Si algo está demostrando el ciclo que las Noches en los Jardines está brindando a Enrique Granados en el centenario de su muerte, es la elevada talla de su música y el regocijo que su escucha nos está provocando. Siguiendo diversos aspectos de su estética y vida, su música se ha emparentado con la de otros autores a los que conoció y con la de quienes le inspiraron. En esta ocasión Vicent Morelló y Daniel del Pino se decantaron por enfocarla en torno a la riqueza melódica de sus partituras, acompañándolas de otras de contemporáneos suyos en las que la melodía también cobra una especial relevancia.

El talento de Morelló ha quedado sobradamente demostrado en muchas de sus comparecencias, integrado en la plantilla de la Sinfónica o en conjuntos de cámara; pero pocas veces lo hemos visto tan entregado y con resultados tan estimulantes como en este homenaje al maestro catalán. Su interpretación clara y sencilla de la Andaluse de Émile Pessard, maestro de Ravel o Ibert, no fue sino el preámbulo a una noche lúcida en sensaciones lideradas por su facilidad para frasear con generosa elegancia. En el Romance Op. 37 que Saint-Saéns compuso para restaurar la esperanza y el patriotismo en Francia tras la guerra con Prusia, destacó su emotividad melancólica, su fraseo elegante y carente de supérfluos maniqueísmos, mientras del Pino potenció el carácter arpegiado de su acompañamiento para crear una atmósfera mágica. Y si tenemos que hablar de melodía qué mejor que programar Carmen en cualquiera de sus reducciones de salón, seguramente la ópera con mayor cantidad de melodías populares y memorables. Esta vez fue una Fantasía del flautista François Borne, cumbre del repertorio romántico para flauta de la que Morelló extrajo una sensacional interpretación, matizada y exquisita.

También extraordinariamente melódica y melancólica es la Romanza para flauta y piano de Granados, directamente inspirada en los maestros románticos que sirvieron al malogrado compositor de referente. Tanto ella como las tres Danzas Españolas seleccionadas, que evidenciaron la falta de interés de Granados en potenciar el folclore de nuestra música, disfrutaron de otra aportación antológica del flautista, atento a su diversidad expresiva y acompañado siempre con precisión y respeto por del Pino, que aprovechó sus solos en Quejas y El Pelele para demostrar que es un pianista inquieto, listo para mejorar y ofrecer lo mejor de sí mismo con cada nueva actuación.