La tercera y última parte de la trilogía dedicada a la crisis económica en Portugal se centra en los supervivientes, quienes aguantan el chaparrón lo mejor que pueden, aferrándose a ocupaciones, entretenimiento o simplemente la búsqueda de lo esencial y lo más auténtico de la vida, lejos de materialismos y conductas aprendidas, muchas veces impuestas. Por eso contiene un largo prólogo en el que Scheherezade huye de su cautiverio para conocer mundo, mezclarse con la gente, cantar (el leit motiv de la trilogía, Perfidia), enamorarse y reflexionar junto a su padre sobre el futuro de nuestra existencia. Un episodio gozoso que no disimula su tendencia al pastiche o al collage, según se prefiera, y en el que hace presencia la alegría y la despreocupación en comunión con la naturaleza y la vida al aire libre. Lástima porque inmediatamente después Gomes se centra en un tedioso e interminable reportaje sobre ornitología, centrado en al adiestramiento que un grupo de hombres hace de los pájaros pinzones para competir en concursos de canto. Una metáfora de la libertad (del hombre, no ciertamente del animal en cautiverio) y la superación de contratiempos, que no encuentra sin embargo justificación como para someter al espectador, que ya ha llegado al fin del experimento y no quiere perderse su conclusión, a semejante e inhumano suplicio. Una vez más parece que nadie haya enseñado a estos señores a editar y sintetizar.

Las mil y una noches. El embelesado

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Sección oficial. Portugal-Francia-Alemania-Suiza, 2015. 125 minutos. Dirección: Miguel Gomes. Intérpretes: Crista Alfaiate, Bernardo Alves, Jing Jing Guo, Chico Chapas, Carloto Cotta, Quitério.