El mito de la mujer como una figura perversa y malvada por naturaleza se pierde en la noche de los tiempos y ha llegado hasta nuestra sociedad, en parte gracias a la religión y a la Iglesia Católica. Es el punto de partida de esta obra, con la que Paco Becerra se propone criticar las consecuencias nefastas que ha provocado esa imagen de la mujer como fuente de todas las desgracias masculinas.
Para ello no duda en recurrir directamente a la Biblia. Concretamente a algunos pasajes del Antiguo Testamento que directamente nos lee uno de los personajes secundarios cuya presencia, por cierto, no acaba de justificarse. Así, se podría decir que la obra se compromete de lleno con la causa feminista, aunque a fuerza de perfilar con todo lujo de detalles a la mujer fatal, en algunos momentos destila misoginia.
La dramaturgia se divide en dos partes claramente diferenciadas. En la primera la historia se define como un cuento de suspense, con impronta surrealista, en el que el papel de la mujer protagonista resulta tan provocador como inquietante. En esa parte la puesta en escena se centra en recrear una atmósfera de extrañamiento tan interesante como sugerente, con una iluminación de tintes surrealistas y una escenografía que remite a la grandiosidad artificiosa de la ópera o el ballet. Aunque la mayor baza es la actuación de María Adanez y Armando del Río, quienes colman la escena de inquietud con un magistral manejo de los silencios. Pero por desgracia, en la segunda parte el autor pretende darle la vuelta al relato con un alegato feminista que que más que un monólogo teatral parece una charla aleccionadora, un tanto reduccionista y maniquea, que cae justo en lo que critica, solo que la maldad se vuelca en el género masculino.
Obra: Lulú
Lugar: Teatro Lope de Vega, 1 de febrero
Autor: Paco Becerra
Dirección: Luis Luque
Interpretación: Armando del Río, César Mateo, David Castillo, María Adánez y Chema León.
Calificación: Dos estrellas (**)