La cosa es sencilla. Aparentemente, está todo cantado. Termina la gala del próximo día 26 y La La Land se ha llevado ocho o nueve Oscars: película, director, actriz, guion tal vez, fotografía, sonido, puede que dirección artística, música y canción. Es lo que se espera, así que fin de la historia: el mundo del cine está de un previsible que roza la vulgaridad. La pregunta es si cabe esperar que en Hollywood, donde de vez en cuando gusta salirse por la tangente, la gran industria temerosa y la progresía artística reaccionen con sus votos a la inquietante incorporación del factor Trump a la vida de los americanos en particular y del planeta en general.
A día de hoy, cuando se han concedido ya casi todos los premios orientativos, nada parece anunciar que vaya a haber sorpresas gordas (aunque si se llaman sorpresas es porque no se esperan): un Casey Affleck catapultado por la crítica (Mánchester frente al mar) pelearía a Denzel Washington el Oscar a mejor actor; Mahershala Ali obtendría el de secundario (Moonlight); Viola Davis el de actriz de reparto (Fences); efectos especiales para El libro de la selva; guion adaptado para La llegada o Moonlight; Zootrópolis como cinta de animación; vestuario para Jackie; maquillaje para Star Trek; y película de habla no inglesa para la alemana Tony Erdmann, pero cuidado que está ahí la iraní, cuyo director, Asghar Farhadi, se convertía hace unas semanas en la primera víctima de relumbrón de la política restrictiva de visados de Trump y bien podría arrastrar simpatías a su causa por esta razón. Quienes tengan pensado echar una madrugada de pizzas con los amigos a ver quién gana la porra, aquí tienen unos valores aparentemente seguros. Aunque los Oscars son especialistas en arruinar expectativas.
Hay un cineasta español que tiene merecida fama de acertar con sus pronósticos: José Luis Garci. Su criterio coincide este año, en líneas generales, con el veredicto del Círculo de Críticos de Nueva York, uno de los termómetros que suelen consultarse por estas fechas para intentar desentrañar el misterio. Según esto, hay que tener muy en cuenta un título que puede darle la vuelta a la tortilla: Moonlight, una película que lo tiene todo: adolescencia, drama familiar, homosexualidad, drogas, acoso escolar... y probablemente, el mejor guion de este año (con permiso de La llegada), además de ser todos actores negros en estado de gracia. Problema: los gustos de Nueva York no suelen coincidir con los del común de los votantes de los Oscars. Salvo que este año hay una excepción a esa regla: la Asociación de Críticos de Los Ángeles ha reconocido Moonlight como mejor película del año y galardonado a su realizador, Barry Jenkins. Así que mucha atención, porque por aquí pueden ir los tiros si lo que se quisiera fuese protestar por la política del nuevo presidente Trump.
Puede haber más sorpresas: una pista muy fiable (no hay año en que no acierte al menos tres de sus cuatro pronósticos) es el del sindicato de los actores, el Screen Actors Guild. Este año han premiado a Emma Stone como actriz principal por La La Land (hasta ahí, lo esperado), Mahershala Ali y Viola Davis como secundarios (ídem)... pero ojo, que el galardón a mejor actor se lo han dado a Denzel Washington por su papel en Fences. Este carismático intérprete ha sido siempre el favorito hasta que la tendencia de moda ha tirado hacia Affleck en las últimas semanas. La de actor (que no la tiene ni mucho menos ganada) y la de guion original son las dos categorías donde Mánchester frente al mar podría decir aquí estoy yo, aunque lo tendría que pelear de lo lindo, sobre todo lo segundo. Pese a ser probablemente la mejor película del año, La llegada lo tiene muy complicado salvo en las modalidades de sonido y edición de sonido, guion adaptado (como se decía antes) y montaje, que son las cuatro patas sobre las que se sustenta este extraordinario fenómeno cinematográfico que sin duda se llevaría de calle un hipotético Oscar a hacer pensar, absolutamente improbable en la América actual.
Pero habrá sorpresas, y ahí, en el talento para detectarlas con antelación, es donde se verá al verdadero conocedor de la psicología de los Oscars, si es que la tiene, o si es que importa. La pregunta es qué tiene que decir el mundo del cine americano a todo lo que está pasando... y si tiene por qué decirlo.