José Valencia o el sabor al paisaje

Era emocionante ir escuchando su voz en los distintos cantes que hizo muy bien arropado por el gran guitarrista malagueño Juan Rquena, además del compás de Bobote, Juan Diego Valencia y Manuel Valencia

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
03 jun 2015 / 12:57 h - Actualizado: 03 jun 2015 / 13:49 h.
"Flamenco"
  • José Valencia en un momento de la actuación. / Inma Flores
    José Valencia en un momento de la actuación. / Inma Flores

De Hospitalet (Barcelona), aunque descendiente de gitanos de Lebrija, donde se crió y vive, José Valencia es un cantaor de actualidad por muchos motivos, sobre todo porque anda moviendo Directo, un disco que le gusta porque registra su gran concierto de la pasada Bienal en el Lope de Vega. Anoche lo presentó en el Teatro Quintero, en la calle Cuna de Sevilla, con llenazo y un estupendo ambiente. Y triunfó por todo lo alto, porque se entregó y ofreció un magnífico directo. En un recinto pequeño, como es este teatro, con el público tan cerca del proscenio, era emocionante ir escuchando su voz en los distintos cantes que hizo muy bien arropado por el gran guitarrista malagueño Juan Rquena, además del compás de Bobote, Juan Diego Valencia y Manuel Valencia. Y por si no era suficiente arte, las colaboraciones de La Yerbabuena y su marido, el magnífico guitarrista Paco Jarana. Naturalmente, el público estaba como en una nube. Poder escuchar y ver todo eso en la calle Cuna, en el centro de Sevilla, al lado mismo de donde tan buen flamenco hubo hace más de un siglo, en el Café del Burrero y en el Salón Novedades, en la mismísima Campana.

José Antonio Valencia Vargas, el otrora Joselito de Lebrija, es sobre todo un cantaor poderoso y con un eco flamenco que impacta y emociona. Tiene una fuerza sobrenatural y su voz, a pesar de ser gruesa, casi afillá, es ágil y está preñada de melismas gitanísmos. La coloca bien y, sobre todo, la sabe mover en el compás perfecto. Sin esa cualidad innata, la del compás, es difícil ser un buen cantaor de flamenco, y José es un maestro del compás, como buen gitano y como buen lebrijano. Hasta no hace mucho tiempo no era un cantaor largo, pero ha aprendido y ahora se faja con granaínas, estilos mineros o livianas. Pero sus palos fuertes, y no descubrimos nada nuevo al decir esto, son las soleares, las seguiriyas, las bulerías, las tonás y los tientos-tangos. Esto es, la escuela gitana. Muy marcada, además, por el pueblo de Lebrija, de ahí su pureza. Lo que Antonio Mairena llamaba el sabor al paisaje. José Valencia abre la boca y te vas a Lebrija volando.

Ofreció un buen recital, cantando todo el disco, desde el pregón de salida hasta la fiesta buleaera del final, con esos tangos que de forma tan magistral bailó Eva Garrido La Yerbabuena, que parecía que estábamos viendo a La Carbonera en El Burrero, o a una de aquellas flamencas de la Cava que maravillaban a los viajeros románticos del XIX al otro lado del Guadalquivir, en el arrabal de Triana.

Ya opinamos en su momento del contenido de este cedé, en la pasada Bienal. Anoche rememoramos aquel momento mágico y tiempo habrá de desmenuzar de una manera más fría esta interesante obra.