Misivas desde el frente

Un viaje al pasado a través de la correspondencia familiar conservada desde la guerra

01 ago 2015 / 18:58 h - Actualizado: 03 ago 2015 / 21:51 h.
  • Los soldados de todas las nacionalidades siempre han contado en sus cartas las penas y miserias del frente. / Txetxu Rubio
    Los soldados de todas las nacionalidades siempre han contado en sus cartas las penas y miserias del frente. / Txetxu Rubio
  • Reparto de correspondencia entre soldados republicanos en 1938. / Walter Reuter
    Reparto de correspondencia entre soldados republicanos en 1938. / Walter Reuter

Abrir una de estas cartas es entrar en una máquina del tiempo que nos conduce por los escenarios de una Europa en ruinas destrozada por las guerras.

Los países enfrentan a sus ciudadanos por causas económicas o territoriales, que se enmascaraban de patriotismo con objeto de interiorizar mejor el hecho de matar a sus vecinos. Aquellas personas casi nunca salían de su entorno y miraban al extranjero con desconfianza.

Hoy día, el campo de batalla ha cambiado, aquellas guerras donde las pérdidas humanas se contaban por cientos de miles, parece difícil que se den otra vez.

En las trincheras, los soldados contaban con periodos de inactividad entre descargas de artillería y asaltos que les animaba a escribir a la familia. Relataban todo lo que veían en su entorno: las penurias del frente, la salud, anécdotas, su formación y en general siempre procurando no alarmar a su destinatario. También había tiempo para un tipo de correspondencia más picante, aunque el miedo a la censura o quizás la época exigía más recato, jugando más con la insinuación.

En casi todas las cartas existe un denominador común: la escasez de alimentos. La comida es algo muy recurrente y hasta obsesivo. El tabaco aparece como un objeto de lujo que, incluso los no fumadores, piden que se envíe para su intercambio.

Las noticias de casa solían ser muchas veces más escuetas, el tiempo corría de distinta forma y los soldados reclamaban una correspondencia más extensa y continua.

A lo largo de la historia, todos los ejércitos intentaban mantener la fluidez en las estafetas de correos, conocedores de que la moral de la tropa dependía, en gran medida, de la comunicación con sus seres queridos. Para aquellos soldados que no disponían de familia o pareja, los franceses idearon en la primera guerra mundial lo que llamaron madrinas de guerra, mujeres voluntarias que se carteaban con varios soldados haciendo más llevadera la soledad de aquellos hombres. Escribían bajo seudónimo y en muchas ocasiones aquella relación terminó en matrimonio. Los padres del conocido cantautor Joaquín Sabina se conocieron en la guerra civil por este método. Para muchos de aquellos combatientes fue su única correspondencia.

En muchos casos sólo el color amarillento del papel denota su antigüedad. Si nos centramos en la correspondencia de nuestra guerra civil no solo el color es característico sino que la calidad del papel destaca por lo mala. Además la pobreza y las malas comunicaciones de aquel tiempo propiciaban un reparto mucho más lento.

Hoy vemos esas cartas como una antigüedad que ya casi nadie utiliza. Las nuevas generaciones no han puesto un sello en su vida, internet o los teléfonos móviles han ocupado su puesto y han casi enterrado el papel y la tinta que, durante siglos, han dejado huella de la correspondencia de otras generaciones.

Tiempos de plomo y pluma nos adentra en los escenarios bélicos de los principales conflictos occidentales, cartas nunca publicadas y traducidas por primera vez al castellano. Pilotos de bombardeo, marineros de submarinos, tripulantes de carros de combate o simples soldados de infantería que para su desgracia, fueron los protagonistas y muchos de ellos ni siquiera regresaron.