Ochenta años de la muerte de un genio del cante

Siendo un niño lo subían a una mesa para cantar y se paraba la fábrica. Cuando aparecieron sus discos, en 1928, se revolucionó el cante sevillano

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
31 mar 2017 / 09:02 h - Actualizado: 31 mar 2017 / 09:03 h.
"Flamenco","La Gazapera"
  • Foto histórica del cantaor sevillano Manuel Vega ‘El Carbonerillo’. / El Correo
    Foto histórica del cantaor sevillano Manuel Vega ‘El Carbonerillo’. / El Correo

El próximo 6 de abril se van a cumplir 80 años de la muerte de uno de los genios del cante sevillano, Manuel Vega García El Carbonerillo, que no nació en la Macarena ni murió siendo un chavalillo, como asegura una letra del Niño del Museo, sino en la calle Sol, entre San Román y San Julián. En esta parroquia fue bautizado en febrero de 1906 el que para muchos fue el mejor fandanguero de todos los tiempos, aunque no cantó solo por fandangos, sino por otro muchos palos: seguiriyas, soleares, cantes de levante, malagueñas, serranas y unas colombianas muy personales que le dieron fama, Sevilla, la tierra mía.

Su padre, Manuel Vega Villar, era de Benacazón, y su madre, Rocío García Cuesta, del centro de Sevilla. La afición al cante le venía de su padre, criado en Triana y bailaor aficionado, aunque su oficio era el de carbonero, de ahí el remoquete del genio. Aunque en su familia nunca vieron bien que se dedicara al cante, El Carbonerillo lo llevaba dentro y no hubo manera de impedírselo. Lo metieron a trabajar en una fábrica de telares de los Pickman, en la calle Sánchez Perrier, donde trabajan también dos de sus hermanas. Una de ella, Anita, me contó que siendo un niño lo subían a una mesa para que cantara y que se paraba la fábrica.

Cuando El Carbonero quería ser cantaor, lo eran ya la Niña de los Peines, Manuel Torres, Manuel Centeno, El Colorao, Tomás Pavón, Manuel Vallejo, La Moreno, El Gloria y otras destacadas figuras. El Pinto y él, amigos desde la infancia y criados en la Macarena, empezaron juntos y cantaban de una manera muy parecida. Los dos debutaron en el Café de Novedades de Sevilla, en plena Campana, siendo niños, no contratados sino de una manera espontánea. Recogieron tantas monedas del escenario aquel día, que ambos decidieron dedicarse al cante.

Tanta fama alcanzaron los dos, que hasta les sacaron un fandango:

De bailaores y toreros,

Sevilla tiene la fama.

De bailaores y toreros.

Pero en el cante flamenco,

se llevan la laureada

El Pinto y El Carbonero.

El Pinto abandonó el cante para dedicarse a los casinos, pero El Carbonero se metió de lleno y obtuvo muchos triunfos por los pueblos cantando junto al Niño de Marchena, el de la Huerta y otros de la época. Cuando aparecieron sus primeros discos, en 1928, se revolucionó el cante sevillano, porque, aunque ya era conocido, no había bar, casino o casa donde hubiera una gramola, que no sonaran sus fandangos, con aquella voz bien timbrada que transmitía tanta pena. Con 21 años, Manuel Vega era ya un hombre con el corazón destrozado por un desengaño amoroso y casi todas las letras que cantaba hacían alusión al sufrimiento que provoca el desamor.

Dado a la bebida, llevando una vida de abandono, aunque siguió grabando discos y cantando por toda España. Hasta que a finales de 1936, en plena Guerra Civil española, le diagnosticaron tuberculosis pulmonar y, sin dejar nunca de cantar, murió como consecuencia de esta enfermedad el día 6 de abril de 1937, en el número 51 de la calle Don Fadrique, cuando acababa de cumplir 31 años.