Pepe Luis recuerda a Pepe Luis

Curro Romero y el hijo del añorado maestro de San Bernardo evocan su figura en Cajasol

22 abr 2017 / 10:20 h - Actualizado: 22 abr 2017 / 10:47 h.
"Toros","Curro Romero"
  • Curro y Pepe Luis hijo acompañaron a los autores en la nueva presentación del libro. / Diego Arenas
    Curro y Pepe Luis hijo acompañaron a los autores en la nueva presentación del libro. / Diego Arenas

El libro de los veteranos periodistas sevillanos Antonio Lorca y Carlos Crivell ya se había puesto de largo en un multitudinario acto celebrado antes de Semana Santa en la Caja Rural. Pero la sesión íntima de ayer –en el ámbito de la programación taurina orquestada por la empresa Pagés y Cajasol en la preferia– gozaba de otros matices. Se trataba de oír hablar a dos toreros que gozaron de la familiaridad del gran maestro de San Bernardo. Uno, Curro Romero, llegó a alternar con él en sus últimos años y de alguna manera bebió del ancho venero torero que heredó Pepe Luis a través de Chicuelo, nudo fundamental del frondoso árbol del toreo de Sevilla. El otro era su propio hijo, el único de los hermanos Vázquez Silva que logró tomar la alternativa y que, con seis décadas en la talega, va a ceñirse el vestido de torear este año para torear un breve puñado de tardes espoleado por Morante.

«El libro se acerca mucho a la figura humana de mi padre y quizá no sea yo el más indicado para hablar de él como torero», explicó el hijo del maestro que recordó una vieja anécdota que hilaba la estela de su progenitor y al propio Faraón. «Después de una corrida se discutía si Curro no había sacado el partido que tenía un toro», recordó Pepe Luis. «Preguntaron a mi padre y el contestó: si a Curro no le ha valido a mí tampoco». «Eso mostraba su inteligencia, pero también su bondad y sensibilidad hacia otro compañero», aclaró el veterano diestro con la misma naturalidad con la que acaricia las telas de torear.

Curro Romero, que prefirió sentarse entre el público, sufrió el atraco fraterno del presentador, su íntimo Alberto García Reyes. Había que hablar del maestro y el Faraón lo hizo con esos sorbitos de voz trufados de silencios que perpetúan los modos y el sosiego de otro tiempo. «Tomé la alternativa en el 59 y él volvió ese año. Confirmé con él en mayo y se suspendió la segunda que toreábamos. Volvimos a Madrid en septiembre y toreamos en Gijón, San Sebastián... en todas me embelesaba esa forma de andar por la plaza; los pases medidos, ni largos ni cortos...», la memoria del viejo diestro camero siguió volando para dibujar, inconfundiblemente, la figura de Pepe Luis Vázquez Garcés.

«Su forma de interpretar el toreo me dejó como ahora, en silencio, para toda la vida», espetó Curro. «Como persona era todavía mejor que como torero y ya es tela decir eso pero sí, lo era; un señor por los cuatro costados con mucha gracia hablando», finalizó el camero.

Pepe Luis, visiblemente emocionado, volvió a evocar la figura paterna. «He sido muy afortunado y le doy gracias a Dios todos los días por venir de donde vengo y haberlo tenido a mi lado», recalcó el torero reaparecido que calificó a su padre de «un ejemplo a seguir». «He contado con su amistad y su gran sabiduría», rememoró el matador que reivindicó ese proverbial sentido de la medida que adornaba al llamado Sócrates de San Bernardo, pero también su afán por aprender de la vida y el mundo. «Llevaba la cultura en la sangre; era un hombre que tenía pocos estudios pero que era tan fino y tan inteligente, que sabía sacar punta a cualquier cosa...». Pepe Luis Vázquez Silva ya andaba cruzando la raya y recurrió a unos versos arrancados del alma para parar el toro del recuerdo con un nudo en la garganta: «lo busco por todas partes/ y ya no lo puedo encontrar/ pero en todas partes lo encuentro/ con solo irlo a buscar». El hijo había sido fiel al sentido de la medida de su padre, esa «Sevilla vestida de luces» que definió Crivell, coautor de un libro que rescata la memoria de un torero imprescindible.