Rafael Riqueni: “Me gusta que los jóvenes me llamen maestro”

Para algunos, este guitarrista y compositor trianero es un genio del arte flamenco. Para otros, solo un fenómeno. Cayó en una especie de pozo, aunque ha sabido salir y está ilusionado con seguir creando música jonda de ensueño

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
03 may 2015 / 15:00 h - Actualizado: 03 may 2015 / 15:33 h.
"Flamenco"
  • Manuel Riqueni con su inseparable guitarra a cuestas en su casa de Palomares del Río. El artista vuelve a estar en plena forma. / M.B.
    Manuel Riqueni con su inseparable guitarra a cuestas en su casa de Palomares del Río. El artista vuelve a estar en plena forma. / M.B.

Dentro de unos días vamos a tener la oportunidad de verlo de nuevo sobre un escenario, el de Cajasol. Sevilla tiene ganas después de que en la pasada Bienal destapara el tarro de las esencias trianeras en el Lope de Vega.

Vive usted en Palomares del Río y casi no lo sabía nadie. Ni siquiera yo, que crecí entre estos olivos.

—Aquí llevo un año. Vine para quedarme solo un mes pero mi hermana Lola no me ha dejado irme. Me gusta el campo, la paz, esta luz. Aquí me he puesto en forma y creo que ahora toco mejor.

¿Cansado de la ciudad?

—No, no es eso. Es solo que necesitaba relajarme y recuperarme, y no había mejor sitio que este.

¿Y lo ha conseguido?

—Claro. Me encuentro bien, me siento reconocido, he recuperado las fuerzas, técnica, ilusión..., y hasta toco con más alma. Cuando bajo a Sevilla, a Triana, los jóvenes me paran por la calle para pedirme autógrafos y hasta me llaman maestro. Eso es muy grande, me hace mucho bien.

¿Siempre se ha sentido reconocido o es algo que nota ahora más que nunca?

—Siempre supe, desde niño, que los aficionados y los artistas de la guitarra me valoraban, pero a lo mejor no supe entenderlo bien. Ahora es distinto, y la verdad es que estoy muy feliz por eso.

¿Mucha presión en la infancia, cuando decidió no ser arquitecto y tocar la guitarra de manera profesional?

—Quería ser arquitecto o pintor, se me daban bien los dibujos y pensé en hacer Bellas Artes. Pero un día toqué en el Lope de Vega de Sevilla, en una velada de Educación y Descanso, y me gustó el público. Y también me impactó una rondalla de la Guardia Civil, de bandurrias. De eso hace ya casi cuatro décadas.

¿Algún maestro fundamental en sus comienzos?

—Mi primo José Acedo y el Niño Ricardo, esas eran mis referencias. Y Manolo Carmona hijo, de Los Palacios, un guitarrista fundamental en mis comienzos.

Hasta que descubrió a Paco de Lucía...

—Exacto. Fuente y caudal, su disco más sorprendente, apareció en mi vida y en las de otros guitarristas, y nos cambió los esquemas. También Montoya y Sabicas, que eran anteriores. A Sabicas lo conocí en Madrid, me escuchó tocar y me regaló un juego de cuerdas, algo que solía hacer con los guitarristas.

¿Ya ha encajado la muerte de Paco de Lucía?

—No, ni mucho menos. Esas cosas no se encajan nunca. Paco lo ha sido todo para los guitarristas de mi generación y el hecho de que se fuera de esa manera, sin avisar, es difícil de asimilar.

¿Cómo fue tu relación personal con él?

—Muy buena. En el homenaje que se le dio a Manolo de Huelva en su tierra tuve el honor de que me escuchara tocar, siendo yo muy jovencito. Le pedí que me ayudara a mejorar el trémolo de la taranta, y lo hizo. Luego hablamos muchas veces y sé que era bastante seguidor de mis cosas. Siempre me apoyó, como apoyó a todos. En eso era muy generoso, como lo es Manolo Sanlúcar.

¿Cómo aprendió a sobrellevar que en 1984 le diera el Giraldillo del Toque a Manolo Franco y no a usted? Su opinión pesó bastante entre los miembros del jurado.

—Mal, sinceramente. Me preparé muy bien para aquel concurso porque sabía que sería una buena plataforma de lanzamiento para el que fuera ganador. Y creo que toqué bien. El jurado se decantó por Manolo Franco, compañero al que aprecio mucho y con quien ahora tengo una relación muy buena. Estas cosas son así.

¿Aquella frustración le pesó tanto como para que fuera el principio de algo duro de sobrellevar?

—Era joven y supe salir adelante. Además, algunos días después de aquel concurso me llamó Paco a casa y me dijo que tras escuchar la grabación de la actuación de todos, le habían entrado dudas de que hubieran dado bien el premio. A él y a otros miembros del jurado, guitarristas de peso. Aquello me sorprendió, pero me sentí ganador junto a Manolo Franco. Ganador moral, claro está.

¿No le parece raro que aún no haya salido ningún guitarrista queriendo ocupar el trono de Paco?

—Eso no es fácil. Ni lo hay ahora ni creo que haya nacido quien vaya a ocupar el trono. Nadie tiene las facultades de Paco. Y nadie va a dar ese paso, al menos por el momento.

¿Y eso es bueno o malo para la guitarra?

—Ni bueno ni malo.

¿Por qué decidió abandonar la tierra madre y afincarse en Madrid? ¿Qué buscaba en la capital de España?

—Cambiar de aire, contactar con otros guitarristas, con otra afición. Trabajo, seguridad. Lo que busca todo el que se va a Madrid.

¿Y encontró todo lo que buscaba?

—Estuve veinticinco años allí y encontré lo que buscaba, y algo más. Pasé muchas fatigas, pero también disfruté mucho y crecí como guitarrista. Mi encuentro con Morente, por ejemplo. Eso fue fundamental. Con Carmen Linares, con los Habichuela, Ketama, el Candela... Conocí a pintores, toreros, actores, músicos... Tuve esa suerte y eso compensa los sinsabores.

¿Y qué le hizo regresar a Triana?

—Triana. Mi madre, mi hermana Lola, mi hijo, que ama el flamenco y la música en general. Toca el ukelele. Primero me refugié en Huelva, en la finca El Capirote, de mi amigo Juan. Allí me repuse, en la sierra. Necesitaba cuidarme, mejorar de salud. Y averiguar qué quería hacer con mi vida en el futuro, de verdad.

Ya lo sabe, supongo, por cómo habla.

—Por supuesto. Quiero seguir tocando, enseñar a los jóvenes, grabar más discos, estar en los teatros y disfrutar de la familia y de los amigos.

¿Qué tal la experiencia en la Fundación de Cristina Haeeren? ¿Le gusta dar clases?

—De lo mejor que me ha pasado en toda mi carrera. Eso de que guitarristas con cierto nivel vengan a Sevilla desde países tan lejanos, a veces, para que yo les enseñe cosas, es fantástico. Me ayuda a levantarme cada mañana e irme a Sevilla, aunque a veces no resulte fácil. Estoy ilusionado con eso. Son solo doce alumnos, pero es genial.

¿Se siente con fuerzas para empezar una gira por toda España, como tiene previsto a partir del día 7 de este mes de mayo?

—Sí, claro. Si no, no lo haría. Los artistas necesitamos el público, esa es la mejor experiencia para un músico.

¿Cuáles son esos proyectos, además de la gira?

—Por ejemplo, grabar mi última obra, la del Parque de María Luisa, con la que llevo cuatro años. Tengo ilusión con esa obra, creo que va a ser importante para mí y para Sevilla. De técnica estoy como cuando era joven y, sinceramente, creo que toco mucho mejor. Y en septiembre haré un espectáculo con Farruquito, en la Quincena Flamenca. Eso también me gusta. Lo acordamos cuando recogimos el Giraldillo.

—¿Le hizo ilusión ese Giraldillo de la Bienal?

—Mucha ilusión. Para los que somos de Sevilla es un premio importante, y me hacía falta un reconocimiento así.

La AIE (Asociación de Intérpretes y Ejecutantes) le ha concedido un premio a toda su carrera.

—Sí, lo recogeré en junio. Puede ser un año muy bueno, y eso me hace feliz. He luchado para eso.