La 20th Century Fox Animation avalada por Guillermo del Toro, estrenaba en el año 2015 El libro de la vida con un argumento que se centraba en la celebración del día de los muertos, bebía de la tradición religiosa y cultural de México y que daba como resultado una bulliciosa, juguetona además de festiva película.
Quienes disfrutamos de El libro de la vida y nos acercamos a ver Coco, la última producción de Pixar, sólo atisbamos a ver una variante tradicional, conservadora y algo bulliciosa, frente a la mezcla de lo siniestro y divertido en la producida por Del Toro. Ambas películas beben de la misma fuente, comparten dos mundos, el de los muertos y el de los vivos necesitados ambos de un concepto tan etéreo como la fe, en el caso de Coco la creencia sustentada por el culto a la imagen y su veneración para poder transcender
En Coco, con la filosofía Disney omnipresente, se acentúa hasta el agotamiento la idea de la familia como único sistema en el que poder ser feliz, llegando al paroxismo, un axioma ficticio y adulterado de un ideal inexistente y del que en este caso tampoco se libra el más allá. Al no ser suficiente el interés que produce la mezcla de vivos y muertos, de esos dos universos antagónicos, que dan mucho juego a la imaginación y a los productos mágicos como ya ocurría en El libro de la vida, los avispados guionistas que también ejercen la dirección, retan al joven héroe para que se revele contra su destino, viva un sinfín de peripecias, pueda conseguir desenmascarar al malvado de turno y se reconcilie con su parentela. Todo un ejercicio de cálculo infinitesimal orquestado para que después de tantas idas y venidas asome la lágrima.
Técnicamente la estética y la ambientación logran la espectacularidad que la estructura y el contenido malogra, y en este caso, ni la envolvente música de Michael Giacchino consigue que se nos haga llevadero tanto reflujo.
Coco **
Estados Unidos 2017 109 min.
Dirección Lee Unrick, Adrián Molina
Animación