Los aficionados piensan ya en los festivales del verano

El Potaje Gitano dará un año más el pistoletazo de salida en junio

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
04 may 2017 / 22:09 h - Actualizado: 04 may 2017 / 22:16 h.
"Flamenco","La Gazapera"
  • El cantaor Diego Clavel en el Festival flamenco de La Puebla de Cazalla de 2002. / Jorge Zapata
    El cantaor Diego Clavel en el Festival flamenco de La Puebla de Cazalla de 2002. / Jorge Zapata

Llegado el mes de mayo, los aficionados al flamenco piensan ya en los festivales del verano, que aunque no atraviesan por su mejor momento, siguen resistiendo a duras penas, con carteles que no tienen mucho que ver con los de hace tres o cuatro décadas, pero protagonizados por una nueva hornada de artistas del cante, el toque y el baile, que es la que tira ahora del carro.

La creación de los festivales de verano a finales de los cincuenta, llegaron para cerrar una etapa y abrir otra. Coincidió con las primeras peñas flamencas, los concursos nacionales, el auge de la flamencología y la llegada del disco de vinilo y con el nuevo formato, las antologías discográficas.

Atrás quedaba una época muy distinta, la de la posguerra, en la que todo se había desmadrado un poco, quizás por la Andalucía que nos había dejado la Guerra Civil española de 1936. Con algunas de las grandes figuras de la Ópera Flamenca en clara decadencia, surgieron otras de mucho peso y quedó inaugurada la época de los festivales de los pueblos andaluces.

Estos inicios, entrados ya los años sesenta, estuvieron marcados por artistas como Antonio Mairena, Fosforito, la Paquera de Jerez, Fernanda y Bernarda, María Vargas, José Menese, Camarón, Terremoto de Jerez, Naranjito de Triana, Manuel Agujetas, Lebrijano, Gabriel Moreno y otros. Del baile, por Matilde Coral, Trini España, Farruco y Manuela Carrasco, y del toque por Melchor de Marchena, Diego del Gastor, José Cala El Poeta, Pedro Peña, Juan Habichuela, Manolo Brenes, Manolo Domínguez o Pedro Bacán.

Utrera, Arcos de la Frontera, Mairena del Alcor, La Puebla de Cazalla, Morón de la Frontera, Puente Genil y Écija, entre otros muchos pueblos, marcaron un poco el camino a seguir y entre todos contribuyeron a crear una nueva época de oro del flamenco, la que va desde finales de los cincuenta a los ochenta. Gracias a estos festivales, los artistas empezaron a ganar dinero y, por tanto, a poder vivir dignamente del arte sin necesidad de meterse en aventuras comerciales, como hicieron artistas anteriores.

Hay varias cosas que juegan en contra de los festivales de verano, y una de ellas es el hecho de que en dos décadas hayan desaparecido tantas figuras emblemáticas y de tirón para los aficionados más cabales. Ya es imposible confeccionar alguno de aquellos carteles, donde a veces coincidían diez o doce grandes figuras de las tres facetas. Para que se hagan una idea, en un mismo cartel podían juntarse Fosforito, Lebrijano, Camarón, Menese, La Paquera, Manuel Agujetas o Diego Clavel. Y era viable. Hoy sería imposible juntar en un mismo festival de verano a las diez principales figuras del flamenco actual.

Han llegado nuevas voces, algunas de calidad más que demostrada, como Mayte Martín, Esperanza Fernández, Jesús Méndez, El Granaíno, José Valencia, Marina Heredia, Rancapino chico o Manuel Cástulo, que están abriendo una nueva etapa, sin entrar en comparaciones. Y no hay que olvidar a figuras como José Mercé, El Pele o Vicente Soto, a caballo entre una época y otra, que son una garantía a la hora de confeccionar un buen cartel.

El Potaje Gitano, dedicado este año a Miguel Funi, subirá de nuevo el telón en junio y a partir de ese pistoletazo de salida, un verdadero rosario de festivales por toda la geografía andaluza.