La cada vez mayor tendencia de esta orquesta a ofrecer conciertos con el mínimo de efectivos posibles, lo que llaman Solistas de la Barroca, desembocó en esta ocasión en una exhibición raquítica de un programa que a priori se vislumbraba muy atractivo y prometedor. Se trataba en cierto modo de hacer una semblanza del trabajo desarrollado por Bach cuando ejercía o se disponía a hacerlo como director del Collegium Musicum de Leipzig, con sus hijos y alumnos como claro referente. De esta forma se ofrecieron dos trabajos de esa época derivados de obras anteriores y otros dos atribuidos a él pero finalmente descubiertos como obras de uno de sus hijos y uno de sus más aventajados alumnos.
Pero ni la disposición de los instrumentos, ni la acústica del recinto, ni la destreza de los habitualmente brillantes músicos del conjunto estuvieron a la altura, y el acontecimiento devino en uno de los conciertos más sosos y malogrados de cuantos recordemos hayan celebrado. La Suite nº 5 parece ser obra de Wilhelm Friedemann Bach siguiendo la estructura de las cuatro célebres suites orquestales de su padre, a su vez sucesoras de las oberturas de Telemann, que le precedió en el puesto del prestigioso conjunto de Leipzig. Ni la categoría de Catherine Manson, asociada a algunas de las instituciones más reconocidas del actual panorama musical historicista, logró levantar el vuelo de una suite ejecutada con práctica ausencia de matices y acentos. Tampoco brilló el extraordinario Concierto para dos claves de Bach, con los teclados de espalda al público, un sonido consecuentemente aminorado y un acompañamiento orquestal endeble. Los dos solistas cumplieron con una exhibición gimnástica a pesar de algún atasco puntual, resultando ejemplares en el diálogo del precioso adagio que Kubrick inmortalizó en Barry Lyndon.
Lo mejor de la noche lo encontramos en la Sonata de Goldberg, el virtuoso clavecinista destinatario de las famosas Variaciones. Ahí brillaron más la flauta de Guillermo Peñalver, el violín de Manson y el clave del espléndido Alfonso Sebastián. Por el contrario, con el Triple Concierto volvió a ofrecerse una lectura flácida y aburrida del maestro de Eisenach, con el clave de Sebastián de nuevo tapado por el resto de las voces, más nutridas entonces pero entrecortadas y destempladas.