Mediados de mayo en Sevilla. A orillas del río, el joven actor Álvaro Mel viste ropa de época mientras graba una de las escenas del capítulo nueve. «Cuando se case conmigo ya no dependerá de sus padres», repite el artista por cuarta vez, pues el sonido de los barcos por el Guadalquivir y de los coches por el Puente de Isabel II se ha colado varias veces en el audio. «¿Qué están, grabando?», se oye a una señora que se ha parado a contemplarlo desde el puente. «Silencio por favor, estamos rodando», piden desde producción. La proximidad al río suaviza las temperaturas y la sombra de los árboles, aunque escasa, hace el trabajo más llevadero al cuidadoso equipo de producción de La otra mirada.
La serie de temática feminista ya va por su cuarto capítulo en la televisión pública. «A priori puede parecer una serie oportunista por el momento reivindicativo que se vive de la mujer», explica Luis Santamaría, uno de sus directores. Sin embargo, la producción fue creada hace casi dos años por Josep Cister y Jaime Vaca y «pasó por alguna cadena hasta que TVE se interesó por ella», asegura Santamaría. La trama gira entorno a una escuela de señoritas de los años 20 en Sevilla, lo que ha permitido que las directoras de casting «apuesten por gente joven y desconocida». «El reto está en convertir a una promesa en una estrella», señala el director.
Un abundante equipo se ha desplazado esta semana hasta Sevilla para rodar algunas de las escenas de los últimos capítulos de la temporada. Entre ellos, las palabras «qué calor hace ya aquí» se escuchan casi tanto como «motor y acción». El elenco de actores se refugia del sol bajo paraguas, también de época por supuesto. Para Mel, Tomás Peralta en la serie, es su primer trabajo como actor. «Lo que más me costó es el andaluz», bromea, «las posturas y expresiones son diferentes, sobre todo si eres un chico de una familia de bien en los años 20». El joven reivindica la necesidad de que la televisión pública dé visibilidad a estos temas, «hace 100 años pasaban cosas que suceden hoy también, hay que cambiar un poco el chip», sostiene. Mientras tanto, Cecilia Freire (Ángela en la serie) ha cambiado los zapatos de salón por las zapatillas de deporte para el descanso, aunque luce un estupendo traje de 1915, «qué responsabilidad, y ahora voy a comer con él», bromea. La madrileña interpreta un personaje que es «un viaje a las tinieblas, nunca he hecho algo tan visceral, loco y salvaje». La artista reivindica la figura de la mujer que propone la serie, personajes femeninos independientes con conflictos propios más allá del amor. Por su parte, Alejandro Sigüenza (David, su marido en la ficción), refuerza la idea, «desgraciadamente a día de hoy todavía es necesario mostrar esta visión».
Por qué Sevilla
Los exteriores naturales «de lujo» que aparecen en La otra mirada –así los catalogan desde la serie– son espacios de Sevilla y sus alrededores. «Yo quería llevar la serie al sur, por la luz, el color y porque el papel de la mujer en Sevilla en esa época era aún más tradicional», explica el director. José Luis Pecharromán, director de fotografía, quien destaca la importancia del universo femenino de la ficción, que ha intentado reflejar a través de «luces suaves, envolventes y estéticas, con una fotografía bonita y amable».
Durante toda la semana pasada las orillas del río se convirtieron en sets de grabación, cáterings improvisados, cabinas de control, salas de vestuario y camerinos repletos de maquillaje. El rodaje también ha pasado por diferentes enclaves de Castilleja de Guzmán, Puebla del Río y Utrera. «Los escenarios naturales te nutren muchísimo porque te ponen en un sitio de rigor y tienes que estar a la altura para que la gente no se quede mirando a la Giralda», cuenta Cecilia, que confiesa que es su primera vez grabando fuera de Madrid. Durante las largas horas de rodaje por las vías públicas de la capital, el equipo se ha topado con numerosos viandantes que, atraídos por las cámaras y los trajes de época, se acercaban a contemplar la grabación de las escenas. Y es que la reivindicación del colectivo femenino pisa fuerte en las calles pero parece que comienza a dejar también sus huellas en la ficción.