La luz del estremecimiento jondo

La fotógrafa francesa Olivia Pierrugues exhibe en la Casa de Postas de El Cuervo su personal mirada sobre el festival de Mont-de-Marsan en la muestra titulada ‘Exorcismos particulares’

03 jul 2018 / 07:14 h - Actualizado: 03 jul 2018 / 10:30 h.
"Flamenco","Fotografía"
  • El baile también es parte de la muestra de El Cuervo. / Olivia Pierrugues
    El baile también es parte de la muestra de El Cuervo. / Olivia Pierrugues
  • Esperanza Fernández, retratada por Olivia Pierrugues.
    Esperanza Fernández, retratada por Olivia Pierrugues.
  • Ezequiel Benítez, otro de los rostros de la muestra.
    Ezequiel Benítez, otro de los rostros de la muestra.

La primera tentación es pensar en Caravaggio: ya saben, esas figuras envueltas en tinieblas que, más que recibir la luz, parecen emanarla. Sin embargo, el trabajo de la francesa Olivia Pierrugues va más allá de la simple plasticidad. Se presenta como fotógrafa, pero la faena contiene, además, grandes dosis de poesía y pensamiento. Una buena muestra de ello se exhibe estos días, como parte de la VI edición de La Choza de Juaniquín, en la localidad sevillana de El Cuervo. Permanecerá abierta al público hasta el próximo 7 de julio.

El título de la exposición, Exorcismos particulares, alude en palabras de Pierrugues a «una expresión de Antonin Artaud en El teatro y su doble, en la que opone el lenguaje verbal a otro tipo de lenguaje del cuerpo que es el que me interesa en mi trabajo tanto fotográfico como universitario, que tiene que ver con lo material, lo gestual, lo corporal... Y que es capaz de provocar otro tipo de reacción y emoción en el espectador, funcionando de manera casi mágica como un ejercicio catártico, un exorcismo», agrega.

La muestra reúne una serie de fotografías y textos realizada durante el Festival Arte Flamenco de Mont-de-Marsan entre 2015 y 2017. «Está en continuidad directa con mi trabajo acerca de un fervor vuelto estado de cuerpo, encontrando en el arte flamenco un crisol de formas ideales: cuerpos intensos y fervorosos en el momento de cierta pasión y cierto abandono, gestualizando lo que podría ser un rito catártico del cual desconoceríamos las reglas; cuerpos afectados y afectivos en los cuales —y por los cuales— volveríamos a encontrar estas fórmulas de pathos investigadas por Aby Warburg, esta supervivencia de gestos atravesando las edades y las obras de la cultura figurativa y ofreciendo al actante y al espectador la oportunidad de una experiencia poética y estética singular».

Pastora Galván, Antonio Reyes, Juana Amaya, Rubio de Pruna, José Valencia, Esperanza Fernández o Ezequiel Benítez son algunos de los artistas inmortalizados por el objetivo de Olivia Pierrugues en estampas de hondo dramatismo que casi parecen poder oírse, como si la expresividad de rostros y cuerpos generara por sí misma la música.

Nacida en 1984, Pierrugues se define como una artista fotógrafa y doctoranda, que trabaja con la imagen y el texto. Diplomada con un Máster en Filología Hispánica y el diploma de la Escuela Nacional Superior de la Fotografía de Arles, vivió en Francia, España y Argentina, donde sus trabajos fueron expuestos, publicados y proyectados.

Sean visuales o textuales, sus imágenes buscan hacer visibles ciertos estados del cuerpo muchas veces al límite con la fiebre, acerca de preocupaciones vinculadas con las nociones de fervor, masculinidad, relaciones de carnes y fuerzas. Vive y trabaja entre Sevilla y Grenoble, donde prepara una tesis sobre la relación entre lengua, voz y gesto en el cante flamenco.

Ayer, de hecho, se encaminaba de nuevo hacia Mont-de-Marsan, donde tenía previsto participar en la muestra colectiva Instantanés, 30 ans de festival Arte Flamenco vus par les photographes.