso usted ha sido elogioso con nosotros. También es fundamental subrayar el compromiso y el liderazgo de nuestros dos concertinos, Eric Crambes, que lleva 11 años trabajando en Sevilla, y Paçalin Pavaci, que hace tres que nos acompaña. Ellos, como yo, hemos hecho sacrificios personales y profesionales sustanciales para la buena marcha de la ROSS.

—¿Por qué otra vez la Sinfónica de Sevilla se va de gira de telonera de Los Romero y con un programa casi folclórico? ¿Nadie quiere escuchar en Alemania el, por ejemplo, formidable Shostakovich que ustedes son capaces de hacer?

—A usted le gustaría eso, pero los promotores alemanes quieren lo que quieren. Podemos hacer una espectacular Sinfonía Leningrado, pero para ello buscarían contratar a una orquesta rusa, no a la nuestra. Y como estadounidense que soy podrá entender que me piden habitualmente que dirija más Bernstein que Beethoven. Por lo tanto no debería sorprenderle a nadie que los promotores que nos llevan de gira a Alemania quieran escuchar a Joaquín Rodrigo en su 100 aniversario y a Pepe Romero en su 75 cumpleaños. Que elijan a la ROSS es un privilegio para todos. Y, si tenemos éxito, quizá podamos regresar pronto con Stravinski o Strauss en los atriles.

—En la próxima temporada los programas Star Wars y Amadeus están encaminados a atraer a nuevos oyentes. Pero también en la temporada de abono hay conciertos popurrí que parecen confeccionados con ese ánimo, como El viaje de Wallis Giunta. ¿No hay un exceso de didáctica?

—¿Qué es lo que quiere decir? Por supuesto que la flexibilidad de los programas, la música de cine o el regreso de Wallis Giunta nos permitirá llamar la atención de un público más amplio. Otra cosa diferente es si los lugares en los que vamos a tocar y el presupuesto nos permitirán hacer la promoción adecuada. He contratado al primer director de marketing y promoción en la historia de la ROSS. ¿Por qué no se ha hecho antes? Esa debería ser su pregunta.

—Su cultura norteamericana se percibe en cada respuesta que da y en el diseño de las temporadas de abono. A nivel personal, ¿qué diferencias ve usted entre su trabajo en EEUU y en Europa?

—Dirigir una orquesta es el mismo trabajo aquí y allí. O existe química o no hay nada que hacer. La única diferencia es cultural; y he escrito un libro sobre ello. Una misma sinfonía de Brahms se ensaya y se interpreta de forma diferente según la dinámica cultural. En Estados Unidos las contribuciones de los patrocinadores se benefician de deducciones fiscales. En Italia, donde he trabajado mucho, las cosas son parecidas a España, pero allí también hay beneficios fiscales. En cambio, en este país la idea generalizada es que es el Gobierno quien paga la cultura. ¿Está bien hecha, bien dirigida esa inversión pública? Permítame que deje ahí en el aire esa cuestión.

—Sea en 2019 o mucho más adelante, ¿cómo le gustaría que, en el futuro, sea recordado su paso por la Sinfónica de Sevilla?

—Uno de los momentos más inolvidables de mi vida fue la primera vez que me puse al frente de la ROSS. Otro fue el ser elegido como director artístico y musical. Para muchas personas la música que hemos hecho juntos es la mejor que se ha ofrecido desde la fundación de la orquesta. Eso es algo que resonará en la historia de Sevilla y de la ROSS. He hecho amigos en esta ciudad, que lo son míos y de mi esposa, Anastasia. Han abierto sus brazos a mi hija, Tallulah, y han celebrado el nacimiento en Sevilla de mi hijo Max. Pero, ¿sabe una cosa? Al final de todo poco importarán todas las cuestiones de las que hemos venido hablando. Lo que más valoraré de mi paso por esta ciudad es que haya podido mostrarme como lo que, en yiddish, se llama un mensch, es decir, un buen padre, un buen marido, un buen amigo y una buena persona. Sevilla también ha sido buena conmigo y espero que continúe siéndolo. Estoy por todo ello inmensamente agradecido.