Su verdadero nombre es Raquel Riba, pero su alias artístico, Lola Vendetta, la ha convertido en una de las dibujantes punteras de la nueva ola feminista. Prueba de ello es su última obra, ¿Qué pacha, mama? (Lumen), donde aborda sin tapujos cuestiones que van de la menstruación a las madres castrantes.
Sobre sus inicios, recuerda que «antes había hecho algún cuento infantil como ilustradora. Pero hace unos años, trabajando como azafata, se me ocurrió un personaje que serviría para desahogarme de todo lo que no me gustaba de mi día a día, de lo que vivía en la calle. Hasta que me di cuenta de que lo que yo pensaba formaba parte de algo llamado feminismo».
Riba se convirtió así en militante fervorosa y sin pelos en la lengua. «Lo políticamente correcto es peligroso, puede llevarte a callarte cosas. Yo crecí en un contexto en el que se hablaba con muchos rodeos de asuntos importantes, pero vi que acortar el camino me hace la vida más fácil», asevera. «Mira por ejemplo el piropo callejero: hay muchas formas de decirlos, pero la mayoría está para demostrar el poder de los hombres. Y eso tiene que cambiar».
Al servicio de esa causa ha dedicado Riba no pocas viñetas, pero también es capaz de retratarse a sí misma reprochándole cosas al mismísimo dios de la Biblia: «Esas viñetas surgieron en el estudio de mi pareja, que un día me preguntó: ‘Si pudieras hablar con dios, ¿qué le dirías?’. Empecé a darle vueltas y encontré fragmentos de la Biblia muy crueles con la mujer. Es cierto que se escribió hace mucho, pero es una herencia cultural muy fuerte», señala.
Madres no perfectas
Más delicado si cabe es el asunto de la madre. El personaje protagonista de ¿Qué pacha, mama? mantiene una verdadera lucha para conciliar el afecto familiar con las influencias más o menos perversas que su progenitora ha ejercido sobre ella. En todo caso, Riba comenta que «yo quería abordar el tema de las madres no perfectas», dice. «Confieso que yo no he tenido la mejor orientación emocional, y con eso vas creciendo y pasa lo que pasa. Abordar eso, poner luz dentro de la casa, era el objetivo de esa línea de trabajo».
«Muchas mujeres de las generaciones anteriores se tuvieron que quedar en casa, y hasta ahora se ha dado por hecho que tenían que entender ese rol. Pero puede ser muy fuerte ver tu carrera profesional vetada por tener que dedicar tu tiempo a los hijos, y eso conduce a la frustración», prosigue la artista. «También quería dejar claro que una madre puede ser muy hijaputa con sus hijos, y no pasa nada. Una vez que te has cagado en todo, ¿qué haces? ¿Te vas a seguir quejando? Toca solucionar las cosas, respetando la jerarquía de que tu madre ha llegado antes, pero no por eso es una superheroína».
También llama la atención la naturalidad con que se aborda un viejo tabú como la menstruación. «Yo no tengo muchas barreras, me sale mucho. Pero crecí en un contexto del Opus, y aprendí que la sociedad se escandaliza muy fácilmente, aunque yo siempre he hablado de cualquier cosa».
«Incluso en un piso compartido con cinco chicas, me di cuenta de que se hablaba de la menstruación por lo bajinis, como del orgasmo. Ahí me puse a reflexionar y me di cuenta de que nos resulta más fácil hablar de lo doloroso del sexo que de lo bonito», agrega la dibujante.
Riba, que afirma que la mayoría de sus lectores son mujeres «salvo un maravilloso 7 por ciento, son pocos pero muy activos», no duda en retratar a su alter ego con una katana a lo Kill Bill, y se hincha a matar simbólicamente hombres. «Mi libro anterior iba mucho del acoso, de las relaciones tóxicas entre hombres y mujeres, pero quede claro que la katana es un recurso para cuando ya no puedes más. Y todas las muertes quedan en la imaginación»