De todos es sabido que, por lo general, los celos son sólo un producto de la imaginación, y por lo general nos provocan un sentimiento tan gratuíto como innecesario y tóxico. Es justo lo que pretende retratar Constanza de Sanz con su novela espistolar ‘Venticuatro horas en la vida de una mujer sensible’, un relato aleccionador que nos advierte sobre los peligros de situar la pasión y el deseo por encima de la razón.
En ese sentido llama la atención que en esta versión teatral Juan Carlos Rubio opte por destacar justo lo contrario. Y es que, aunque la novela original describe con todo lujo de detalles toda una gama de emociones y sensaciones destructivas, al final se impone la razón y la protagonista acaba descubriendo que sus celos son totalmente infundados. Aquí, en cambio, el director opta por un final plenamente romántico. Un romanticismo que se refleja también en la puesta en escena, que recrea una atmósfera de ensoñamiento y lirismo, gracias a las piezas de danza contemporánea con las que Chevi Muraday, con un alto grado de expresividad, cotundencia y limpieza técnica ahonda en el mar de emociones descontraladas que asolan a la protagonista. Pero en un momento dado el bailarín se convierte en personaje y la magia se rompe. Tampoco ayuda el recurso de la voz en off, que nos distancia del relato y las emociones que el personaje prentende transmitir. Y por si eso fuera poco, a pesar de su evidente calidad el diseño de iluminación de Juanjo Llorens y la envolvente música de Julio Awad no acaban de conectar con el relato.
Por fortuna la obra cuenta con la interpretaciónd de Kiti Manver, un animal de teatro que nos seduce desde que aparece en escena con una soberbia interpretación, repleta de matices interpretativos.
Obra: Sensible
Lugar: Teatro Lope de Vega, 8 de febrero
Autora: Constanza de Sanz
Versión y dirección: Juan Carlos Rubio
Coreografía: Chevi Muraday
Música Original: Julio Awad
Interpretación: Kiti Manver y Chevi Muraday
Calificación: 2 estrellas (**)