Mucho más que la mujer de Alberti

José Luis Ferris se hizo con el premio Antonio Domínguez Ortiz de biografías de este año con un estudio sobre la vida de María Teresa León, que acaba de publicar la Fundación Lara

04 jun 2017 / 21:31 h - Actualizado: 05 jun 2017 / 08:43 h.
"Literatura"
  • María Teresa León, a la derecha, junto al que fuera su esposo, el poeta Rafael Alberti, en una imagen de archivo. / El Correo
    María Teresa León, a la derecha, junto al que fuera su esposo, el poeta Rafael Alberti, en una imagen de archivo. / El Correo

Conocido como biógrafo de Miguel Hernández, el alicantino José Luis Ferris llevaba algún tiempo barajando la posibilidad de dedicar un libro similar a María Teresa León. «Es una figura que siempre me ha interesado, como en general las mujeres de la generación del 27, como por ejemplo Maruja Mallo», recuerda. «En el caso de María Teresa, no sabíamos nada de ella, apenas un par de libros suyos y algunos trabajos de recuperación de su figura. Quien más había escrito sobre ella, benjamín Prado, había llegado a las 80 páginas. Me encantó su libro autobiográfico Memoria de la melancolía, pero tenía cierto desorden, y la misma memoria de ella no era fiable al cien por cien. Había que contrastar».

El resultado de dicha operación es Palabras contra el olvido. Vida y obra de Maria Teresa León (1903-1988), que obtuvo el premio Antonio Domínguez Ortiz de biografías, y que acaba de editar la Fundación Lara. Una semblanza en la que esta figura pasa a ser algo muy distinto de lo que ha sido casi siempre para la mayoría: la sombra, la esposa de Rafael Alberti. «Si yo escribiera la biografía de Alberti, puedo asegurar que la figura de María Teresa León saldría siempre beneficiada, cosa que no ocurre al revés», afirma el biógrafo. «Cualquier anécdota de esos 50 años que compartieron, ejemplifica lo que estoy diciendo».

En efecto, Ferris cree que Alberti escatima una y otra vez el protagonismo de su esposa, exhibe cierta mezquindad al referirse a ella y hasta la elimina o ningunea, «incluso cuando son pareja, cuando viven juntos. En las memorias de Rafael, La arboleda perdida, está siempre eclipsada, en muy pocos momentos la menciona. Y también a Maruja Mallo, con quien estuvo cinco años de su vida, la borró».

Sea como fuere, lo que no se puede negar es que León tuvo su propia vida. Así, Ferris destaca entre los hitos que marcaron su carácter su rebeldía juvenil, así como su temprana maternidad. «A los veintipocos años, con una familia y en una ciudad tan represiva como Burgos, con un padre militar de la Castilla profunda, se convierte en escritora y evita su condena a tener una vida encerrada. Aquello supuso perder la custodia de sus hijos, pero escapa a Madrid en los años 20 y empieza una nueva vida desde cero, gracias a su tío, Menéndez Pidal», comenta el biógrafo.

A Rafael Alberti lo conoce en 1930. «A partir de ahí vienen las circunstancias que la hacen militar en el PC muy pronto, de modo que serán de los primeros que tienen contacto con la cultura soviética. Dentro de esa conciencia política, el poeta y su mujer toman el compromiso personal de ser líderes en la salvaguarda del patrimonio artístico, introducen en España la revolución del teatro soviético y María Teresa se convierte en la señora de la Alianza de Escritores Antifascistas», apunta Ferris.

También glosa extensamente el biógrafo el exilio de la pareja. «Al llegar a Argentina, María Teresa León toma las riendas de su casa, de su vida y de la de Alberti. Como el dinero no entraba, hace guiones de películas, trabaja en la radio, publica donde tiene ocasión de publicar, mientras que Rafael intenta que le editen alguno de sus libros. En los 28 años de exilio en Argentina, ella tiene un papel decisivo, aunque las medallas se las ponga él».

Pero para José Luis Ferris, lo mejor de María Teresa león está en los libros que escribió. «Su obra literaria se convierte en la voz de los desterrados», asevera. «Todas sus obras tienen un doble sentido, dicen más de lo que parecen decir. Escribió, por ejemplo, una biografía de Jimena Díaz de Vivar, la mujer del Cid Campeador [Doña Jimena Díaz de Vivar, gran señora de todos los deberes], pero llevándola a su terreno, porque ella se sentía igual», apunta.

Entre sus libros, Ferris destaca «su Memoria de la melancolía, yo recomiendo empezar por ahí, porque derrocha sin esfuerzo sus cualidades narrativas, expresa la vida en un discurso muy humanizado, de cierta dialéctica marxista. Habla en términos políticos, sí, pero dulcificados, demostrando siempre una gran capacidad de observación. Es un libro sin desperdicio».

Sobre su carácter, el biógrafo comenta que «fue muy determinante su infancia, su paso por un colegio de monjas, en el que ella exigía preservar su libertad. Con su madre tuvo una relación de amor-odio, no había manera de llevarse bien entre ellas. Con los años, ella sí llega a descubrir a doña María Oliva, en Argentina, pasados veinte años de la última vez que se habían visto».

Pero Memoria de la melancolía aparecen muchos más personajes que convierten la narración en un documento único, desde Stalin a Pasionaria, pasando por Federico García Lorca o Miguel Hernández.

Con éste último hay un famoso encontronazo que Ferris describe con detalle: «Miguel se encontró que en plena guerra había gente que vivía con lujo, como era el caso de Rafael y María Teresa, mientras él y sus compañeros estaban en el frente. Pero María Teresa fue un ejemplo de mujer que no paró nunca, y doy también su perspectiva. De hecho, ella siempre definió a Miguel como una persona adorable, mientras que Rafael lo ignora. Fue un choque que tenía que darse en aquella España, con la guerra vista desde el frente o desde la retaguardia», lamenta.

«María Teresa es un ejemplo de belleza literaria y física», concluye Ferris. «Llegó a ser víctima del sambenito de la guapa tonta, a manos de Salinas y Guillén. Pero cuando Rosa Chacel la lee y descubre que no era en absoluto así, queda claro que todo el mundo la había prejuzgado erróneamente».