Aunque sólo fuera por pasear por Itálica al anochecer ya merecería la pena. Pero es bastante más que eso. Hasta el próximo 3 de septiembre el conjunto arqueológico invita al público a sumarse a una serie de visitas nocturnas y teatralizadas puestas en marcha por Engranajes Culturales. Una de las más celebradas es la denominada Las músicas en Itálica, cuya grandeza en su modestia, comienza a revelarse lentamente, imperceptiblemente.
En esta visita se recorre la arena del anfiteatro, las puertas de la ciudad, las casas italicenses y demás espacios singulares, puestos a resonar con la lectura de textos épicos, interpretaciones teatrales, músicas y sonidos del pasado, acompañados de explicaciones acerca del origen de las musas en la mitología griega y su capacidad inspiradora a lo largo de decenas de siglos.
Guiados un tanto solemnemente por Sergio Raya, la visita transcurre en un ambiente de recogimiento y muy poca luz. Y es precisamente cuando esta desaparece casi por completo cuando la puesta en escena adquiere su verdadera dimensión, llegando a ser imponente el tránsito por el anfiteatro para escuchar, en un pequeño espacio del mismo, a la musa griega de la poesía sacra, Polimnia, recitando unos versos de San Juan de la Cruz dedicados a Santa Teresa de Jesús con la única luz de una chispeante pira y con el colchón sonoro de una viola da gamba.
Apuntábamos que este es un espectáculo pequeño. Más bien se trata de una pulcra visita guiada, una reinterpretación de Itálica desde el punto de vista de las musas. Pero va de menos a más, comienza con una impostada aparición de Calíope, musa de la poesía épica y la elocuencia, y concluye con el descubrimiento de Clío, musa de la historia y de la poesía heroica. Ella es quien cierra la función con la declamación de unos versos de Rodrigo Caro (1573–1647) inscritos en una pequeña columna, los primeros dedicados a este yacimiento. «Reliquia es solamente/ de su invencible gente./ Solo quedan memorias funerales/ donde erraron ya sombras de alto ejemplo;/ este llano fue plaza, allí fue templo;/ de todo apenas quedan las señales./ Del gimnasio y las termas regaladas/ leves vuelan cenizas desdichadas;/ las torres que desprecio al aire fueron/ a su gran pesadumbre se rindieron».
Y es así como poco a poco los visitantes –apenas medio centenar en cada pase– van descubriendo el papel fundamental de estas divinidades en la génesis de la tradición cultural occidental. A Terpsícore, la musa de la danza, le corresponde otro de los momentos más inspirados, con un baile descalza sobre uno de los mosaicos del conjunto, con la luz de la noche prendiendo en el cielo y Sevilla, a lo lejos, como un vago recuerdo.
Monteverdi
Antes, la visita a la conocida como Casa de los Pájaros depara la admiración de la musa Euterpe, quien interpreta un pequeño fragmento de la Favola in musica Orfeo (1607), de Claudio Monteverdi, entendida hoy como la primera ópera de la historia.
Melpómene, musa de la tragedia; Erato, musa del arte lírico de la elegía; Talía, musa de la comedia; y Urania, musa de la astrología y la astronomía son otras de las deidades que aguardan en el recorrido. Pero si se quiere prescindir de ellas en el caso de acudir pletóricos de inspiración, también existe la posibilidad de enrolarse en los llamados Paseos musicales. En ellos se mostrará el legado que, a lo largo de los siglos, ha dejado la cultura romana reflejado en todas las artes: literatura, arquitectura, pintura y especialmente en la música.
En estos paseos, iluminados por candiles, se interpretarán diversas piezas musicales del Renacimiento y Barroco europeo inspiradas en mitos de tradición clásica, las cuales adentrarán a los visitantes en el alma oculta en los restos históricos conservados en el conjunto arqueológico, uniendo patrimonio y música. Desafortunadamente, las 755 plazas para todas estas visitas (gratuitas) se han acabado. Pero habrá más. Estén atentos a las redes sociales de Itálica y de Engranajes Culturales.