MORENTE Y PERIANES ***

Grandes Intérpretes. Estrella Morente, voz. Javier Perianes, piano. Programa: Canciones españolas antiguas, de Lorca; Cuatro piezas españolas y Siete canciones populares españolas, de Falla. Teatro de la Maestranza, jueves 30 de junio de 2016

Con la coyuntura económica que nos arrastra desde hace casi una década, un teatro tan ambicioso como el Maestranza necesita grandes y muy populares carteles para afianzarse hasta que pase la tormenta. Pero con estas políticas se corre el peligro, en ésta y todas las vertientes culturales y sociales de nuestra geografía, de embrutecerse y conformarse con lo liviano frente a lo excelso y trascendental. Hacer taquilla es lo más importante ya hasta para un teatro público, pagado con el bolsillo de todos y todas, nuestro por lo tanto, aunque quienes lo gestionan mantengan una postura caciquista al respecto. Por eso no sorprende que a alguien se le ocurriera casar artísticamente a dos personalidades de tan distinto calado para grabar un disco y llevarlos de gira a hacer caja. Cada uno y una por separado tiene su público, entregado e incondicional (a alguien le oí decir que Perianes es el mejor pianista del mundo, y de Morente ni digamos cómo comulga el público con su discutible estilo) y combinarlos puede resultar una brillante estrategia comercial, pero a todas luces efímera y desde luego nada memorable.

Perianes no es el mejor pianista del mundo, de hecho ¿alguien lo es?, pero sin duda sigue siendo un grande del instrumento, con un derroche de sensibilidad y una seguridad en lo que dice y cómo quiere decirlo que lo coloca ya en una situación preeminente. Así lo demostró en unas impagables piezas españolas de Falla, matizadas al límite y degustadas con fruición. Tan dinámico y arrollador en la Aragonesa como contenido y evocador en la Cubana, llegando al delirio sin disparatarse en ningún momento ni traicionar su espíritu reflexivo en la Andaluza final. A Morente la acompañó igualmente con delicadeza, responsabilidad y notable esfuerzo, procurando adaptarse a sus salidas de marco, especialmente sus adelantamientos en Las tres hojas del ciclo lorquiano. Para no conformarse con cumplir expediente, labró un pianismo entre lo ligero, lo folclórico y a veces incluso un toque de blues.

Estrella Morente abordó las canciones recogidas por Lorca llevándolas a un terreno más cerca de la canción ligera que del flamenco o incluso la copla. Contenida y casi sin emoción, y en ocasiones incluso sin parecer entender lo que interpretaba, Morente hizo gala de una voz dulce y aterciopelada, venerada por su público, que aunque amplificada tuvo sus momentos de lucimiento, si bien los más recogidos resultaron frecuentemente impostados. Con el Zorongo como momento más pintoresco de la función, dejó para el final las Sevillanas del Siglo XVIII, para acabar de meterse al público en el bolsillo, y dejó fuera la popular Tarara. En la misma línea abordó las canciones de Falla; la Nana le quedó muy hermosa. Su contención vocal contrastó con el dramatismo de sus gestos, que nos recordaban a los de Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses, incluido un atuendo muy barroco con algún toque de duelo coincidiendo con la desaparición de Juan Habichuela. Casualmente Teresa Berganza estuvo aquí mismo el día antes, cuando aún recordamos su legendaria grabación de este mismo repertorio junto a Narciso Yepes; en fin, otra tesitura y otros resultados.