El pianista Alejandro Rojas-Marcos lleva, a estas alturas de su carrera, muchos kilómetros en el cuerpo. Trabajar mano a mano en la compañía del bailaor Israel Galván le ha llevado a numerosos teatros. En los tiempos muertos, prácticamente a solas, ha tomado para sí los escenarios. Sin público, sin miradas inquisitivas ni oídos dispuestos, el músico se aventuraba en una búsqueda de desconocidos resultados. Algunas de esas improvisaciones fueron grabadas. Y ahora han sido repensadas y fijadas en el álbum Trip tracks (Luscinia Discos), primer trabajo en solitario de Rojas-Marcos.
«Lo que me interesa de la improvisación frente a la composición es sentirme en terreno de nadie. Para mí es muy valioso estar tocando sin saber del todo lo que estoy haciendo ni hacia dónde voy. De esa manera trato directamente con la materia, con el sonido», expresa el músico. Lo que ahora ha transferido al disco es «forzosamente» una selección, lo que ya implica «una cierta composición». «He optado por mostrar al oyente materiales diversos, mi temor era que el resultado quedara en tierra de nadie, pero creo que he conseguido una serie de improvisaciones exploratorias, grabadas muy de cerca, con el piano sin tapa y los micrófonos encima del arpa del piano», explica.
París, Clermont-Ferrand o Colonia son los títulos de algunas de las nueve piezas que integran el indagativo trabajo Trip tracks. «En total han sido más de tres horas de grabaciones cuya inspiración he intentado no desvirtuar ni traicionar al llevar una parte de ellas al disco. La música no va ligada a ningún estilo en concreto, he intentado evitar los clichés, aunque eso es prácticamente imposible. Desde luego no hay ni rastro de jazz contra lo que alguien podría pensar, pero seguro que sí hay influencias que hasta yo mismo desconozco», razona el protagonista absoluto de un cedé que, en Sevilla, puede encontrarse físicamente en las librerías La Extravagante y Un Gato en Bicicleta.
Rojas-Marcos es improvisador por vocación, aunque su formación sea, para sorpresa de muchos, eminentemente clásica. «No vengo ni del jazz ni de la música contemporánea, he crecido como músico tocando a Chopin». Pero como casi siempre en el relato de cualquier creador atípico, algo pasó por el camino. «En mi caso fue mi encuentro con el mundo del teatro y la danza, que me dieron una visión diferente del hecho de estar sobre un escenario, me abrieron la mente, me otorgaron una percepción más amplia de la música».
Por ahora no tiene previsto abrazar la composición, al menos no en el sentido ortodoxo. «Me planteo cosas pero... no me llama la idea de ponerme a escribir, me gusta compofijar cosas, vivo de una manera muy intensa mi relación con el piano», reconoce Alejandro Rojas-Marcos. Sea acompañando a Israel Galván con un tango en un espectáculo con altas dosis de flamenco, o en un formato más libre junto al bailarín y coreógrafo Guillermo Weickert, el músico seguirá dialogando con artistas de otras disciplinas. Y, por supuesto, improvisando, como recientemente hizo en el Conservatorio Superior de Sevilla con Wade Matthews. El disco que acaba de poner en circulación el esforzado y casi milagroso sello granadino Luscinia es la primera aventura de muchas.