No tiene ni una sola palabra. Y sin embargo, es la biblia de la novela gráfica. Se titula Emigrantes, de Shaun Tan, y es con toda seguridad el hallazgo más formidable de cuantos ha producido Barbara Fiore Editora, el sello granadino dirigido por aquella que le da nombre (sin tilde) y su marido Francisco Delgado, un dúo que lleva trece años aportando al universo de los libros ilustrados algunas de sus más conmovedoras constelaciones. Lo suyo es una apuesta casi a ciegas, intuitiva, por la imaginación poética. No importa si es para niños, para ancianos, para todos, para nadie o para sabe Dios quién: ven una obra, se enamoran de ella y la publican. Con este procedimiento tan cordial han conseguido que, a diferencia del común de las editoriales del ramo, la suya sea especialmente versátil y esté dispuesta siempre a la sorpresa. La corazonada forma parte fundamental del criterio selectivo. «Un alto porcentaje de nuestras ediciones, las más queridas, se decidieron a primera vista. De repente ahí está, ante ti, esperándote, tal como lo imaginaste», cuenta la editora nacida en Italia.

Pero además de Emigrantes, joya de la corona, el catálogo de la casa luce otros títulos de Shaun Tann, Jimmy Liao, Wolf Erlbruch, Pablo Amargo, Michael Sowa, Suzy Lee, Pablo Auladell, Akihiro Nishino... La evolución de la editorial desde sus orígenes no parece tan determinada por un rumbo que seguir como por una emoción que sentir; algo que, como explica Fiore, guarda cierto parecido con la maternidad. «Estamos orgullosos de todos y cada uno te los libros que hemos editado, de nuestros tres hijos, de nuestro amor por este arte, que no terminamos de aprender, afortunadamente».

En efecto, el elemento poético tiene una fuerte presencia en sus libros en general y en los infantiles en particular. En este sentido, es difícil determinar a qué público van dirigidos algunos de ellos: si a niños con una sensibilidad especial o a adultos que no dejan de maravillarse con la sencillez de la belleza. Sucede, por ejemplo, con dos de sus títulos muy recientes: Soy la vida y Soy la muerte, de Elisabeth Helland Larsen y Marine Schneider. Probablemente, nunca se ha hablado así a los niños –si es que van dirigidos a ellos– de lo que es vivir y de lo que es morir. «No publicamos pensando en un lector concreto», concede Barbara Fiore. «No tienen un público predefinido, de hecho, ni en el catálogo, ni en la web tenemos propuesta de franja de edad. En general no nos proponemos agradar a un sector determinado. La responsabilidad del editor radica, ante todo y, sobre todo, en la propia obra, confiando en que despierte la atención de los demás mediante la fuerza de su convicción».

Sobre Emigrantes, comenta que «es un honor haber editado un libro, considerado ya un clásico moderno, que es toda una contribución a la evolución de la novela gráfica». Pero si se le pide que indique apenas cinco libros suyos con los que se quedaría, se siente apurada. «Todos los libros que editamos son especiales para nosotros; elegir solo cinco sería traicionar a los demás. Hace unos días le preguntamos a Enrique García Ballesteros, el librero de Venir a cuento (Madrid), qué título recomendaría de nuestro catálogo, y, en su respuesta, encontramos una síntesis de nuestros autores más emblemáticos: Contestar cuál es mi título preferido del catálogo de Barbara Fiore es más difícil que elegir pareja. ¿La reflexiva fantasía de Jimmy Liao? ¿Las intemporales e imaginativas historias de Shaun Tan? ¿La sugerente simplicidad de Suzy Lee? ¿La fina ironía de El oso que no estaba o el disfrute que supone cada una de las pequeñas maravillas de su selecto catálogo?».

Podría detectarse cierta contradicción en que el libro infantil y juvenil esté gozando de uno de sus momentos más dulces mientras la tecnologizada sociedad se entrega a otros placeres que no son los literarios, pero ella lo matiza. «No creo que sea una paradoja que en un mundo tan tecnológico se valore cada vez más el libro como objeto. La invasión digital es tan intrusiva que las alternativas son un valor al alza».