La hora de la música grande

En el Andante de la Sonata KV 526 ambos intérpretes alcanzaron el momento de mayor sinergia –que, por lo demás, no fue escasa- de todo el recital.

27 mar 2017 / 16:36 h - Actualizado: 27 mar 2017 / 16:38 h.
"Música"

Uno de los aciertos más notables del FeMÀS en los últimos años ha sido el de dedicar un espacio propio al clasicismo, especialmente con la presencia del fortepiano, un instrumento muy poco oído en la ciudad y sobre el que recae el grueso del repertorio clásico-romántico, a pesar de que este habitualmente es pasto del piano moderno, cuyo recorrido debería circunscribirse al siglo XX. Midori Seiler, que ha colaborado intensamente con una de las orquestas más punteras de la interpretación histórica –Anima Eterna-, comenzó pronto, en la Sonata D384 de Schubert a reivindicarse como una de las más conspicuas defensoras de lo que unos llaman el ‘sonido objetivo’; una forma de proceder en la que prima la música por encima de cualquier antojo del ejecutante. La página, menor pero melódicamente encantadora, fue traducida con una ligereza salonesca deliciosa; pero también gozó de su pizca de mordiente gracias al pequeño sonido de Seiler y a la dulzura de Staier en el fortepiano.

En el Andante de la Sonata KV 526 ambos intérpretes alcanzaron el momento de mayor sinergia –que, por lo demás, no fue escasa- de todo el recital. Fue el de ellos un Mozart rococó, sinceramente hermoso, que la violinista solventó con vitalidad, equilibrio y sofisticación; también con un sonido muy bien empastado con el de Staier, habitualmente más introspectivo, pero que pareció decidido a mecerse por el hacer de una las violinistas barrocas más soberbias de nuestro tiempo.

Tanto en el Impromptu D899 nº1, de Schubert, como en la selección de Bagatelas, de Beethoven, el alemán, a solo, supo recrear sin misticismo unas páginas que, gracias al sonido recogido del instrumento, nos suenan como nuevas, limpias de la patina de grasa y músculo con la que habitualmente son servidas por pianistas tradicionales. Culminó la velada con la D 574, de Schubert; donde ambos solistas quisieron recrearse más en lo acrobático sin perder de vista una versión llena de acentos y afectos. Portentoso.

Calificación: * * * *

34 Festival de Música Antigua. Espacio Turina. Programa: El violín y el fortepiano en Viena. Intérpretes: Andreas Staier, fortepiano. Midori Seiler, violín.