¿Qué les pasa a los rojos?

Muy a su pesar, Mauricio José Schwarz pone a caldo al ‘progre new age’, relativista, crédulo, supersticioso, alternativo y alejado de la ciencia y la razón en el libro ‘La izquierda feng-shui’

21 ago 2017 / 20:16 h - Actualizado: 21 ago 2017 / 22:12 h.
"Libros"
  • Protesta sindical contra la fábrica de Investigación de Semillas y de Transgénico Monsanto en Los Palacios, en 2002. / Efe
    Protesta sindical contra la fábrica de Investigación de Semillas y de Transgénico Monsanto en Los Palacios, en 2002. / Efe

Lejos queda la vieja discusión setentera de si se puede ser comunista y cristiano; ahora, la gran duda izquierdista es si se puede ser progre y carecer del menor sentido crítico. El divulgador científico y periodista escéptico Mauricio José Schwarz sostiene que sí, o eso se deduce de su doliente libro La izquierda feng-shui (editorial Ariel); una diatriba apesadumbrada contra quienes dicen ser progresistas pero participan en la visión mística de la new age, se pasan la ciencia por el refajo cuando es menester para defender las hipótesis conspiranoicas más descabelladas («muchas de ellas nacidas en la derecha», advierte el autor) y participan fervientemente en otras «creencias y prácticas extravagantes» –desde la presunta fumigación de humanos con fines malévolos hasta la maldición cósmica del gluten asesino, pasando por la quimiofobia, los antitransgénicos, la mafia farmacéutica, el alternativismo, el veganimalismo...– que a su juicio implican un rechazo a la ciencia y a la razón en general.

Lo hace –según da a entender– muy a su pesar, pero en un ejercicio inaplazable de responsabilidad. Sostiene Schwarz que la izquierda lleva toda la vida cometiendo el doloroso error de no ser crítica consigo misma, obstinación debida, según dice, a la creencia de que admitir las equivocaciones propias «es darle armas al enemigo». De modo que aquí siempre se ha justificado todo, desde los gulags de Stalin a las matanzas de Pol Pot, desde lo más grave y terrible a lo más grotesco. «Hasta el hecho de que la poderosa industria soviética fuera incapaz de fabricar televisores que no estallaran», explica el periodista, amparándose en una estadística de 1987 según la cual el 60 por ciento de todos los incendios domésticos de Moscú estaban causados por explosiones de televisores».

«La que he llamado izquierda feng-shui es una especie de caricatura de las causas más nobles, de luchas razonables y de asuntos a todas luces relevantes», aclara el autor. Es una izquierda que se apunta a toda cosa «que parezca lucha social sin cuestionarla», dice. «El feng-shui –que, por cierto, se pronuncia fung-shuei, lo que suele dar igual–, es una creencia china (o, según sus adeptos, un sistema filosófico) que pretende armonizar la vida de la gente con los elementos energéticos y telúricos de la naturaleza. Dicho de otro modo, el feng-shui es la idea de que poner tus muebles y elementos de decoración donde no debes puede matarte y destruir tu vida, y no precisamente porque se te haya olvidado anclar tu librería de Ikea y caiga sobre ti con todo el aterrador peso de la obra completa de Paulo Coelho encuadernada en piel de rinoceronte».

Bajo el epígrafe Viva la intolerancia (alimentaria), habla de las creencias relacionadas con la comida. «Esta angustia existencial relacionada con el gluten habría sido recibida probablemente con carcajadas por los ancestros de todos nosotros que se han alimentado de él durante los últimos doce mil años», afirma, antes de explicar su importancia como proteína para todo el género humano desde la noche de los tiempos. Alude también en otros apartados del libro al relativismo posmoderno y su efecto letal y regresivo ante avances como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su opinión ha dejado de ser universal y cuyas ideas sobre lo que una persona merece por el simple hecho de serlo y sobre las libertades a su disposición reciben ahora, dice Schwarz, «una sola respuesta: depende». Parte de la responsabilidad de que todo esto sea así hay que buscarla en la política. «Hay políticos dispuestos a decir lo que se quiere escuchar y otros con la audacia necesaria para exponer lo que debe saberse, aunque en ocasiones no sea tan atractivo. Y los primeros no son precisamente la mejor apuesta».

El animalismo radical sería, según el divulgador, otra de las manifestaciones de la izquierda feng-shui, y pone como ejemplo un extracto de 2010 de la web Igualdad Animal que dice así: Once gallinas han sido rescatadas por activistas de Igualdad Animal con motivo del Día Internacional de los Derechos Animales. El presente rescate es el décimo realizado por el Equipo de Rescates Abiertos y el cuarto rescate de gallinas hasta la fecha. Con estas once, ya han sido rescatadas treinta gallinas, de granjas intensivas o extensivas de producción de huevos, en estos dos últimos años, es decir, treinta personas con las mismas ganas y el derecho de vivir en libertad que cualquiera de nosotros mismos. «Igualar a las gallinas con personas puede ser muy poético, pero ciertamente presenta problemas morales, jurídicos y sociales de consideración», matiza el autor del libro.

Por si acaso lo leyeran suspicaces, el editor afirma en una nota en las primeras páginas que «este libro no ha sido pagado por, ni ha recibido financiamiento de: Monsanto, la industria farmacéutica, la CIA, las compañías de telefonía móvil, Coca-Cola, Los illuminati, Kim Jong-un, el cártel ganadero global, el Club Bilderberg, la industria nuclear, Nestlé, la Protectora de Perros de Bastardo (Umbría, Italia), la industria petrolera, el capital financiero internacional, Rolls-Royce, McDonalds, los masones, Greenpeace, la industria panificadora, el Ibex-35, los reptilianos, Monsanto (por si no quedó claro), cualquier otra organización, empresa o grupo de presión». Y añade: «Este libro, que sepamos, está libre de gluten».