Rocío Márquez: el flamenco sin etiquetas

Rocío Márquez sedujo y conquistó al público del Teatro Maestranza con su espectáculo Alternativas, que incluye un hermoso recorrido por su carrera musical.

29 mar 2019 / 16:54 h - Actualizado: 29 mar 2019 / 17:01 h.
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  • La cantaora Rocío Márquez. /
    La cantaora Rocío Márquez. /

El escenario está vacío y a oscuras cuando una voz, entre hablada y cantada comienza a apoderarse del espacio. Rocío aparece en una esquina, iluminada sólo por un foco cenital, y a la manera de Pepe Marchena, nos brindó un cante recitado con un poema de Antonio Orihuela que reflexiona sobre los desmanes del capitalismo. De esa manera, la joven cantaora onubense auna tradición y actualidad, algo que al fin y al cabo es lo que ha hecho el flamenco desde sus incios.

Y es que, aunque por su condición lírica el flamenco no pueda calificarse como un ejercicio de reivindicación política, en su poesía, su grito desgarrador y su ritmo desenfrenado se esconde una singular forma de rebeldía, un acto de sublimación de las miserables condiciones de vida a la que estaban sometidos los hombres y mujeres de las clases bajas de Andalucía en el momento de su nacimiento. Todo ello se desprende de los cantes que eligió Rocío en la primera parte del espectáculo, con los que nos presentó su último disco, Visto el Jueves, que como su nombre indica está relacionado con el popular mercadillo sevillano de la calle Feria, donde ella ha podido adquirir auténticas joyas de figuras flamencas míticas, como Manuel Vallejo. Pero lejos de llevar a cabo una interpretación ortodoxa de los clásicos, Márquez lleva a cabo un valiente ejercicio de interpretación junto a la percusión de Agustín Diasera y la guitarra de Canito, quien potencia con sus arreglos la voz dulce y melodiosa de la cantaora, que homenajea el carácter revindicativo de Menese, Moreno Galván, y El Cabrero.

Por desgracia, en esta última parte el sonido de los instrumentos tenía un volumen tan alto que se situó por encima de la voz de la cantaora, hasta el punto de no permitirnos apreciar del todo las letras. Por fortuna eso no le ocurrió al piano, el saxofón y la percusión de los músicos de Proyecto Lorca, con quien Rocío grabó su anterior disco: Firmamento, del que extrajo para esta obra algunos fragmentos sublimes, como la versión del poema de Teresa de Jesús ‘Vivo sin vivir en mi’, o el Anda jaleo y el Vito que bailó Leonor Leal con esa mezcla de donosura y rotundidad preñada de sensualidad que la caracteriza. Aunque donde de verdad se lució fue en la farruca de la última parte, con la guitarra de Manolo Herrera.

Llegados a ese punto Rocío se había ganado por completo al público, que no paraba de alentarla con los clásicos oles. Si se hubiera acabado ahí, nos hubiéramos ido a casa plenamente satisfechos. Pero todavía nos quedaban los momentos más álgidos de la noche, como la rotunda sonoridad de los caracoles, la solemnidad luminosa de la petenera, o el desgarro de la seguiriya que cerró el espectáculo, todo ello acompañado por el magnífico toque de Manuel Herrera. Todo un lujo, sin duda, que demuestra que, en esto del flamenco, no tiene sentido poner etiquetas.