Encontrar la aleación precisa entre lo viejo y lo nuevo: he ahí el reto principal que se ha propuesto el filósofo, estudioso de las mil caras de Andalucía, escritor y vecino Antonio Zoido, como nuevo director de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Acaba de darle el sí al responsable de Cultura del Ayuntamiento, Antonio Muñoz, y todavía no ha tenido tiempo ni de hacerse a la idea.
—¿No se olía usted nada?
—No. Sinceramente. Hombre, aparte de que me preguntaron quién podría hacerse cargo y tal, y habían recibido por lo visto varias insinuaciones? Lo que sí me dijo Antonio Muñoz es que durante bastante tiempo habían estado leyendo lo que yo he venido publicando sobre la crisis en El Correo. Y por otra parte, yo he estado siempre trabajando en la órbita de la Bienal, he sido varias veces miembro del consejo asesor, en las primeras bienales colaboré mucho en toda la parte editorial, cuando era director de Editoriales Andaluzas Unidas, y cuando llevaba las publicaciones de la Fundación Machado, y? bueno, sobre todo en tiempos de Manolo Herrera, cuando dejó la Bienal, mi nombre entonces sí que sonó mucho, mucho, durante muchos días, y después no fue nada, evidentemente. Ahora ha sido al revés. Yo, anteayer te juro que no sabía absolutamente nada. Vamos, ni me pasaba por la cabeza.
—¿A qué cree que responde su elección al frente de la Bienal?
—A mí me llaman ayer, me dicen que si nos podemos ver a las doce, y casualmente estaba por el centro de Sevilla, fui para allá y de pronto me proponen esto y me dicen que si quiero. Yo no sé lo que pretenden, pero creo que está muy claro: en primer lugar, que esto vuelva a la normalidad, que es lo que habría tenido que haber siempre.
—¿Han llegado a comentarle ya las líneas por las que quieren que discurra todo?
—Pues no. Ni siquiera lo hemos comentado. Porque hemos quedado para vernos mañana y supongo que todo esto... Yo, al menos por mi parte, también quiero plantear mi línea. No porque sea muy exótica, ni distinta, ni nada, pero creo que tiene que ser una línea de trabajar honesta y calladamente y lograr que haya una Bienal muy buena, tanto como las anteriores, y que siga su camino de gran evento, que es lo que no puede dejar de ser. El gran evento del flamenco.
—¿De qué pies cojea la Bienal?
—Yo creo que el único pie que sigue cojeándole a la Bienal como evento es el de no tener una estructura propia consolidada. Es decir: el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, y no hablemos de las bienales de Venecia y otras, tienen una estructura propia y marchan autónomas desde hace decenios. La Bienal, a pesar de que ahora vaya a cumplir cuarenta años, todavía no ha sido capaz de consolidarla. Y yo creo que esto es lo que habría que poner en marcha: las bases,. No para ahora, pero sí para que no vuelva a pasar este rifirrafe que ha pasado, este estar con el corazón en un puño a ver qué pasaba con la Bienal. Pues que tenga una estructura consolidada. Y ya está, porque después, cada edición será cada edición, y funcionarán muchísimas cosas. Funcionará, evidentemente, la programación, funcionarán los artistas, funcionará hasta el tiempo, si llueve o no llueve, yo qué sé. Eso ya dependerá de otros muchos factores. Pero la Bienal en sí misma es la que tiene que fortalecerse.
—¿Y eso cómo se hace?
—Hombre, pues dando pasos para que en un periodo de tiempo y colaborando entre todas las fuerzas políticas, entre todas las administraciones, acordando medidas que vayan en la dirección de crear una estructura sólida para el evento. Supongo que lo primero sería crear una estructura jurídica, un patronato, pero un patronato que sea como el de la Alhambra, o el del Prado, o de una entidad artística fuerte, y dotarlo ya con unos medios tanto materiales como humanos consolidados que ya se sepa cada año cuáles van a ser, y ya está.
—¿Y la participación privada, patrocinios, comercialización...?
—Yo creo que partimos de un hecho fenomenal, buenísimo, que es que la Bienal es un nombre. Lo mismo que Andalucía se hizo un nombre en la Europa del siglo XIX, la Bienal se ha hecho un nombre en el flamenco. Y hoy, afortunadamente, tiene decenas y decenas de eventos flamencos por el mundo que han salido de ella, que es la madre de muchísimos de ellos. Por lo tanto, creo que si se la presenta bien y se hace que se perciba bien, no tiene más remedio que venderse bien, como cualquier otro producto que presentes así.
—Dicen que cada cofrade tiene un pregón en la cabeza. Usted, ¿qué Bienal tiene en la suya?
—Yo eso todavía no lo sé, je, je. Hombre, no me lo preguntes al día siguiente, je, je. Pero sí, yo tengo una cosa en la cabeza, independientemente de la Bienal, porque en realidad la he tenido siempre. En todos los sitios donde he estado, en las exposiciones, cuando fui director del Parque del Alamillo? siempre he pensado que lo bueno, o por lo menos lo que yo sé hacer o me gustaría hacer bien, es unir lo viejo y lo nuevo. Y la Bienal tiene que ser una síntesis de lo clásico y lo innovador.
—Esas son aguas muy profundas...
—Es que pasa una cosa: que muchas veces hacemos las cosas y después no somos conscientes de lo que hacemos. Desde el momento en que (y en eso tuvo un gran papel el nacimiento de la Bienal) toda una serie de personas se reúnen casi el primer día después de que llegaran las libertades a España y deciden hacer un evento flamenco para poner al flamenco al mismo nivel de las otras artes, desde ese momento se le está dando al flamenco rango de arte. En el momento en que le das a algo rango de arte, ¡amigo!, te has perdido y ya no le puedes poner marco, porque desde el momento en que la pintura es un arte, lo que haga el artista? pueden ser artistas y de hecho lo son lo mismo Velázquez, que Picasso, que Giacometti, que cualquiera. Ya no le puedes poner vallas al campo. Si el flamenco es arte, el flamenco tirará por donde quieran los artistas ir. Pero siempre tendremos un sustrato clásico. No podemos abandonar el sustrato clásico, que siempre va a estar ahí y no se va a perder. Si se perdiera, no solamente se perdería la memoria de este arte, es que se perdería a sí mismo. Pero por otra parte, no se puede quedar quieto nunca, porque el arte, por sí mismo, es evolución, ruptura de los cánones anteriores.
—¿Basta con romper los cánones para ser artista? ¿Son coherentes los cambios que se están introduciendo con la trayectoria del género, aportan cosas, enriquecen...?
—Yo supongo que habrá de todo. No toda innovación, por el hecho de ser algo nuevo, es buena. No me estoy refiriendo a nada en concreto. Lo que quiero decir es que cuando se innova, se innova y hay muchas cosas que son buenas, muchas que son malas y muchas que son geniales. Pero en el flamenco lo que sí hay es una cosa clara: cuando el flamenco nace a finales del siglo XVIII, fue una innovación sobre las demás músicas. Y fue una innovación que además, al principio, es despreciada como tal. Tiene que empezar a pasar tiempo para que eso empiece a asentarse y empiece a adquirir cánones y a ser reconocido. Y después, cuando ya se pone en valor, crea unos cánones y parece que los cánones esos ya son para toda la vida. Pues no. Los cánones de todo arte duran lo que duran. Incluso han nacido siempre para ser destruidos más adelante. Y que nazcan otros a los que a su vez les pasará igual.
—Ya habrá visto que en los últimos años se ha enriquecido la cantidad y el tipo de lugares que han acogido espectáculos de la Bienal, caso de San Luisde los Franceses. A usted, ¿adónde más le gustaría llevarla?
—Hombre, Sevilla tiene tantísimos sitios? Y además, sitios tan distintos? Cuando José Luis Ortiz Nuevo, en las primeras bienales, se inventó la Plaza del Lucero, los nuevos espacios (que fueron uno de sus grandes hallazgos), nadie había pensado en ellos como posibles espacios. Lugares como el Hotel Triana y tal se consolidaron y se quedaron como espacios años y años. Sevilla tiene muchos lugares. El otro día? y además, la idea no es mía, sino que es de Dorantes, que hablando me dijo (sin tener yo ni idea de lo que iba a pasar, yo lo pensé más bien para la Fundación Machado): «A mí lo que me gustaría es encontrar un espacio en el Puerto para tocar». Y yo le dije huy, David, qué buena idea. Entonces, pues mira, desde entonces le estoy dando vueltas, y no sé si será posible o no. A lo mejor encontramos un nuevo espacio en el Puerto para tenerlo como escenario, ahora que viene la conmemoración de la Primera Vuelta al Mundo. Entre las grúas? Me gustaría que el Puerto fuera un espacio de la Bienal. Hombre, claro que es complicado, cualquier cosa de estas lo es, pero para eso estamos.
—¿Para cuánto tiempo le han dicho?
—No, no, si esto fue ayer, je, je. No, eso no ha sido nunca así. Ni fechas, ni mucho, ni poco. Se trata de dirigir esta Bienal. Hombre, yo tampoco soy un jovenzuelo imberbe, y es seguro que no me voy a quedar en la Bienal veinte años.
—Pero tendrán que darle un tiempo para que desarrolle un proyecto...
—La verdad es que no me lo he planteado. Lo que más me ha gustado, como a todo el mundo que estábamos cerca de la Bienal y que queremos mucho a la Bienal y a Sevilla, es que estábamos preocupados con la deriva que estaba tomando todo esto, y yo, si te digo la verdad, ayer cuando me lo dijeron, de lo que más me alegré fue de que la propia Bienal recuperara la normalidad. Que empecemos a ver todo lo que estaba preparado, cómo era y tal, porque estamos a menos de un año ya de una Bienal. Y lo pasado, pasado. No vale la pena ya.