El integrismo religioso de los Reyes Católicos llevó a la expulsión el mismo año del Descubrimiento de miles de judíos españoles, que tanto habían contribuido con su sabiduría y riqueza al enriquecimiento de la península, reflejo de una sana integración y diversidad cultural. Una decisión de raíz claramente fascista que obligó a estas comunidades a abandonar sus bienes y hogares, enfrentarse a un futuro incierto y desplegarse por multitud de países mediterráneos, donde su acervo cultural lograría mantenerse vivo e intacto para regocijo de quienes lo recuperan y hoy nos lo acercan. Esto es especialmente tangible en el caso de la música, con un rico y variado cancionero que hoy sirve a formaciones como Sephardica para forjar repertorios atractivos en los que lo histórico se da la mano con lo popular y a través de licencias legítimas se hace sonar al gusto de los públicos actuales.

Con voz impostada, Sara Marina, forjadora de la formación junto al sevillano Emilio Villalba, recitó recuerdos de una infancia robada, la de millones de niños que fueron expulsados junto a sus familias de las tierras que habitaban y que con su memoria y orgullo forjaron lo que denominamos comunidad sefardí, una España imaginaria repartida por otros países de nuestro entorno, de la Europa Mediterránea al norte de África. Una licencia poética e intencionada que a algunos nos recordó al niño Aylan, yaciente en una playa turca y símbolo del actual drama de los refugiados sirios, que demuestra cómo la historia se repite y poco o nada aprendemos de ella. Las influencias de esos países donde se refugiaron los judíos expatriados, convenientemente tamizadas por el paso del tiempo y el cambio de gustos, propiciaron un agradable concierto en el que la belleza de las canciones primorosamente recuperadas por Villalba y Marina y entonadas con entrega y pasión por la voz sensual y aterciopelada de Ángeles Núñez, cautivaron a un público condicionado también por el carácter indiscutiblemente nostálgico de la propuesta.

Valió la pena por nuestra parte recuperar esta propuesta de Sephardica en la última de sus tres comparecencias de esta edición de las Noches en el Alcázar, dejarnos conmover por su iniciativa y maravillarnos con el dominio y el tesón de Villalba a la cuerda y el salterio, muy especialmente en el uso de la fídula, tañendo el arco con mucho sentimiento y elegancia. Marina empleó un claveciterio en su cometido, además de panderos representativos de la época y otros instrumentos de percusión, como el recurrente darbuka, empleando también en ello sencillez, elocuencia y elegancia. De hecho, todos los arreglos hicieron gala de un incontestable buen gusto. Y Núñez nos llevó de viaje, a través de su voz bien educada, perfectamente colocada y de emisión natural, con inclinación por los arabescos y ciertos dejes aflamencados, a través de diversas facetas de la cultura sefardí, de la ruda a las berenjenas, pasando por las canciones de cuna, todo tan arraigado en nuestra propia cultura que ni estos infames reyes nos lo pudieron arrancar.

SEPHARDICA ****

19º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Emilio Villalba, cuerdas pulsadas y frotadas. Sara Marina, percusiones y teclados. Ángeles Núñez, canto. Programa: Música de la tradición sefardí. Martes 28 de agosto de 2018

La memoria de los desheredados