Nunca soñó la baquelita verse tras una vitrina

El Espacio Santa Clara acoge una singular muestra de plásticos

20 may 2018 / 20:14 h - Actualizado: 20 may 2018 / 20:32 h.
"Exposiciones"
  • Decenas de estanterías muestran centenares de insospechadas miniaturas de plástico. / Jesús Barrera
    Decenas de estanterías muestran centenares de insospechadas miniaturas de plástico. / Jesús Barrera

Hay exposiciones para, simplemente, deleitarse; otras para confrontarnos, también las hay que exigen un ejercicio de introspección. La que acoge el Espacio Santa Clara hasta el 15 de julio (con entrada libre) es, antes que cualquier otra cosa, extraña, mucho. Porque es una muestra que se concentra en un material, de ahí su inequívoco título, Baquelita Paradise. No nos imaginamos qué estrategias dialécticas tuvo que emplear su impulsor, el galerista sevillano Rafael Ortiz, para convencer a las autoridades culturales municipales de que una extravagancia así podía tener significado museográfico.

Pero lo hizo. Y aquí está. Bienvenidos al fascinante... o, cuanto menos, curioso universo de la baquelita, un material cuyo solo nombre ya invoca décadas pasadas, en las que el último grito en el cine era Las chicas de la Cruz Roja. El químico belga Leo Hendrik Baekeland (1863-1944) fue el descubridor de una resina sintética cuyo nombre le rinde tributo. Su apellido Baekeland derivó en el término inglés bakelite, pero a nuestro idioma el concepto llegó como baquelita. Un plástico sintético que gozó de una extraordinaria explotación comercial.

A Rafael Ortiz, además de gustarle el arte contemporáneo, también le fascina la baquelita. Y, en general, los plásticos. Porque en Santa Clara conviven muchos, de varios tipos; y de cuya vida y milagros se nos da cuenta en una exposición a la que asistimos ojipláticos y que parece escarbar en la nostalgia de lo vintage. Tal vez lo próximo sea una monográfica sobre la calamina, el poliestireno o, en un rizar el rizo, el olvidado y preciado tungsteno. Lo que empezó siendo una simple afición para Ortiz está en proceso de convertirse en una de las colecciones españolas conocidas más significativas de plásticos. Su catalogación se inició ya hace unos años y poco a poco avanza incorporando cada vez más nombres de diseñadores, autores, dataciones, clasificaciones de materias y todo un sinfín de datos que van engrosando y abriendo nuevos campos en la colección.

Porque esto no es una colección hecha al tun tun. Los impulsos se han refrenado, y el resultado es un esmerado y muy catalogado conjunto de plásticos que conforman centenares de variopintos objetos. Poco a poco, y con controlada paciencia, Rafael Ortiz ha ido encontrando piezas tan deseadas como las exquisitas lámparas Polaroid diseñadas por Otto Wolff o Walter Dorwin Teague, la sofisticada cámara fotográfica Purma diseñada por Raymond Loewy o las fantásticas The master incolor cocktail shaker. Por eso el visitante debe instalarse un chip diferente a la hora de contemplar lo que aquí se ofrece a la vista; saber dejarse seducir por la singularidad de una navaja de barbero modelo años 60 o por un sacapuntas insospechado que hoy parece recién salido de una vetusta película del espacio.

No han sido las grandes piezas el único objetivo de Ortiz, pues aquí se comprueba cómo no ha parado hasta conseguir prácticamente toda la producción conocida de un determinado creador. Especial mención se debe hacer en ese sentido a su gran selección de piezas de Eduardo Fornells. El autor de algunas de las cajas más bellas del mercado está muy bien representado en la colección gracias a la perseverancia y a una fijación de tintes inequívocamente fetichistas.