«Las novelas policiacas hacen una pregunta deprimente»

A veces la parodia puede ser un ejercicio de seriedad. ‘Novela negra’, del finlandés Petri Tamminen, repasa con cierto humor el gusto de los nórdicos por las historias de crímenes, y el resultado es una radiografía bastante desoladora de la sociedad

11 jun 2018 / 07:40 h - Actualizado: 10 jun 2018 / 21:38 h.
"Literatura"
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No está mal como broma el que a un novelista finlandés que viene a España a presentar su parodia sobre las novelas negras nórdicas –tan exitosas ellas y tan de moda– se le reciba en puertas del verano con frío y con lluvia. Aquí en España también se domina el arte de caricaturizar cosas. Pero en el caso concreto de Petri Tamminen, ha logrado poner el foco en el meollo real que hay debajo de toda esa exuberante cantidad de libros, todos imitándose unos a otros: la deshumanización y la soledad galopantes. Bajo el sello editorial de Meettok, Novela negra es el título de su nuevo libro; una obra donde con su proverbial estilo lacónico –«confío en la comprensión del lector, no en su paciencia», dice él– se mete en la curiosa aventura de la persecución policiaca de Ängstrom, un tipo que se dedica no a robar, ni a matar, ni a estafar al prójimo, sino a deprimir a todo el que pilla: novias a las que dejan plantadas en el altar, niños que se quedan sin excursión... hasta asuntos mayores.

—¿Por qué en el norte de Europa ha cuajado tan bien la novela negra, en particular la inverosímil?

—Yo mismo me he preguntado lo mismo. Es igual de inesperado que el agrado de los japoneses por la violencia. Será una cuestión de contrastes. Japón y el Norte no son paraísos de la expresión emocional. Al contrario, más bien sabemos avergonzarnos de nuestros sentimientos, lo que produce la necesidad de tratar con los sentimientos en forma de ficción. Puede ser que nos interese precisamente la policía que investiga delitos con frialdad y domina su miedo, pues así es como a nosotros nos gustaría ser. Aunque en realidad estamos asustados. ¿De qué? Ni nosotros lo sabemos con certeza. Quizás el miedo viene de muy lejos, del hecho de que así es como nació la sociedad agraria en el norte. En nuestros informes meteorológicos se repite la palabra hallanvaara (peligro de helada). Se refiere a las heladas de veranos, que pueden arruinar las cosechas. Muy pocos viven ahora de la agricultura, pero todos provenimos de esa idea de peligro, que viene la helada.

—¿Por qué cree que los delitos son tan atractivos como material de entretenimiento?

—Todo lo que se conecta con los instintos primitivos va directamente al torrente sanguíneo. La lucha entre el bien y el mal y el peligro de muerte no requieren explicación, se entienden de inmediato.

—Se supone que todas las parodias son una crítica. ¿Cuál es la suya?

—Buena observación. Creo que critico el hecho de que las novelas negras no intentan responder a la pregunta: ¿Cómo te sientes viviendo?, que para mí es la cuestión más importante de la literatura. En otras palabras, las novelas policíacas y de detectives me dejan solo. Se concentran en la pregunta: ¿Qué pasa aquí? En mi opinión, es una pregunta deprimente. Es como una forma de tánatos.

—Parece preocupado por una posible deshumanización progresiva de la sociedad. ¿Cree que desde la literatura se puede hacer algo al respecto o estamos dramatizando demasiado?

—La literatura es para mí el mejor antídoto contra la soledad existencial. Los libros son la prueba de que habito el mismo mundo que otros, así que creo fuertemente que la literatura y toda la ciencia nos convierte en nosotros. El resto es una lucha del ego contra el ego. A través del arte formamos una comunidad. Respecto a la la dramatización... al menos sé que soy bueno dramatizando. Me considero un racionalista, y creo que es interesante pensar en las causas y consecuencias, pero soy pésimo tratando mis propios sentimientos. Es extraño, pensé que esa habilidad se desarrollaría automáticamente con la edad, pero parece que no.

—Se lanza a indagar en el alma humana. ¿Qué ha encontrado en ella?

—Ojalá de verdad supiera indagar en el alma humana. En realidad, sólo dispongo de un par de lentes a través de las cuales observo el mundo. Esas lentes son la vergüenza y la culpabilidad. Quiero decir que examino sus formas de realización y representación en el mundo y justo por eso hay tantísimas cosas de la vida que se me quedan sin comprender.

—¿Qué nos está pasando con la felicidad?

—Paso a menudo las madrugadas en vela. Entonces siempre pienso que todo está perdido, que el mundo está perdido y que yo personalmente he fracasado en la vida. La sensación es auténtica, aunque no tengo evidencias que la prueben. Durante el día camino envuelto en una especie de velo funcional. Hasta que de madrugada me vuelvo a despertar apenado. Soy como un pasajero en un tren donde hay asientos cómodos y el paisaje es hermoso y tengo una buena merienda, pero el tren está de camino a algún lugar muy penoso. Por el día solo viajo, pero por las noches recuerdo el destino y me entra ansiedad. Y ya no puedo decidir en cuál de esas dos observaciones debería confiar. Es un poco el mismo fenómeno, por el día soy ateo y por las noches creyente.