Aunque sobre Andalucía pese aún el sambenito de región atrasada, cazurra y charanguera, a menudo se olvida que los creadores sureños desempeñaron un papel destacado en la modernización de la cultura y la sociedad españolas en la segunda mitad del siglo XX. Para enmendar en lo posible este erróneo lugar común, el Museo de la Autonomía de Andalucía acoge hasta el próximo 14 de abril la muestra Días de viejo color. Vestigios de una Andalucía Pop 1956-1986, que supone un apasionante recorrido por el arte que hundía sus raíces en las tradiciones autóctonas al tiempo que se proyectaba hacia el futuro.

«No hemos sabido reivindicar esa riqueza», denuncia el comisario de la exposición, Fran G. Matute. «Cuando todo esto estaba en ebullición, la mayoría de los artistas se tuvo que ir, de modo que facturaron fuera, a pesar de que las dos grandes revoluciones de España –la movida madrileña y el underground barcelonés– estuvieron protagonizadas por andaluces. No supimos retener el talento, y una vez que fue reconocido fuera, no lo hemos reivindicado lo suficiente».

La colección hace hincapié en varios capítulos significativos de nuestra historia reciente: los rodajes de Almería, el desarrollo de la Costa del Sol y el influjo de Gibraltar y de las bases de Morón y Rota.

Así, el visitante encontrará instantáneas de Diego del Gastor tomadas por Steve Khan y un ejemplar del célebre libro flamenco de D. E. Pohren –el mismo que atrajo a legiones de guiris a Morón– junto a una impagable colección de postales de Torremolinos y el Peñón de la colección de Pérez Villalta, además de una pintura del artista tarifeño. Obras de los 70 de Gordillo y Barbadillo compartiendo espacio con aportaciones del Equipo 57 o fotografías de Pérez Siquier. «El año 57 es para muchos el pistoletazo de salida», asevera Matute. «Ese año nace el grupo Picasso en Málaga, compuesto por pintores que se metieron en una furgoneta para visitar a Picasso en Cannes; Brigitte Bardot se bañó desnuda en Torremolinos, Gordillo empieza su etapa abstracta y se crea en Almería el grupo Afal».

También figura en la muestra una evocación de aquella arquitectura del relax –desde el Camping Marbella al hotel Pez Espada o el Mercado de Mayoristas de Málaga–, un repaso de algunas de las revistas que marcaron época, como Figura, Separata, Con Dados de Niebla o Nueva Lente, donde dio lecciones magistrales el legendario y olvidado Jorge Rueda, autor de la imagen de portada que será destruida a la clausura por expreso deseo testamentario, y pionero de la fotografía surrealista mucho antes del photoshop.

«Es curioso que en la Nueva figuración madrileña hubiera nueve andaluces, entre ellos Manolo Quejido, Bola Barrionuevo, Alfonso Albacete o Chema Cobo», agrega Matute. «Y lo andaluz siempre está presente en su producción».

Cómo no, la música no podía faltar en esta mirada retrospectiva. Desde los Tarantos para Jimi Hendrix de Gualberto a La leyenda del tiempo de Camarón, se explora no solo la irrupción de aires nuevos en el folklore, sino sus conexiones con las letras y el arte –el Archivo del cante flamenco Vergara de Caballero Bonald o los discos de Menese ilustrados por Moreno Galván– y sus posicionamientos, incluyendo el Manifiesto canción del Sur o el Manifiesto de lo Borde.

La ola de los Narraluces, el beneficioso efecto de los festivales de cine, como el de Benalmádena, Huelva o Alcances en Cádiz; la revolución de la escena sureña de la mano de Teatro Lebrijano, Teatro del mentidero, Axioma o Esperpento, entre otros.

El broche de la muestra lo ponen las periferias de la periferia, las transgresiones de Nazario y las de Carlos Pérez Merinero, la rompedora imagen de Martirio, los fotogramas de la película de Ocaña. de Ventura Pons, las primeras viñetas de Carlos Pacheco o la pintura de las Costus, muchos de los cuales siguen provocando aún hoy.