El bailarín y coreógrafo cordobés Antonio Ruz se caracteriza por su potencial creativo y su empeño por dotar a sus espectáculos de todo un discurso conceptual, en ocasiones un tanto complejo. Podemos apreciarlo con este espectáculo, que se estrenó en Madrid el pasado mes de octubre.
La obra gira en torno al tiempo presente en esta época, dominada por el vértigo y la inmediatez que imponen, en buena medida, los avances tecnológicos. Así, Ruz construye la coreografía como un ejercicio de continua transformación determinando toda una gama de cuadros y escenas diferentes, que se van sucediendo sin un orden aparente. Los bailarines construyen su propio espacio jugando con los materiales e interactuando con la música de Bruno Dozza, una magnífica composición que recrea un ambiente tan inquietante como envolvente y evocador.
Las primeras escenas delimitan toda una gama de imágenes que reproducen figuras geométricas que transmiten solidez y equilibrio. Pero Ruz las somete una y otra vez a la tiranía de lo inmediato, por lo que una vez formadas las figuras se rompen para dar lugar a otras sin solución de continuidad. Para ahondar en esa idea de fugacidad, Ruz lleva a los bailarines a construir ellos mismos su espacio y ambientación. Así, en un momento dado son los propios intérpretes los que pegan los lienzos de danza en el suelo, hasta conformar un gran cuadrado blanco sobre el que elaboran un curioso juego espacial que superpone los planos de dentro y fuera de escena. Antes de eso elaboran un discurso dancístico sugerente mediante la utilización de materiales cotidianos, como una gruesa cuerda roja, unas sillas pequeñas o sus mismas ropas, cuyo color va del negro al gris y al blanco para, en un momento determinado, introducir un elemento de ruptura cromática con el azul eléctrico del envés de sus chaquetas.
Pero hacia la mitad la obra abusa de la reiteración del uso de dichos materiales, y en su empeño por mostrar lo efímero del tiempo no acaba de definir un hilo conductor, un referente con el que el espectador pueda descifrar la representación y el concepto. El resultado es un contenido laberíntico algo tedioso y un discurso dancístico un tanto frío, aunque cabe resaltar que consigue emocionarnos en algunos momentos, gracias a la hermosura de sus imágenes y al virtuosismo y la expresividad de los bailarines y bailarinas.
La ficha
Obra: Presente
Lugar: Teatro Central, 8 de febrero
Compañía: Compañía Antonio Ruz
Idea, dirección y coreografía: Antonio Ruz
Música original: Bruno Dozza
Interpretación y colaboración coreográfica:Victoria Pérez Miranda, Melania Olcina, Maureen López, Indalecio Seura y Alejandro Moya
Calificación: Tres estrellas