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La gran noche flamenca que Utrera le debía al maestro Miguel Funi

El homenaje de mañana es una manera de entender y vivir el arte flamenco

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
23 jun 2017 / 08:18 h - Actualizado: 23 jun 2017 / 16:52 h.
"Flamenco","La Gazapera"
  • Actuación de Miguel Funi en el Festival de la Yerbabuena de 2014. / El Correo
    Actuación de Miguel Funi en el Festival de la Yerbabuena de 2014. / El Correo

No es fácil mantener un festival durante sesenta años y la hermandad de los Gitanos de Utrera lo ha conseguido. No ha sido un camino de rosas, porque el flamenco ha venido cambiando en todos estos años, y también los gustos de los aficionados. El Potaje Gitano de Utrera es el más antiguo de los festivales flamencos, tal y como los conocemos hoy. No lo creó ninguna empresa de espectáculos, de las muchas que había entonces, sino los dirigentes de la hermandad de los Gitanos.

Nació en 1957 como una celebración y mañana tendrá lugar la LXI edición, dedicada al cantaor y bailaor lebrijano Miguel Funi, una de esas figuras que han sido siempre claves en la filosofía de este histórico festival y en otros que vinieron luego, como son La Caracolá de Lebrija, el Festival de Cante Jondo Antonio Mairena o la Reunión de Cante Jondo de la Puebla de Cazalla.

El Potaje Gitano no es solo una cita anual para el disfrute del flamenco, sino un festival que cumple una función social en Utrera, puesto que los beneficios van siempre destinados a obras sociales de la hermandad. Esta localidad no se podría entender sin los gitanos, y si hablamos de flamenco, menos aún. No solo por los grandes artistas gitanos que ha dado y sigue dando, sino porque llevan siglos en este pueblo y, además, totalmente integrados. La labor, pues, de la hermandad de los Gitanos es incuestionable en el aspecto social y también en el artístico.

El homenaje de mañana a Miguel Funi no es un reconocimiento más de los muchos que se han dado en todos estos años, sino a una manera de entender y vivir el arte flamenco, lejos de la comercialidad. Precisamente, éste y otros festivales andaluces surgieron como contestación a una etapa anterior en la que se abusó en exceso de la comercialización del arte flamenco. Verdaderos fenómenos que apenas tenían sitio en las compañías encontraron en ellos la mejor plataforma de lanzamiento y una manera de poder vivir dignamente del cante, el baile y el toque.

En el inicio de los años sesenta del pasado siglo, miles de aficionados andaluces que apenas iban ya a los teatros, encontraron también en estos festivales de verano una motivación para poder seguir disfrutando de este arte. Era fácil ver a dos o tres mil personas en el Potaje Gitano o en cualquiera de los festivales de entonces, sin más reclamos que el de artistas como Antonio Mairena, Perrate, Fernanda y Bernarda, Lebrijano o el propio Funi.

Se empezó a considerar lo que Mairena llamaba el cante casero, es decir, el de aquellos intérpretes que lo habían mamado en sus propias casas, en las fiestas familiares, que en muchos casos no eran profesionales del mundo del espectáculo, sino carniceros, silleros, herreros o jornaleros del campo. Hay quienes no daban un gran valor artístico a lo que hacían estos intérpretes –el propio Mairena, sin ir más lejos–, pero sí enorme valor antropológico. Por eso llegaron a estos festivales artistas no profesionales como Juan Talega, La Perrata, El Chozas de Lebrija o el Negro del Puerto. Miguel Funi es de lo pocos que ha quedado de aquellos años tan buenos de flamenco no comercial. Su manera de cantar y bailar, gitana cien por cien, es única y apenas es seguida por los jóvenes, aunque es justo nombrar a Luis Peña y Javier Heredia.

Mañana, en el Potaje Gitano de Utrera, actuarán en honor de Miguel Funi artistas como Manuela Carrasco, El Capullo de Jerez, Pedro el Granaíno y un buen número de intérpretes locales. No se lo pierdan.

No es fácil mantener un festival durante sesenta años y la hermandad de los Gitanos de Utrera lo ha conseguido. No ha sido un camino de rosas, porque el flamenco ha venido cambiando en todos estos años, y también los gustos de los aficionados. El Potaje Gitano de Utrera es el más antiguo de los festivales flamencos, tal y como los conocemos hoy. No lo creó ninguna empresa de espectáculos, de las muchas que había entonces, sino los dirigentes de la hermandad de los Gitanos.

Nació en 1957 como una celebración y mañana tendrá lugar la LXI edición, dedicada al cantaor y bailaor lebrijano Miguel Funi, una de esas figuras que han sido siempre claves en la filosofía de este histórico festival y en otros que vinieron luego, como son La Caracolá de Lebrija, el Festival de Cante Jondo Antonio Mairena o la Reunión de Cante Jondo de la Puebla de Cazalla.

El Potaje Gitano no es solo una cita anual para el disfrute del flamenco, sino un festival que cumple una función social en Utrera, puesto que los beneficios van siempre destinados a obras sociales de la hermandad. Esta localidad no se podría entender sin los gitanos, y si hablamos de flamenco, menos aún. No solo por los grandes artistas gitanos que ha dado y sigue dando, sino porque llevan siglos en este pueblo y, además, totalmente integrados. La labor, pues, de la hermandad de los Gitanos es incuestionable en el aspecto social y también en el artístico.

El homenaje de mañana a Miguel Funi no es un reconocimiento más de los muchos que se han dado en todos estos años, sino a una manera de entender y vivir el arte flamenco, lejos de la comercialidad. Precisamente, éste y otros festivales andaluces surgieron como contestación a una etapa anterior en la que se abusó en exceso de la comercialización del arte flamenco. Verdaderos fenómenos que apenas tenían sitio en las compañías encontraron en ellos la mejor plataforma de lanzamiento y una manera de poder vivir dignamente del cante, el baile y el toque.

En el inicio de los años sesenta del pasado siglo, miles de aficionados andaluces que apenas iban ya a los teatros, encontraron también en estos festivales de verano una motivación para poder seguir disfrutando de este arte. Era fácil ver a dos o tres mil personas en el Potaje Gitano o en cualquiera de los festivales de entonces, sin más reclamos que el de artistas como Antonio Mairena, Perrate, Fernanda y Bernarda, Lebrijano o el propio Funi.

Se empezó a considerar lo que Mairena llamaba el cante casero, es decir, el de aquellos intérpretes que lo habían mamado en sus propias casas, en las fiestas familiares, que en muchos casos no eran profesionales del mundo del espectáculo, sino carniceros, silleros, herreros o jornaleros del campo. Hay quienes no daban un gran valor artístico a lo que hacían estos intérpretes –el propio Mairena, sin ir más lejos–, pero sí enorme valor antropológico. Por eso llegaron a estos festivales artistas no profesionales como Juan Talega, La Perrata, El Chozas de Lebrija o el Negro del Puerto. Miguel Funi es de lo pocos que ha quedado de aquellos años tan buenos de flamenco no comercial. Su manera de cantar y bailar, gitana cien por cien, es única y apenas es seguida por los jóvenes, aunque es justo nombrar a Luis Peña y Javier Heredia.

Mañana, en el Potaje Gitano de Utrera, actuarán en honor de Miguel Funi artistas como Manuela Carrasco, El Capullo de Jerez, Pedro el Granaíno y un buen número de intérpretes locales. No se lo pierdan.