«La bandera de España no excluye»

El filósofo Fernando Savater publica ‘Contra el separatismo’ (Ariel), «un panfleto» de urgencia como respuesta a la fiebre independentista que ha sacudido a Cataluña en los últimos meses

04 ene 2018 / 22:31 h - Actualizado: 05 ene 2018 / 10:50 h.
"Literatura"
  • El filósofo y escritor Fernando Savater, en una foto de archivo tomada en Sevilla. / Javier Díaz
    El filósofo y escritor Fernando Savater, en una foto de archivo tomada en Sevilla. / Javier Díaz

Aunque confiesa que desde que enviudó ha caído en un desánimo cercano a la depresión, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) ha vuelto a las fatigosas giras promocionales para dar a conocer su último libro, Contra el separatismo (Ariel), definido por él mismo como un «panfleto» de urgencia como respuesta a la fiebre independentista que ha sacudido a la sociedad catalana en los últimos tiempos. El introductor de Cioran en el mundo hispánico, autor de títulos tan celebrados como Ética para Amador, El jardín de las dudas o la novela La hermandad de la Buena Suerte, que le valió el premio Planeta, arremete contra los nacionalismos segregacionistas y fustiga el papel de la izquierda en esta crisis.

Después de ser amenazado durante años por ETA, fue uno de los fundadores del partido UPyD, con el que llegó a ser cabeza de lista al Senado por Madrid en las elecciones generales de 2015. Subraya que su panfleto es contra el separatismo, y no contra el nacionalismo. Pero, ¿hay nacionalismo bueno? «No es que sea bueno, pero hasta cierto punto es inevitable. Hay un punto de nacionalismo, de apego a lo nuestro, de narcisismo ingenuo, que tiene muchos lados, que puede ser asumible o va creciendo hasta causar la II Guerra Mundial en el pasado».

«Probablemente, en una medida más o menos intensa, vamos a tener que convivir con él», prosigue. «Con el separatismo no, porque con el pretexto del nacionalismo se produce una agresión directa al corazón mismo de la ciudadanía democrática, que se basa en que los ciudadanos sean libres e iguales más allá del territorio, sexo, color de piel, etc. Sería escandaloso que se dijera que en unas elecciones van a votar los protestantes separados de los católicos, pero se admite que los catalanes, que son una categoría bastante más imprecisa, pueden votar por separado de los murcianos o de los gallegos. No son categorías políticas, no hay catalanes o vascos en el sentido político del término. Lo que hay es ciudadanos libres e iguales, y como españoles viven donde les da la gana», agrega.

Para Savater, hay en el nacionalismo una parte natural «porque también todos creemos que nuestro equipo de fútbol, aunque esté en cuarta regional y vaya el último es el bueno y el que tiene más gracia, pero los árbitros no le quieren. Yo he ido de toda la vida con la trainera donostiarra, que es la peor [risas], pero eso son cosas como enseñar uno la foto de la mujer y los niños, o defender que las croquetas que hacía mi madre eran sublimes. Vivimos en esas ingenuidades, pero no excluye lo de los demás, al contrario, entra un poco en el juego habitual», dice.

«El problema es que el nacionalismo crea una especie de personaje-robot diseñado a partir de su odio a España y al resto de los españoles. El catalán que se pasea estos días por las calles llorando de emoción es un invento artificial de la manipulación de la educación, de los medios, a través de muchos años, que han acabado cristalizando en ese personaje que es un enemigo de la democracia, aunque crea defenderla. Y todo se ha facilitado porque no ha habido una educación para la ciudadanía...», lamenta.

En su libro, Savater fustiga a la izquierda, sobre todo la que llama «demagógica» o «populista». «Hay un tipo de izquierda que está apoyando al separatismo no porque tenga una ideología separatista en sí mismo, sino porque ve en ello una oportunidad para debilitar y derrumbar las instituciones, y de romper la adhesión ciudadana a esas instituciones, y todo eso le viene bien para conseguir el poder. En el fondo Pablo Iglesias no va a llegar nunca al poder llevado por unas elecciones, pero si el poder se cuartea y se derrumba, ahí hay una oportunidad de acceder al gobierno. Y hay una segunda izquierda que piensa que defender España es de derechas. En España ser de izquierdas es optativo, pero no parecer de derechas es obligatorio; incluso para los de derechas, aunque lo sean más que el palo de la bandera».

A Rajoy no le reprocha haber fabricado independentistas, «pero ha contribuido muy poco a que desaparezcan. Si el momento intenso que vivimos ahora empezó más o menos en la Diada del 2012, desde entonces hasta aquí ya ha habido tiempo de hacer algo, de aplicar el artículo 155 y todos los demás artículos, y sobre todo de cortar por lo sano, cuando no cabían dudas de que lo que se estaba buscando era una operación de destrucción del Estado para amparar, entre otras cosas, el chiringuito extorsionador del 3 por ciento, los Pujol, etc., etc. No olvidemos que estamos hablando de la autonomía peor gestionada de España, la que tiene una deuda más alta con el Estado, la que se chupa los fondos de liquidez autonómica como si los regalaran y encima se quejan del abandono que sufren».

Llama la atención también en el libro, acerca de la guerra de banderas en los balcones, que diga no es lo mismo exhibir esteladas que banderas de España. «La estelada es una bandera que va contra las banderas oficiales, que son las que unen al país. A mí me gusta mucho la bandera pirata, pero no nos une a todos, no es una bandera que unifique. La de España no excluye a nadie, ni a los andaluces ni a los catalanes, porque es la bandera de los libres e iguales. No es lo mismo ni en dignidad ni en símbolo. Se trata de defender lo que nos une, que es uno de los lemas que manejamos nosotros en el País Vasco en todas las manifestaciones. El separatismo está por lo que nos separa».

Por eso, según el filósofo, causó rechazo en amplios sectores la manifestación de las banderas blancas. «Sí, porque las banderas blancas son de rendición, y no hay que rendirse. Yo no soy neutral entre los que quieren quitarnos nuestra ciudadanía y quienes la defienden. No es para decir yo ni con los unos ni con los otros. Yo estoy con unos claramente».