Resulta difícil entender por qué Haneke se ha interesado por una historia como ésta, mil veces contada, en torno a una familia de la alta burguesía, rescoldo de la aristocracia francesa que tanto parece resistirse a desaparecer, y los males que sufren sistemáticamente. Mientras, van apareciendo clichés más que repetidos, como la lucha de clases reflejada en un problema de índole judicial que relaciona a la poderosa familia protagonista con sus trabajadores víctimas de un accidente laboral; o la actitud de rebeldía sistemática del nieto. Quizás reencontrarse con viejos amigos como la Huppert o Trintignant, cuyo personaje repite una de las circunstancias que rodearon al que interpretó en Amor, haya sido la motivación para enfrentarse a este producto, además con trazo tan convencional y poco estimulante. Pero los buenos directores dejan siempre su impronta y no se puede negar que, a pesar de todo, Haneke consigue atrapar nuestra atención y hacerlo de forma amena. Y para que su sello quede también reflejado, se atreve a incluir algunos detalles escabrosos, sexuales y criminales, en esta historia sobre ricos que sufren contratiempos como si les hubieran echado un mal de ojos, y que matan su conciencia de clase con gestos nada improvisados de buena voluntad y patética generosidad. Quizás se encuentre entre lo más flojo de su director, que habitualmente acierta más a la hora de sorprender y provocar, pero que esta vez se queda más bien en un nivel meramente contemplativo.

Happy End **

EFA. Austria-Francia-Alemania 2017 110 min.

Dirección: Michael Haneke Intérpretes: Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, Matthieu Kassovitz, Fantine Harduin, Toby Jones