Obra: Bacantes, preludio para una catarsis
Lugar: Teatro Central 16 de noviembre
Producción: P.O.R.K.
Coreografía: Marlene Monteiro Freitas
Interpretación: Marlene Monteiro Freitas, Andreas Merk, Betty Tchocomanga, Cookie, Claudio Silva, Flora Détraz, Gonçalo Marques, Guillaume Gardey de Soos, Johannes Krieger, Lander Patrick, Miguel Filipe, Tomás Moital y Yaw Tembe
Calificación: ***
Una obra a caballo entre la perfomance, la danza y el teatro físico que se sirve de las figuras de las Bacantes para dar rienda suelta a una imaginación delirante. Es lo que nos propone Marlene Monteiro Freitas con este espectáculo, que remite a la estética de Jan Fabre.
Más que narrar, la dramaturgia se centra en desplegar un espacio caótico y desenfrenado donde las acciones parecen tender al descontrol. Aunque todo está perfectamente ajustado. Para ello la coreógrafa de Cabo Verde cuenta con ocho intérpretes, tres bailarinas y cinco bailarines, además de cinco músicos que no se limitan a tocar sus trompetas, sino que interactúan en todo momento con los bailarines. Cuenta también la obra con el espectacular diseño de luces de Yanic Fouassier, quien se encarga también de recrear un espacio en blanco y negro cuya frialdad contrasta con el desorden de los objetos, unos taburetes y atriles tan funcionales como evocadores, a pesar de su sencillez.
La coreografía de Marlene Monteiro Freitas gira en torno a movimientos secuenciales repetitivos. Al principio los bailarines se entregan a una suerte de ritual de idas y venidas sin orden ni concierto por el escenario, pero llega un momento en que todos acaban bailando al unísono hasta entregarse a una suerte de ritual de la reiteración que parece buscar la catarsis en el agotamiento. Pero lo único que consigue es saturarnos, sobre todo cuando la secuencia se rompe y los intérpretes vuelven a deambular por el escenario con gestos y movimientos que nos provocan repulsión, o se empeñan en hacer ruidos molestos, o saltan al patio de butacas para saludar al público, o se paran para ver una filmación que muestra a una mujer pariendo sin ningún tipo de ayuda. Y es que si algo define a esta obra es su afán de provocación, que abarca incluso a la actuación de los músicos, ya sea echando agua a sus instrumentos o reproduciendo sonidos ensordecedores y disonantes.
Todo ello no acaba de casar ni con la catarsis ni con la tragedia, que para Nietzsche surgía del cruce entre el espíritu apolíneo, representante del orden y la mesura, y el dionisíaco, que representa el delirio, la locura y la desmesura. Pero aquí prima solo el segundo, incluso en cuanto a la duración del espectáculo, más de dos horas que acaban delimitando un ritmo irregular y tedioso.