Tras su triunfante regreso del Teatro Real, donde han representado la ópera La Calisto de Francesco Cavalli, la Barroca protagonizó su habitual intervención en el Femás, esta vez con la impagable colaboración del violonchelista Asier Polo, a quien hasta la fecha lo habíamos disfrutado en varias ocasiones junto a la Sinfónica, pero nunca con nuestro conjunto historicista. Como consecuencia tuvo que adaptar su maleable fraseo y estética desprejuiciada a los parámetros que exige una interpretación informada como las que nos suele ofrecer la orquesta, aunque estamos seguros de que no es la primera vez que lo intenta y que habrá tenido muchas ocasiones para afrontar estos dictados de la posmodernidad interpretativa.

Con el Espacio Turina abarrotado de público y su escenario convertido en estudio de grabación, disculpas del siempre dicharachero y simpático Ventura Pons mediante, ya que el concierto se está grabando en varias sesiones, las matinales en privado y las dos funciones programadas, solista y conjunto ofrecieron nada más y nada menos que cuatro conciertos para violonchelo de una sola tacada.

Del inabarcable catálogo de Vivaldi

El recital arrancó con un Concierto para cuerdas sin solista de Vivaldi, a modo de obertura dada su breve extensión y su vocación operística, con un elegante andante inicial, subrayado allegro, en el que destacaron los contrastes dinámicos que potenció el concertino Andrés Gabetta con más resultados de artificio e impostura que de sinceridad expresiva. Aún recordamos aquí el espléndido recital que dio su hermana, la violonchelista Sol Gabetta, hace más de una década cuando se celebraba el ciclo de cámara de Cajasol. Acompañando a otro grande, Asier Polo, el violinista argentino condujo un Concierto para dos violonchelos del prete rosso en el que Mercedes Ruiz midió fuerzas con el músico vasco, o más bien las unieron, dada la flexibilidad y el fraseo amplio y meditado de la violonchelista de la Barroca.

Polo se reservó los registros más agudos, aunque empezamos a atisbar en él cierta tendencia a cambiar puntualmente de tesitura y dar sensación con ello de falta de linealidad y entonación. El diálogo fluyó no obstante, dando paso a un concierto de Boccherini acaso seco y ocasionalmente estridente en el que al menos destacaron las voluptuosas cadenzas del compositor afincado en la Corte de Madrid. La orquesta apoyó de forma tímida, echándose en falta algo más de empuje y viveza, así como un mayor calado sentimental en su poético y melancólico adagio central.

Una agotadora exhibición

Conviene destacar el enorme esfuerzo que debió realizar Polo para poner en pie en una sola función tanta parte solista y de tal complejidad formal. Así ocurrió en un más maduro y complicado Concierto RV 401 de Vivaldi, con Polo instalado con mayor comodidad en el registro agudo que en el más grave asociado al instrumento, y en el que el diálogo con Gabetta se mostró endeble.

La siempre celebrada exhibición de virtuosismo llegó de la mano del Concierto de Haydn, redescubierto en 1961 y rápidamente convertido en un éxito gracias a Jacqueline Du Pré, que lo adoptó como uno de sus favoritos. Extenso y alegre, su brillantez formal y portentosa melodiosidad se vio recompensada con una interpretación ágil y desenfadada, con solista y orquesta bien conjugados y un sensual lirismo desplegado en el elegíaco adagio. Tras el desquiciado allegro molto final, que Polo defendió con matrícula de honor, el público aún demandó más, como si no hubiera sido suficientemente generoso.

OBS & ASIER POLO ***

36ª FeMÁS. Orquesta Barroca de Sevilla. Asier Polo, violonchelo. Programa: Conciertos para cuerdas en sol menor RV 156, para dos violonchelos RV 531 y para violonchelo RV 401, de Vivaldi; Conciertos para violonchelo G 479 de Boccherini, y Hob. VIIb-1 de Haydn. Espacio Turina, viernes 12 de abril de 2019