Murillo en el laboratorio

La estatua del pintor en la Plaza del Museo se somete estos días a una revisión ‘clínica’ en vísperas del IV Centenario del Nacimiento del genio

08 jun 2017 / 09:42 h - Actualizado: 08 jun 2017 / 09:42 h.
"Patrimonio","Año Murillo"
  • Uno de los técnicos de Urbanismo, en plena faena. / Jesús Barrera
    Uno de los técnicos de Urbanismo, en plena faena. / Jesús Barrera
  • Los técnicos municipales tomaron muestras de la insigne estatua de la Plaza del Museo. / Jesús Barrera
    Los técnicos municipales tomaron muestras de la insigne estatua de la Plaza del Museo. / Jesús Barrera

Si a finales del año pasado le tocó el turno a la estatua de Velázquez que gobierna la Plaza del Duque, ayer un grupo de operarios cualificados metía mano (es un decir) a la correspondiente de Bartolomé Esteban Murillo en la Plaza del Museo. Restaurada por última vez a comienzos de 2009, varios técnicos contratados por la Gerencia de Urbanismo de Sevilla intervenían en lo que denominan «la fase cognoscitiva», o lo que viene a ser una revisión clínica... a una piedra, con más exactitud, a un bronce en este caso.

Obra del escultor madrileño Sabino de Medina, fechada en 1864, se trata de una las esculturas más antiguas de cuantas viven al relente hispalense. Esculpida en Madrid y fundida en París, Murillo llegó a la Plaza del Museo antes incluso de que San Fernando se alzara en la Plaza Nueva. Ayer, al bueno de Murillo le andaban trasteando para extraerle unas muestras que enviar al laboratorio. «Se trata de tomar pátinas para poder analizarlas y concretar si son buenas o malas, porque el bronce genera su pátina natural, que es protectora, pero también, por efecto de la contaminación, habitúa a favorecer el surgimiento de otra que acaba siendo corrosiva para el monumento», reconocía uno de los técnicos implicados en la intervención.

Por la situación en la que se ubica, y también por estar protegida por un parterre y a generosa altura –gracias al pedestal del arquitecto Demetrio de los Rios, compuesto de cuatro cuerpos de mármol– la de Murillo no ha sido nunca una de las estatuas más vandalizadas de Sevilla –entre las que se llevaría la palma la controvertida de Curro Romero en los aledaños de la Maestranza–. Sin embargo, siempre hay quien lo intenta. Ayer los técnicos retiraron varios restos de botellas de vidrio que habían sido claramente lanzadas contra el bueno de Murillo.

«En años anteriores sí que hemos tenido que eliminar algún graffitti, aunque no es este el caso», seguía explicando uno de los médicos de estas obras de arte que se esparcen por la ciudad. «Las patologías más comunes son las pátinas negativas generadas por el bronce, la suciedad, la microvegetación por humedad, las costras negras que provoca la polución del aire y las deyecciones de las aves; un daño este último que constituye el menos lesivo de todos los expuestos. Por otra parte, la suciedad se manifiesta, sobre todo, en la cara norte del pedestal y la estatua, zona que recibe en menor medida la luz solar, lo que favorece el crecimiento de la humedad.

En las estatuas la necesidad de una intervención se agudiza cuando se advierten en el bronce manchas de tonos azul y verde, siendo este el signo de deterioro más reconocible de todos. La proliferación de estas marcas indica a las claras que la capa protectora del monumento (la pátina) se ha perdido y es conveniente restablecerla, de modo que el metal quede protegido de los fenómenos atmosféricos. De lo contrario, el proceso de corrosión comenzaría a acelerarse pudiendo generarse daños irreversibles. Nada de esto le ocurrirá a Murillo (la estatua) en vísperas del IV Centenario de su nacimiento.