Unas convenientes palabras de Remedios Navarro y Victoria Staples precedieron el concierto de clausura del ciclo de música de cámara de esta temporada de la ROSS. La directora del English Language Institute, patrocinadora del ciclo, hizo hincapié en la necesidad de adaptarse a estos nuevos tiempos sin generosas subvenciones públicas a la cultura, colaborando entre todos y todas a su mantenimiento. Habría que añadir que la unión ciudadana debe también ir encaminada a exigir a los poderes públicos que inviertan nuestros impuestos en el mantenimiento de la cultura, combustible sin el cual una sociedad no puede avanzar libre y justa.
La flauta de Juan Ronda y el arpa de Daniela Iolkicheva lucieron exquisitas, delicadas y elegantes en una serie de célebres páginas de Debussy informadas más por la melancolía que por la sensualidad. La creación del mundo se ofreció en versión para quinteto de cuerda y piano, perdiendo en la transición gran parte de su expresionismo y virulencia a favor de un estilo rapsódico más próximo a Gershwin que a Milhaud.
En la segunda parte siete músicos y una espléndida Ana Hernández-Sanchiz como narradora, desplegaron una sensacional interpretación de La historia del soldado de Stravinski en versión en castellano de Alberti. El conjunto se adaptó como un guante a la dramaturgia, con la crispación habitual con la que se describe al diablo a cargo de un estupendo Éric Crambes al violín, y maderas y metales personificando al soldado y sus aires marciales con ingenio cargado de ironía y humor, así como prestaciones soberbias de José Forte a la trompeta, Ignacio Martín a la percusión y la dirección atenta y precisa de Juan Luis Pérez.