Después de Sehnsucht, la realizadora alemana Valeska Grisebach insiste en el mundo rural para retratar una realidad tan tangible como es nuestra posición en una Europa dominada por oligarquías muy definidas, y lo hace sometiéndose a una por momentos desesperante relectura del western como género cinematográfico. Un equipo de trabajadores alemanes llega a un pueblo búlgaro con el fin de construir infraestructuras que hagan más accesible el agua y la electricidad a la comunidad. Lejos de ser bienvenidos, los forasteros son vistos con recelo. El pasado de la Segunda Guerra Mundial contribuye considerablemente a ese sentimiento, por lo que se impone una seducción. En este punto aparece el vaquero por antonomasia, personificado en un sutil y talentoso hombre que monta un caballo blanco, puro y hermoso. Al mismo tiempo no falta el villano, aunque en cada uno de sus movimientos demuestre que le queda algo de conciencia, aunque sólo sea por ser políticamente correcto. Una rutina en tono semidocumental constituye el grueso de una cinta que no escatima en duración y se alarga a dos horas que provocan cierto distanciamiento y desinterés. La intención está clara, esa Alemania de Merkel dominante en una Unión Europea en la que los pueblos no pierden su identidad, y donde el entendimiento parece cada vez menos posible, de ahí que los personajes apenas logren entender una palabra de sus diferentes lenguas. Invasores y nativos enfrentados de formas nuevas y diferentes a como lo hacían en el pasado, pero de cualquier forma enfrentados en esa Europa que tanto cuesta construir y tan fácil parece desmembrar.

Western **

Sección oficial. Alemania-Bulgaria-Austria 2017 119 min.

Dirección: Valeska Grisebach Intérpretes: Meinhard Neumann, Reinhard Wetrek, Syuleyman Alilov Letifov, Veneta Fregnova