Hay una pregunta que se hará todo aquel que contemple estas Constelaciones que ha inaugurado el C3A de Córdoba –y que permanecerán hasta el 7 de enero–. ¿Cuál es el límite de la poesía? Sabemos –más o menos– que los del arte plástico, la música y hasta el cine han sido desdibujados hasta la completa abstracción. ¿Pero cabía tamaña osadía en la tierra de Góngora? Una miríada de obras dan una respuesta afirmativa. Y un espacio imponente y con voluntad de resituar culturalmente a Córdoba en el siglo XXI como es este Centro de Creación Contemporánea tenía casi la obligación de acoger estas cerca de 400 obras que miran a las vanguardias históricas para volatilizar la palabra, para aniquilar cualquier atisbo de convencionalidad literaria.
«La poesía experimental no tiene nada que ver con el metro y con la rima, tampoco con la palabra», expresó ayer en la presentación de la muestra –coproducida con el Musac de León– uno de los comisarios de la misma, Luis Marigómez. «El proyecto toma como punto de partida el año 1963, simbólico en lo relativo a una nueva ebullición artística en España que cuaja, en lo que concierne a esta poesía, en la puesta en acción del colectivo Problemática 63, fundado por Julio Campal», detalló. La exposición es caudalosa; pasando de los extrañamientos poéticos de la obra escultórica de Guillem Viladot a los collages fonéticos de Rogelio López Cuenca; de la poesía letrista de José Luis Castillejo al conceptualismo literario de Isidoro Valcárcel Medina con escala en el Poema pornográfico de Nel Amaro, el videoarte de Elena Asins o la poética instalativa de Bartolomé Ferrando.
«Los creadores se mueven en la frontera entre los géneros y las artes como la pintura, la acción poética, el teatro y la música; dando luz a la poesía objetual, fonética, sonora, de acción, pseudo-visual...», detalla la también comisaria Esperanza Ortega.
Hay igualmente en estas Constelaciones un gusto por reivindicar el formato pobre, artesanal; la creación plasmada en una hoja de cuaderno arrancada, una caja de cerillas o una simple revista intervenida. «Tras la Segunda Guerra Mundial el ámbito de representación del poema se dilata en un ejercicio de libertad expresiva que incluye desde la soberanía de lo más frágil hasta la complejidad que supone contar con nuevos medios de reproducción para expandir el alcance del signo poético», reflexiona Marigómez.
El flamante C3A ha hecho, en fin, un ejercicio arriesgado de posicionamiento. Si la lección de las vanguardias continúa sin ser aprendida, tal vez sea hora de que los espacios públicos empiecen a reparar con insistencia en ella, a explicárnoslas y a contagiarnos con su demoledora fiereza estética. Para que las nuevas generaciones penetren también en esta galaxia se ha desarrollado un programa didáctico que persigue que los niños se relacionen con estas gramáticas con mucha mayor fluidez y naturalidad que los adultos.
EL ÚLTIMO (MUSEO) DE LA FILA
Sorprende visitar por vez primera vez el C3A de Córdoba. No es cualquier cosa. Es una mole de hormigón armado en medio de un solar no lejos del centro y cuya construcción se aprobó poco antes de que la crisis dijera ‘hola’. Se levantó, permaneció años cerrado y la reciente ex consejera de Cultura, Rosa Aguilar, se empeñó (lógicamente, ya estaba hecho) en hacer patria abriendo sus puertas.
Una vez asumida su existencia, y por tanto enterrado el debate de su mayor o menor idoneidad, queda el mayor reto; dotarlo de coherencia programativa. Hacer algo con él. Que Álvaro Rodríguez Fominaya, con una trayectoria de enorme altura, fuera seleccionado mediante concurso público como su director artístico fue el primer paso firme. Hay más, y se irán viendo en los próximos meses. El C3A quiere ser otra cosa porque su propio escenario le condena a no ser nada convencional (salas hexagonales, difícil musealización, acústica compleja...) Parece que va a serlo. De momento estas Constelaciones de poemas vanguardistas apuntan al buen camino.