La noche es el reposo del guerrero, el momento del día en el que nos relajamos y nos dejamos llevar para descansar toda nuestra energía, nuestras frustraciones y preocupaciones. Las estivales nos llevan frecuentemente a los jardines, donde entre aromas y brisas, anoche pocas, aparcamos nuestras inquietudes y olvidamos nuestros quehaceres habituales. Resulta por eso sintomático que tras una jornada de tanto ajetreo político, con los supuestos salvadores de la patria frustrando toda posibilidad de progreso, y secuestrando la voluntad popular depositada en unas abusadas urnas, dos agitadores de la vida cultural sevillana como son Mariví Blasco e Ignacio Torner, nos mecieran al son de aquellas canciones que a principios del pasado siglo conformaron nuestro particular nacionalismo, haciendo que la noche sonara tan española.

A Mariví Blasco es habitual verla en las Noches del Alcázar, pero desgranando su talento en repertorios más afines a la música antigua y del barroco que le son familiares, como así ocurrió hace unos días cuando actuó junto a Belisana Ruiz. Toda artista sin embargo ha de evolucionar y probar otros repertorios, aunque solo las más atrevidas e inquietas acaben haciéndolo. La inmersión de Blasco en la canción clásica española y los resultados obtenidos demuestra que la soprano valenciana merece una muy alta consideración. Junto a ella, el ecléctico Ignacio Torner, una de las cabezas visibles del experimental Taller Sonoro, firmó un agradable y responsable acompañamiento, rematado con unas desiguales aportaciones en solitario.

La raíz aflamencada de muchas de las composiciones seleccionadas para la ocasión permiten su interpretación en ese registro, pero su condición clásica admite también una versión más académica y en estilo clásico, como la que pudimos disfrutar en la voz de Blasco. Si bien es verdad que tardó algo en calentar, denotando cierta inseguridad y destemplanza en El paño moruno y la Seguidilla murciana, a partir de la Asturiana apreciamos mayor decisión y convicción en voz y modos, convenciendo plenamente en la Jota y en una muy paladeada Nana en la que jugó además a su favor su perfecta dicción. Aún más segura pudimos disfrutarla en las canciones recopiladas y armonizadas por Lorca, desplegando emoción y color desde una óptica sumamente delicada y exquisita, sin estridencias ni sobresaltos de temperamento. Y aunque en algunos pasajes faltó una pizca más de gracia, encandiló con Las tres hojas, una muy intensa Nana de Sevilla, y sobre todo unas muy elegantes y celebradas Sevillanas del siglo XVIII.

Menos frecuentadas pero cumbre así mismo de la canción seria española son las Tonadillas en estilo antiguo de Granados, una colección de canciones basadas en poemas de Fernando Periquet que no se considera propiamente ciclo porque están destinadas a voces de registro distinto e incluso un dúo final. Centradas como las de Falla en el amor y la seducción, Blasco las cantó con sensualidad y sentido poético, destacando especialmente la primera de las tres seleccionadas, El mirar de la maja, que cantó con mucha intensidad, equilibrio, dominio del fraseo y una perfecta modulación. Toner acompañó con soltura y sentido de la responsabilidad, aunque percibimos en piezas como las Sevillanas tendencia al martilleo obsesivo. En solitario alcanzó cotas de enorme sensibilidad y sensualidad en La Puerta del Vino, que no se repitió en un Atardecer en Granada, también de Debussy, algo enmarañado y falto de cohesión interna. Los jardines del Alcázar y de la Alhambra se fusionaron así en este programa tan granadino que destacó por la delicadeza, la elegancia y la exquisita forma de cantar de una rutilante valenciana.

MARIVÍ BLASCO E IGNACIO TORNER ***

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mariví Blasco, soprano. Ignacio Torner, piano. Programa: Siete canciones populares, de Falla; La Puerta del Vino y La Soirée dans Grenade, de Debussy; Selección de Canciones españolas antiguas, de Lorca; Selección de Tonadillas en estilo antiguo, de Granados. Martes 23 de julio de 2019