La Cartuja, un barrio cultural y nocturno

Distrito propio. El CaixaForum, Box, el Teatro Central, el CAAC... la lista no deja de crecer. Pero en la antigua Expo continúan asignaturas pendientes como el Pabellón del Siglo XV o pérdidas como el Palenque

22 mar 2017 / 22:16 h - Actualizado: 23 mar 2017 / 18:51 h.
"Isla de la Cartuja","La Cartuja, barrio cultural"
  • La Cartuja, un barrio cultural y nocturno
  • Público llenando el Auditorio Box, en el antiguo Pabellón de Canadá. / El Correo
    Público llenando el Auditorio Box, en el antiguo Pabellón de Canadá. / El Correo
  • El Teatro Central en una imagen de archivo. / El Correo
    El Teatro Central en una imagen de archivo. / El Correo

En plena Isla de la Cartuja, a pocos metros de la imponente Torre Sevilla, una gran marquesina contemporánea de vidrio de aluminio da la bienvenida desde hace solo unas semanas al CaixaForum, el gran espacio expositivo que la entidad bancaria ha inaugurado en la ciudad. Su apertura ha conseguido dar el empujón definitivo para que los terrenos que un día ocupó la Expo’92 constituyan hoy, definitivamente, el gran distrito cultural de Sevilla; una transformación que se ha llevado a cabo muy lentamente y de forma casi imperceptible, con el lento pero contumaz surgimiento de nuevos espacios.

La ambición de reconvertir la Cartuja en una zona de concentración de oferta cultural es tan antigua como la propia Exposición Universal. Desde su clausura, todos los posicionamientos políticos venideros ahondaron en la idea de lograr maridar en estos terrenos un potente parque empresarial y unas importantes infraestructuras culturales. Pero la realidad económica y, en no pocas ocasiones, la desidia, acabaron imponiendo su propio fatigoso ritmo.

Aunque con un número de infraestructuras culturales que supera la decena, la Cartuja continúa siendo una zona en desarrollo y con inmuebles por rentabilizar. Actualmente, sin suelo disponible ya, se hablaría de que el 85 por ciento de su espacio está en uso. El proceso de transformación de la Cartuja ha querido conjugar en las últimas dos décadas su legado cultural con el desarrollo de zonas universitarias y empresas ligadas al I+D.

De los pabellones temáticos heredados de la Expo, el Monasterio de Santa María de las Cuevas fue el primero que –dado su valor histórico y arquitectónico– más pronto se convirtió en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Inaugurado en 1998, ya en 1990 se había rubricado su fundación, asumiendo la herencia del extinto Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, creado en 1970 y ubicado durante años en la calle Santo Tomás. Su importancia va más allá de la de ser un contenedor expositivo de primer nivel; pues durante su existencia se ha encargado de servir como polo atractor de un público que, de otro modo, nunca iría hasta la Isla de la Cartuja. Exposiciones, talleres, conferencias, sesiones de escucha, conciertos y otras actividades han permitido que cuente con una media de 190.000 visitantes al año, un número que resulta creciente en todos los ejercicios.

Forzosamente, la Cartuja es un distrito que tiene dos caras. La de día, escrupulosamente empresarial, técnica, industrial, también universitaria –con la confluencia en la misma zona de hasta cuatro centros de estas características– y la nocturna, volcada estrictamente al ocio y la cultura. El CAAC haría de engranaje, asentando durante el día la posibilidad de huir de lo meramente laboral.

Como aquel, también el Teatro Central, en la orilla del Guadalquivir, es una herencia útil de los fastos del 92. Diseñado por el arquitecto Gerardo Ayala fue uno de los edificios cuya construcción más se demoró durante la pre-Expo. Sin embargo, su principal impulsor –el Banco Central– que invirtió en él 1.500 millones de las antiguas pesetas tuvo claro que quería que extender su vigencia más allá de la coyuntura que lo alumbró. Hoy, responsabilidad de la Junta de Andalucía, el Central lleva décadas erigido en el principal escenario de la comunidad en lo respectivo a la difusión del teatro de vanguardia, la danza, el jazz y la música contemporánea. «No es exagerado asegurar que sin la firme permanencia del CAAC y el Teatro Central la Isla de la Cartuja hubiera languidecido culturalmente para ser foco únicamente de la actividad empresarial; son estas dos instituciones las que han animado a otras a instalarse y proponer cosas aquí; rompiendo esa especie de barrera imaginaria que constituye el río. El lugar ya no está lejos para nadie», reflexiona el demógrafo Javier Marín, quien está preparando un estudio sobre el desarrollo cultural y económico de la Cartuja.

Difícil resulta en cambio entusiasmarse con el papel que juega el Estadio Olímpico, en el que un puñado de multitudinarias actuaciones muy diseminadas en el calendario continúan sin generar vida suficiente para este mastodóntico edificio, el más costoso de la Expo’92 (120 millones de euros). Ni la venidera presencia de Ricky Martin –que actuará en él el próximo 20 de mayo– ni el el hecho de haber contado con nombres como los de Madonna o Bruce Springsteen resulta suficiente. Ninguna otra iniciativa de calado ha cuajado; yermo de actividad deportiva, el Olímpico languidece cerrado a cal y canto entre acontecimiento (espaciado) y acontecimiento.

También mantiene una esforzada programación el Auditorio, rebautizado en 2006 como Auditorio Rocío Jurado tras hacerse con su titularidad el Ayuntamiento de Sevilla. Posee una plataforma escénica, de 3.000 metros cuadrados, lo que lo convierte a pesar de sus años –es también herencia del 92– en uno de los escenarios al aire libre más grandes del mundo. Cuenta además con un foso con capacidad para una orquesta de 120 músicos. La colina natural existente en este mismo lugar se convierte en un graderío, en el que se superponen los 4.000 asientos de diversos colores y la visión lateral desde el césped de la ladera. Su fachada fue revestida con mármol de Macael (Almería) por deseo expreso de su arquitecto, Eleuterio Población Knappe. Su actividad, con todo, es más fluida que la del Olímpico. En los próximos meses desfilarán por él Melendi, Gemeliers, Ricardo Arjona, Vanesa Martín, India Martínez y Antonio Orozco, entre otros. Casi vecino de este lugar es la Terraza Fanatic, un espacio 100% veraniego que acogió en 2016 un potente ciclo dedicado a la cumbia y que se ha configurado, en poco tiempo, como otro (pequeño) enclave cultural de una Cartuja cuya oferta de ocio no para de crecer.

El Auditorio Box fue otra de las sorpresas que Sevilla se llevó en 2016. Como también fue una sorpresa para los responsables de Eventísimo descubrir que sus oficinas convivían con el auditorio cerrado a cal y canto del Pabellón de Canadá de la Expo’92. Tras aquella puerta, cuya llave estaba perdida, se escondía el más grande escenario que tuvo la muestra. Alguien echó el cerrojo y tuvieron que pasar más de 20 años para que la luz volviera a penetrar en la sala.

Hoy, el Auditorio Box –del que se ha respetado su fisonomía– tiene un aforo para 500 personas en el que se da cabida a un ciclo de conciertos de gestión privada que se programan puntualmente. Está equipado con la pantalla más grande del sur de España. «Queremos que los sevillanos sean conscientes de que en la Isla de la Cartuja se ha gestado un triángulo de la modernidad cultural, si sumamos nuestra oferta con la de espacios tan consagrados como el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y el Teatro Central», asegura la programadora del espacio, Olga Payar. Una idea que viene a alimentar aquella ambición que tuvo el que fuera alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, cuando en 2010 propuso que la Cartuja fuera un distrito más de Sevilla. «Queremos que se convierta en un distrito financiero, tecnológico, cultural y universitario», expuso entonces.

«Sin embargo aquel deseo no está siendo fácil ponerlo en práctica; para el sevillano medio la Isla de la Cartuja todavía es un lugar lejano, como de otra época, y en muchos casos, solo un espacio de trabajo. Con todo la sensibilidad está cambiando y empieza a extenderse la idea de que allí suceden cosas, de que existen múltiples razones por las que acudir», reflexiona el sociólogo Javier Madero.

Sin lugar a dudas, el CaixaForum –inaugurado este mismo mes– ha constituido el acicate definitivo para que los sevillanos recuperen la vieja Expo. El espacio, a los pies de la Torre Pelli y diseñado por Guillermo Vázquez Consuegra tras descartarse la idea del primer emplazamiento en las Reales Atarazanas, cuenta con dos salas de exposiciones, una de 704 metros cuadrados y otra de 384; un auditorio de 276 plazas; dos salas polivalentes de 180 metros cuadrados cada una; talleres; cafetería y una librería tienda. Tiene previsto acoger seis exposiciones al año, además de conciertos, conferencias o talleres educativos. Actualmente CaixaForum acoge las exposiciones Anglada-Camarasa. 1871-1959, una retrospectiva del pintor Hermen Anglada-Camarasa, y ¡Mírame! Retratos y otras ficciones, de la Colección La Caixa de Arte Contemporáneo, una selección inédita de obras fundamentales de los fondos de la entidad centradas en el retrato.

En esta radiografía de puertas abiertas también hemos de detenernos en el Auditorio de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería, que ocupa el gigantesco edificio Plaza de América de la Expo. Su amplio auditorio es receptor habitual de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, así como también de la Orquesta Sinfónica Conjunta del Conservatorio Superior y la Universidad de Sevilla, que tiene en este escenario su lugar habitual en el que desarrolla la temporada. Además, la Orquesta Barroca de Sevilla también se asoma a él en ocasiones puntuales.

En el apartado más ligado con el ocio hemos de consignar la presencia del parque temático Isla Mágica y de la sala Antique Theatro, que también celebra en ocasiones conciertos de pop. Como pérdida irreparable, el derribo del Palenque –donde se celebraron los actos oficiales de la Expo–, tristemente acaecido en 2007, y obra de uno de los arquitectos españoles más visionarios de la época contemporánea, José Miguel de Prada Poole. Su desaparición generó críticas de varias entidades conservacionistas, voces frente a las que se argumentó que mantener ese inmueble suponía cambiar una cubierta que estaba en muy mal estado; a pesar de que la construcción de De Prada Poole era emblemática en su rotunda modernidad. De aquel edificio singular se dio paso a uno muy sencillo y de cero interés artístico, de una sola planta en superficie y otra bajo rasante para un aparcamiento con 60 plazas.

En la lista del oprobio está el Pabellón del Siglo XV, enclavado en el interior del Monasterio de las Cuevas. En 2015, un total de 17 entidades dedicadas a las iniciativas culturales, técnicas y sociales, constituidas como la Red Creativa La Carpa, anunciaron que habían solicitado a la Junta de Andalucía autorización para restaurar el antiguo pabellón, así como su cesión, para su uso como «centro de innovación cultural, tecnológica y social». Aquella cesión nunca se produjo y la Junta sigue pagando anualmente 15.000 euros al año sólo en concepto de IBI por un edificio cuyo interior se encuentra en estado de abandono. Otra petición sobre él mantiene el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que ha realizado en múltiples ocasiones la solicitud a la Junta de emplearlo como necesario lugar de expansión de las zonas expositivas del museo. Pero la inyección económica precisa para su resurgir sigue sin llegar.