Un domingo a la una o se va de cañas o se asiste a la última misa de la mañana; a eso es precisamente a lo que nos convocaron los integrantes de Vandalia, aunque sólo en su aspecto más lúdico, el que ofrecen las piezas de Morales, Guerrero y Obrecht incluidas en el programa. Ningún escenario mejor para el evento que la poco transitada en estos menesteres Capilla del Palacio Gótico del Real Alcázar. A los pies de un retrato de corte binzantino de la Virgen de la Antigua, un reducto del coro surgido al amparo del Coro Barroco de Andalucía y los talleres de Lluis Vilamajó, que también pasó recientemente por el MAUS, recrearon con bastante fortuna la Misa L’homme armé de Cristóbal de Morales.

La obra está basada en una canción del Renacimiento - que Jordi Savall rescató incluso como tema principal de la película Jeanne la pucelle, una versión de Juana de Arco que Jacques Rivette dirigió en 1994 - que ha servido de base espiritual y temática para la misa ordinaria en latín y ha conocido multitud de composiciones, entre las que destacan las de Guillaume Dufay y Johannes Ockeghem, hasta nuestros días. Aderezada con una introducción, una síntesis de la Pasión según San Juan del también sevillano Francisco Guerrero, que el conjunto aprovechó para calentar voces, especialmente las del tenor Víctor Sordo y el contratenor Gabriel Díaz, muy en estilo y con un bellísimo timbre que modula a placer, la interpretación de la misa se vio igualmente salpicada por otras piezas de Guerrero y el holandés Jacob Obrecht, quien cerró la exhibición con su Pasión según San Mateo.

Ejemplo perfecto de polifonía y canto firme, lo más llamativo fue comprobar la capacidad de cada una de las cinco voces convocadas para exhibir su propia personalidad, hacerse notar a través de una línea de canto bien definida y sensacionalmente estructurada de forma que no se perdiese ningún matiz en el ensamblaje. Especialmente mágica fue la aportación dulce a la vez que potente de Rocío de Frutos, mientras barítono y bajo alternaron disciplinadamente sus voces en el motete a 4 de Obrecht. Lástima que el Kyrie de la Misa a 5 de Morales resultara descompasado, un poco anárquico. Tampoco la aportación de Sara Águeda al arpa nos convenció, no porque no domine con soltura y musicalidad el instrumento sino porque estas piezas son más idóneas con órgano o sin acompañamiento instrumental; la cuerda pulsada le da un carácter cortesano alejado del lítúrgico que le es propio. En la propina, Lasciatemi morire de Monteverdi, el carácter profano añadió naturalidad y frescura al conjunto.