«La mejor forma de escribir es muerto de miedo»

Roteño de 1960, vuelve a la novela con El azar y viceversa (Destino), ambientada en su pueblo en la Transición, y acaba de publicar Las formas de la Luna (Renacimiento).

—¿El parto de esta novela ha sido más largo de la cuenta?

—Entre una cosa y otra han sido siete años. Le he dado muchas vueltas porque requería un equilibrio muy peculiar, tenía que hacer una reconstrucción de época y escenarios con fidelidad. Pero bueno, imagino que todo es consecuencia de la prudencia.

—Uno de sus personajes era el novio del mundo. ¿De qué lo es este protagonista?

—Si lo tiene que ser de algo, del azar.

—Novela neopicaresca?

—Sí, el patrón básico de la piscaresca lo respeta, sobre todo en la primera parte. El menesteroso acaba siendo servidor de muchos amos.

—¿Es más difícil escribir de la propia tierra que de Samarcanda o Tombuctú?

—Sí y no. El problema era escribir de la Rota de los 70 sin hacer un escenario costumbrista, no pasarme con las explicaciones ni dejar de explicar lo importante, y quitarle el factor extrañeza al conjunto.

—¿Para usted la Transición es un enjuague indigno, como creen algunos, o una proeza colectiva, como defienden otros?

—En principio, creo que la Transición no ha terminado todavía. Seguimos ahí, porque unas cuantas décadas parecen mucho en la vida personal, pero como medida de tiempo histórico son un suspiro. Lo cierto es que la depuración democrática está pendiente, la veo como proceso en curso o en letargo.

—¿La reforma más urgente?

—La de la ley electoral. Mientras no se modifique, viviremos una democracia falsa.

—¿Una novela de Benítez Reyes es la mejor noticia para los seguidores del Benítez Reyes poeta?

—Tengo poemas, pero mi método es ir echándolos a una carpeta, y cuando la veo que abulta, miro lo que hay. Es curioso, cada vez escribo con más miedo.

—¿No se coge pericia?

——La mejor manera de escribir es muerto de miedo. Si no, pierdes respeto a la Literatura, y la Literatura te lo pierde a ti.